Roldán Peniche Barrera
Lluvia de valses y oberturas en una noche fresca, con piezas
de Strauss, Ravel, Offenbach y Von Suppé / Lleno total
Como es costumbre, la inauguración de la 15 temporada de la Orquesta Sinfónica de Yucatán, consistió en valses y oberturas harto conocidas por nuestro público. Música fácil, de lindas melodías, que fueron muy bailadas a mediados del siglo XIX en los grandes salones de Viena. Música para divertirse y enamorarse. Música para echarse el smoking y el sombrero de copa, los caballeros, y el amplio vestido (no de percal), el mejor colorete y un perfume embriagador, las damas. El vals (La valse, compondría Ravel más adelante), música viva, para lucirse, tan diferente al minueto todavía usado en los comienzos del XIX, que no daba campo para el lucimiento y era flojo y flemático. Ahora Strauss, el junior, les regalaba a los aristócratas con estos valses pomposos dignos de sus fortunas y de su deseo de contar con un ritmo afín a su jerarquía de duques, condes y aún príncipes y princesas.
El Murciélago
Johann Strauss II, como su padre, no incursionó en la sinfonía ni nada por el estilo, y prefirió la ligereza del vals y el atractivo argumento de la opereta, símil de la zarzuela española. Entre sus más destacadas figuras El Murciélago, de excelente música en la que brilla el vals. Y en serio, El Murciélago es una de las grandes composiciones de Strauss, cuyas melodías la han hecho una de sus más famosas.
Voces de Primavera
Hay que reconocer la maestría del joven Strauss para escribir valses que parecían salirse de la manga como ocurre con los magos que admiramos en los circos. ¡Qué facilidad la suya para engancharnos con las bellas melodías de sus valses! El público ovacionaba al director y a la orquesta después de cada vals tocado, porque, a decir verdad, ¿qué orquesta que ha ejecutado a Beethoven o a Tchaikovsky con tal profesionalismo, no ejecuta descansadamente esta música de valses en la que todo son piezas musicales?
Ravel: un cambio de tono
Maurice Ravel es de los primeros modernos del siglo XX. Dicen que prefería los valses austriacos que los de su patria, Francia, y ello lo demostró anteanoche que escuchamos “Valses Nobles y Sentimentales”, donde nos dio su versión de la valsemanía schubertiana. Pero los valses de Schubert eran otra cosa, y Ravel, aún con su formidable orquestación, no nos regala, al parecer, con la arquitectura valsística, sino con su propia arquitectura en la que se extravían los ritmos y las esencias dancísticas. Preferimos La Valse, obra en la que Ravel está a la altura de su genio, a estos “Valses Nobles y Sentimentales”, que tienen poco de nobles y menos de sentimentales. ¿Por qué no en vez de estos ejercicios ravelianos, no tocaron los bellos valses de Shostakovich? Bueno, en fin, Ravel prefiere el lenguaje un tanto abstracto del modernismo y punto.
El final
La parte final del programa consistió en la obertura “Orfeo en el Inframundo”, de Offenbach, “Caballería ligera” de Von Suppé y el muy socorrido pero bello “Danubio Azul” del ya citado Strauss. Offenbach se pintaba solo para darnos buenas melodías y aún el Cancán, que lo hizo famoso pues hasta hoy los turistas que van a París no se pierden una buena función del Moulin Rouge donde es seguro que se toque el Cancán con lindas chicas en trajes de la época mostrando el trasero no sabemos si a idea del mismo autor o por darle sabor al caldo. En cuanto a Suppé, sólo diremos que escribió decenas de óperas que poco interesaron a sus contemporáneos. Era presumido y creíase un genio. En realidad, pasados los siglos, de él sólo se tocan las oberturas “Caballería ligera” y “Poeta y campesino” y nada más. Culminó el programa con el vals cumbre de Strauss, “Danubio azul”, que, según opiniones, ya no tiene nada de azul.