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Yucatán

El yucatequismo 'agarrotear”: manosear en forma brusca y grosera a alguien

Roldán Peniche Barrera

Revisamos el DRAE, que nada dice al respecto. Revisamos el de “mejicanismos” (sic) de Ramos y Duarte del siglo XIX, que tampoco lo recoge cuando, de seguro, ya lo empleaban los yucatecos maleducados o no. Tampoco lo registran Santamaría ni Rodríguez Cimé.

Sólo el Dr. Güémez Pineda en su “Diccionario del Español Yucateco” lo trae a colación en la siguiente manera:

agarrotear v. tr. Manosear, toquetear. Forma sicalíptica de la acción de agarrar, cuando esta acción se ejerce sobre una mujer.

El Dr. Güémez se basa en la definición del Dr. Amaro Gamboa. Ahora bien, el tiempo y la observación nos permiten diferir un tanto del sabio Dr. Amaro. Hoy “agarrotear” se emplea también con los hombres (y no hablamos de la homosexualidad), sea bien alcoholizados, en broma o únicamente para molestar el uno al otro. Y no hay que olvidar que las peleas entre dos hombres comienzan con empujones, jalones o sacudones.

Ejemplo:

Julianillo, el Yorch, el Chucho y otros sabios o sabelotodos han cruzado el Rubicón y le exigen al Mulix las “frías” más frías del congelador.

-No hagan bola -les responde- o me espantarán a la clientela.

-¡A poco…! -le reclama el Yorch -No hay nadie.

-En la otra habitación está bebiendo el Barrigas.

-¿Deveras? -pregunta el Julianillo -¿Y desde cuándo?

-Desde las seis de la mañana. Y anda buscando pelea…

De pronto aparece el Barrigas ebrio como una cuba: “¿Alguien dijo mi nombre? Pa’que yo le dé su estatequieto…” (Y zamarrea al propio Mulix).

-¡Oye, Barrigón, no me’stés “agarroteando”. Ya me rompiste la camisa!

-¿Y qué? A te regalo un “camisón” mientras te sigo “agarroteando”!!!

Una historia del camino

Jorge A. Mijangos H.

“La Pisavidrio” tendría algo así como 50 años: pequeña con ojitos pizpireta, delgada, greñuda y canosa: llevaba en la mano un palo como bastón de bondonera y algunos perros como familia. Sólo llegaba en cualquier día en cualquier pueblo y se escuchaba el bordón en las piedras; y los perros se ponían a ladrar con alegría cuando empezaba a brujulear “La Pisavidrio”.

Mírame los ojos, niña bonita,/ porque el brillo en las mañanas se revuelven los olores/ de las rosas porque eres bonita,/ y porque también se levantan las flores/ cuando caminas tan bella, ¡bonita!

En el pueblo nadie pudo saber el nombre de esta viejita y todos le decían “La Pisavidrio” porque caminaba con sus chancletas y las arrastraba con mucho cuidado, como si pisara cristales y no lastimarse; de ahí su mote: “La Pisavidrio”.

Me culpas porque yo fui así,/ si lo fueras fue por tu culpa/ porque hiciste lo que querías/ y por tu madre ahora llévatela igualita que yo,/ pero yo solo camino en el camino y ahora tu madre está más vieja y le tienes que pagar por el camión.

Caminaba entre diferentes pueblos y cuando llegaba, se asustaban los niños y las mujeres mayores se sonreían y le entregaban algunos tacos o algunos pesos, y se paraba “la Pisavidrio” para regalar su poesía:

Dame un peso y con un beso me llevaré tus frijoles,/ si tu hombre está contento, mucho ojo,/ porque mejor no te lo digo,/ ya que me llevo a tu hombre y ya no me vas a querer.

Por los años más o menos (1978), trabajé dos años en el pueblo San Jerónimo y en ese tiempo conocí a la juglar de los pueblos: “La Pisavidrio”.

(Concluirá mañana)

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