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Yucatán

Exitoso concierto del pianista ruso Vladimir Petrov con la OSY

Durante una breve charla, el poeta español Luis García me dijo que para hacer un buen trabajo literario era necesario conocer todo lo relacionado con el tema a trabajar. Aparte de ello, manejar y emplear las herramientas de la composición en las letras creativas, de una manera adecuada, pertinente y correspondiente. Esas palabras son especialmente notorias en escritores del tamaño de Mario Vargas Llosa, quien es la exaltación de la sabiduría de las letras del mundo. Todo eso es aplicable a los músicos quienes tienen que dominar la técnica de su instrumento de manera única y añadirle a ese dominio la historia, las anécdotas y todas las razones existentes alrededor de la composición musical. Una tecla es solamente eso para una persona ajena al piano, pero para un pianista esa pequeña maderita cubierta de marfil significa la fuente de donde se extraen las gamas sonoras del fenómeno único de la composición musical. Y muchos tocan el piano, pero no de todas las falanges, falanginas y falangetas brota el caudal de música de una manera impactante para la colectividad que se presta a sentarse a escuchar a un ejecutante de este maravilloso instrumento.

Vladimir Petrov, joven pianista ruso, quien estudia en el Conservatorio Chaikovsky de Moscú y que participó en el concierto de la OSY, la noche del viernes 11 de octubre, tiene todo aquello que los literatos llaman dominio del lenguaje y el tema abordado. Eso lo dejó expuesto Petrov con la mayor claridad al tocar la Rapsodia sobre un tema de Paganini, sublime obra compuesta por Sergei Rachmaninov, la noche antes señalada. No hay duda de su portento, de su capacidad innata para el teclado, ese sobre el cual sus manos van memoriosas reconociendo las múltiples notas escritas sobre un pentagrama que dan como resultado la obra que toca.

La presencia del pianista ruso Vladimir Petrov, es tan apabullante que el propio instrumento ante el cual se sienta, ópticamente luce empequeñecido, cuando su torso se yergue y sus manos se cruzan en el medio del teclado para decir con limpidez y transparencia, todo lo escrito por Rachmaninov.

Petrov fue por cada una de las formas musicales, de una manera precisa y preciosa, haciendo del piano una caja de resonancia, emitiendo sonidos a su voluntad.

Al finalizar su ejecución el público lo ovacionó y lo hizo salir a saludar por tres ocasiones. Hubo asistentes que aplaudieron de pie, pero fueron los menos. De regalo interpretó la música del Gran Pas de Deux del Cascanueces.

Díganme, si no es cierto que han habido conciertos en que el público todo se pone de pie aullando a un concertista. ¿Qué hizo falta para que Vladimir provocara ese impulso colectivo? Tengo la impresión que le hizo falta algo que sólo dan los años y la edad: Sabiduría.

La OSY se comportó como una gran orquesta acompañando al joven pianista ruso. Durante los minutos que dura la pieza de Rachmaninov, toda la sala estuvo en ese silencio suspensivo que logran los grandes eventos.

Con esa misma cualidad, nuestra orquesta, comandada por su titular, Juan Carlos Lomónaco, interpretó la Marcha Eslava de Chikovsky y la Sinfonía No. 2 de Schumann.

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