José Iván Borges Castillo*
Entre Tekal de Venegas y Chumayel
Con gran pesar escribo estas líneas, los designios divinos marcados en la vida del hombre de nacer y de morir están siempre presentes, pero el dolor en este caso específico es un dolor que embarga a toda la comunidad jaranera y a la música popular de esta tierra de Yucatán. Aún no cabe en el entendimiento su partida.
Sí, ya no se encuentra entre los mortales, entre nosotros, el gran don Arturo González Castillo, ese músico que meció su cuna en el Sur, en la ciudad Ticul. Ahora hay lamentaciones, y éstas son justas, yo mismo las comparto, ¿qué será de Chumayel sin su presencia el próximo 28 de abril? ¡Ah! Y con cuánta razón uno se cuestiona, era emocionante verlo llegar rodeado de sus músicos aquellas inolvidables tardes para el convite. Duele al alma su partida, como jaranero como yucateco que soy no puedo ser indiferente ante esto.
Hemos perdido hoy a uno de los más grandes músicos jaraneros. Chumayel ese pueblo que tanto quiso por ser devoto del Santo Cristo, hoy seguramente se encuentra asombrado por la noticia y velada su tranquilidad por la tristeza.
Don Arturo nació en Ticul, ciudad ubicada en el Sur del estado, el 27 de octubre de 1924. Hijo de los esposos Tomás González y doña Antonia Isaac Castillo Lizarraga. Su padre era director de una pequeña orquesta que amenizaba bailes y vaquerías en Ticul. Siendo adolescente se traslada a Mérida para aprender a tocar el saxofón y el clarinete, los instrumentos que tocó toda su vida. Al morir su padre se hace cargo de la orquesta en 1942, y desde entonces se llamó la Orquesta de Arturo González Castillo. Contrajo nupcias con doña Isela González, fiel compañera de un matrimonio que duró 70 años. Con ella tuvo sus cuatro hijos: Arturo, Roberto, Mario y Jazmín.
De su orquesta formaron parte una larga lista de músicos yucatecos de nuestras comunidades. Son también innumerables los recuerdos que dejó en tantos pueblos que visitaba en las fiestas patronales y tradicionales, en las que tocaban la alborada, los gremios y las famosas vaquerías. Al ritmo del timbal, del huiro, del clarinete y del sax, las más acaudalada y enjoyada de filigrana y la más humilde mestiza bailó la jarana en la fiesta del pueblo, lo mismo el rico jaranero de botones de oro que el humilde campesino y obrero.
¡30 de octubre! Fecha de lágrimas para los jaraneros de Yucatán. Llega a todas partes la triste noticia del fallecimiento del músico ticuleño. ¡La muerte del llamado Rey de las vaquerías es un hecho! Todos hemos quedados asombrados por lo sucedido. ¡Es un duro golpe para los jaraneros y para todo Yucatán!
Don Arturo González Castillo ha muerto. Y su ángel de la guarda pone punto final de su obra en el libro de la vida. 95 años de una vida fructífera, innumerables vaquerías amenizadas, 53 años consecutivos estuvo en las fiestas de Chumayel con su tremenda orquesta, como innumerables pueblos yucatecos recorridos alegrando las fiestas patronales. Ya no tocará su clarín en las mañanitas del Santo Cristo de la Transfiguración en Chumayel, donde desde hace unos años dejó de interpretar la despedida, pensando que sería su último año de estar… y el 2019 se lo ha llevado.
En abril del 2020, en la próxima fiesta, Chumayel estará incompleto. Ya no veremos esbozar su sonrisa cuando cruzaba los arcos del palacio municipal, o cuando su orquesta interpretaba, como rito solemne, la jarana Homenaje a Chumayel.
Hay un antes y un después de don Arturo González Castillo, en la historia jaranera de mi lindo Chumayel. ¡Ya llegó Arturo! Decían los señores y salían de sus casas, cuando la tranquilidad del 28 de abril se interrumpía por el estruendo de los voladores, y se tiraban las sogas sobre el techo de paja de las casas, por cualquier eventualidad que se presentara. Y salían a prisa los vecinos para ir al palacio porque el convite está por comenzar. ¡Los convites!, aquellos en que nos enrolábamos con su orquesta hasta llegar a la casa del extinto don Celso Peraza, mientras los aires se inundan del son mestizo llamado Angaripola, se reparten los tacos de but negro y el “birinchich”, ese aguardiente que hace aterrizar los sentidos, todo esto en medio de la desbordante alegría mestiza de Yucatán.
Recuerdo bien cuando tuve el primer acercamiento con él, fue en la vaquería homenaje en Chumayel, en un abril de años pasados. Su trato sencillo y afable, su espontaneidad discreta, se robaba la admiración del que lo conocía. A mi pueblo, Tekal de Venegas, vino, por última ocasión, a amenizar la vaquería del pueblo en enero del 2017. La última vaquería que lo vimos alegre dirigiendo a su orquesta fue en Hocabá hace apenas unas escasas semanas. Pero la última vaquería en que se presentó su orquesta fue en la villa de Tekit hace tan sólo cuatro días antes de su partida.
Yo me imagino que salen a recibirlo los grandes en el cielo, primero su gran amor, su esposa doña Isela González, quien lo estrecha en sus brazos, luego sus amigos y compañeros como don Celso Peraza y otros más, también sus compañeros músicos como don Víctor Soberanis Muñoz, don Ponciano Blanqueto, don José María Castañeda, don Fernando Cardeña, Bartolomé Loría Canto y tantos otros de largo mencionar, lo reciben con alegres muestras de bienvenida.
Sirvan estas modestas letras para rendir un homenaje a ese hombre valioso, a don Arturo González Castillo, el llamado “Rey de las vaquerías”. Desde Ticul, la Perla del Sur, va a Chumayel y luego se extiende por todo Yucatán el luto por su muerte.
Desde Tekal de Venegas le digo “descanse en paz” al rey de las vaquerías.