Víctor Salas
A fin de cuentas, la Orquesta Sinfónica de Yucatán no le cuesta dinero a quienes detentan el cargo de organizar artísticamente las audiciones de la agrupación musical, haciéndolo con un criterio muy alejado del desarrollo cultural y espiritual, que dicen asumir. No puede haber desarrollo dentro de lo mismo, sin ahondar y profundizar en la producción musical que ha seguido evolucionando con cada siglo y en cada país. Mientras esta evolución se da, en nuestra entidad, nuestra orquesta, por decisión de una o dos personas, continúa amarrada a los nombres de vetustos compositores de hace trescientos, doscientos o cien años, los menos. Y la selección musical se hace profusamente con nombres europeos, poniendo de lado la producción sinfonista realizada por grandes compositores de la patria, a los que únicamente se privilegia en el mes de septiembre y por motivos festivos y patrios, no por sus cualidades creativas. Ni hay que decir de los yucatecos, que los hubo.
A cada asistente a los conciertos, cada estudiante de música clásica, cada ciudadano ignorante del fenómeno cultural, le asiste el derecho de que le den a conocer el producto de las manifestaciones creativas de la cultura universal, y éstas incluyen a los nuestros, no solamente a los europeos y…de antaño.
Recorrer en Google el historial de las composiciones clásicas contemporáneas es apabullante, porque significa comprobar el distante espacio que ocupamos en los conocimientos y avances de la melomanía universal. Utilizando la igualdad de género, citaré solamente a los siguientes: Ilmari Hainnakanen, Edward Kunneke, Kurt Atterberg, Zara Levina, Rodion Schedrin, Lucija Garuta y Anna Zenina. Todos ellos con obras fantásticas, emocionantes, pasionales, y lo más importante, modernas, finas, elegantes. A la altura de los antiguos.
Los confeccionadores de la selección musical de la OSY nos tienen, como si un maestro de ciencias tuviera a sus chicos estudiantes, memorizando fehacientemente la física clásica, cuando la física cuántica está a punto de desentrañar hasta a dónde van a parar nuestros cadáveres. Y no me parece mal que estemos, a estas alturas de la vida, escuchando míticamente a Tchaikovsky, Brahms, Haydn, Mozart o Beethoven, lo que me parece censurable es que se quiera permanecer solamente en ese universo.
Cuando los responsables artísticos de la programación de la orquesta nuestra han apostado por algún compositor mexicano, lo han hecho por un amigo de ellos. Reitero: no está mal que apapachen a sus amigos, lo incorrecto es poner en el silencio a las grandes composiciones mexicanas. ¿Cuántos en Yucatán saben de Federico Ibarra o Mario Lavista? Gloria Contreras, a través de su Taller Coreográfico de la UNAM, dio a conocer parte del trabajo de ambos compositores. Ella supo entender que su agrupación podía ser un vehículo para difundir la obra de creadores mexicanos.
Ojalá el año próximo, en las temporadas sinfónicas, se planeen conciertos que incluyan obras de mexicanos y yucatecos. La historia se los agradecerá.