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Yucatán

Effy Luz Vázquez López*

Cuando leo últimamente en los periódicos y revistas populares o especializados, incluso he escuchado en pláticas, con los amigos, que para evitar la depresión (algunos hasta ya familiarmente le llaman la “depre”) se recomienda que procuremos algunos ratos durante el día “dejar la mente en blanco”.

Desde luego esto no es lo mismo que sentarte en un sillón replegable y poner los pies en alto para desinflamar los tobillos, o cerrar los párpados después de un rato muy largo de estar frente a la pantalla de la computadora o de la televisión…

¿Entonces, como se hace? ¿Cómo se le deja a la mente en blanco y se desconecta uno con el mundo?

Una vez intenté hacerlo… ¡Chihuahua! ¡Por poco me vuelvo loca de atar! Por eso ¡niguas y nones! ¡Jamás lo volveré a hacer! A lo único que me llevó el mentado ejercicio fue a dos situaciones: a pensar lo que debe ser el estar muerto, pirado, calaca. Me vi encerrada en un ataúd muy incómodo de esos que tienen su cristal para que cualquiera que lo desee se acerque a echarte la última mirada. Algunos porque te quieren y otros para convencerse de que ¡al fin! te fuiste y ya pueden solicitar tu plaza vacante. Mientras tanto uno pensando si los de la funeraria no te pusieron demasiado maquillaje o se les olvidó ponerte tus lentes y en ese caso especial ¿cómo voy a leer mi sentencia…? ¿O será que uno pueda apelar…? Como autómata me levanté ese día a buscar en mi clóset las mejores “garritas” que tengo, los zapatos ¡en fin…!

Afortunadamente me sacó del nirvana mortuorio el estruendoso pregón de mi marchante que llega los domingos de Muna y a todo pulmón grita ¡marchanteee! ¡Ahí traje su atole nuevo y los hishuajes salados que le gustaaaan! ¡También hay arepas y elotes sancochados calientitos! ¡¿Cuántos les dejoooo?!

¡Chin! fue una sacudida y aterricé otra vez en mi sillón.

Desde entonces ¡qué Depre ni qué Depre…! ¡La vida es hermosa, es cálida, con esa calidez del amor; un amor, de la fraternidad! ¡Estamos aquí para servir a quien nos necesite, para apoyar a nuestra familia y todas las causas justas que lo requieran! ¡Para sentir olores y sabores! ¡Para escuchar la maravilla de la música clásica, con la misma sensación de bienestar que nos produce un trío de voces y guitarras o un canto infantil en un jardín de niños! ¡Sentir en la piel la sensación del calor y del frío! ¡Ver el amanecer y el atardecer de un día soleado! ¡Admirar la inmensidad del mar o de un desierto!

Todas las maravillas naturales que nos rodean son nuestras en el fondo de nuestro corazón y son espectáculos gratuitos, nos los regala la naturaleza. ¿Dejar mi mente en blanco? ¿Apagar el motor que me une al mundo maravilloso?

¡Jamás! ¡Nada interno que nos suceda vale la pena de renunciar a la vida! ¡Somos seres de luz porque podemos pensar, sentir, amar, gozar y también llorar y entristecernos por ratos, pero nunca dejarnos vencer por sentimientos negativos!

Somos los reyes de la creación y nuestro reinado es el mundo entero.

*Coordinadora General de la Casa de la Historia de la Educación en Yucatán

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