Roger Aguilar Cachón
Hoy es un día importante para la religión católica, ha nacido en el portal de Belén, el Niño Dios, el Salvador, y hasta ese sitio han llegado numerosos peregrinos, incluso los Magos que, provenientes de Oriente y cabalgando en camello, elefante y caballos, se han postrado ante Él para rendirle respeto y admiración.
Anteriormente, en la sociedad actual, se han realizado en muchos lugares de nuestra geografía urbana un gran número de Misas de Gallo, para conmemorar esta efeméride. Desde las 8 de la noche hasta las 10, en muchas iglesias se ha llevado a cabo esta ceremonia, en la que número determinado de personas se reúnen para participar en estas ceremonias que revisten importancia suma para los católicos.
La Navidad llegó, aunque en nuestro mundo cuando salgan estas líneas, muchas horas antes ha llegado, por la diferencia de horarios, en algunos países, cuando estamos nosotros en Yucatán al mediodía en lugares alejados de nuestros husos horarios ya están festejando la Navidad. Pero la nuestra, la yucateca, es hoy, y eso trae muchos recuerdos al de la letra. Si bien es cierto que la Navidad, en el sentido familiar ha cambiado mucho, se trata de que permanezca el espíritu de la misma.
Seguramente las personas que ya pasan más de los 60 calendarios, recordarán que se procuraba que nuestros papás hacían lo posible por que fuéramos temprano a acostarnos para que pudiera llegar a la casa Santa Claus. Hay que mencionar que días anteriores ya se había llevado la carta a uno de los lugares donde se recolectaban, aunque debo de decirles caros y caras lectoras, que nunca tuve la certeza que las cartas que escribía con mis hermanos Carlos y Javier, llegaran a tal depósito. Pero eso no tenía la menor importancia, ya que una vez que nuestras cartitas se las entregábamos a mi mamá, era seguro que llegaran a su destino.
Pero, a partir de esa fecha, nuestra conducta tendía a cambiar de un extremo a otro, esto se debía a que Santa nos estaba viendo y si de casualidad nos portábamos mal, era seguro que no trajera todo lo que habíamos pedido, aunque en el mayor de los casos, siempre había algún faltante de nuestras cartas. Había que hacer lo posible por portarnos bien.
Nuestros papás vigilaban días previos, para que no nos asomáramos donde estaban guardados los regalos, en el mayor de los casos encima de los estantes o roperos y cuando era de mayor tamaño se escondían en casa de las tías, donde era menos probable que los descubriéramos. El creer en Santa Claus era una de las cosas más bonitas que podíamos tener los niños de aquellos años, la ilusión que nos trajera algo era muy alentadora. Ya con el paso de los años, creo que hasta los 10 años aún creíamos en Santa Claus.
Se despertaba temprano y no se acostumbraba en aquellos años que los regalos estuvieran debajo del árbol de Navidad, a nosotros nos los ponía “Santa” debajo de nuestras hamacas. Había que tener cuidado de no pisarlos, pero el sonido que invadía la casa era el del papel romperse para descubrir que nos habían traído. Es posible que ni desayunáramos, ya que nos pasábamos todo el santo día con nuestros juguetes. Era diversión y alegría. Seguramente la mamá del de la letra se ponía contenta al ver nuestras caritas felices. Misma situación que nos pasa cuando somos papás y tenemos que hacerla de Santa durante varios años.
En aquellos año, no era costumbre hablar del recalentado, simplemente se comía lo que había quedado de la cena anterior, aunque debo decirles que en la casa del de la letra no había cena en el sentido estricto de la palabra. Se cenaba cuando se tenía hambre y lo que quedaba se metía al refrigerador, para comer al otro día. Siempre había más comida de la que se había hecho, las tías llevaban algo. Pero lo que se comía en Navidad y muchos días después era el pavo, en el mayor de los casos asado y ensalada de pollo, no era mucha la oferta gastronómica navideña.
Con ese poco se pasaba el día de la Navidad comiéndolo con francés, o bien con pan de molde para hacer sándwiches. No se acostumbraba en casa del de la letra otras viandas, es posible por la situación económica de la familia. Pero con el paso de los años eso cambia poco a poco y la gastronomía navideña se va enriqueciendo. Por ejemplo, ya joven, el de la letra se acuerda que en una ocasión su mamá compró un pavo en galantina, ya que decía ella que estaba muy bueno, pero a nadie le gustó y se tuvo que comer otra cosas los días subsiguientes.
El día de Navidad reviste, hoy día, una importancia tanta como la de la noche anterior, esto es que la familia se reúne de nuevo y se come lo que se cenó, es lo que se llama el recalentado, aunque dicho sea de paso también se usa este término para las fiestas de boda, cumpleaños y otras celebraciones.
Hay una cosa importante que mencionar: en muchos hogares se acostumbra romper la piñata para los niños, la mayoría son de Santa Claus, aunque puede haber otras con diseños diferentes. Hay unas que se venden allá por Chuburná por una persona de la tercera edad en forma de pavo, lo importante más que la forma, es el hecho de romperlas y convivir con los niños y no tan niños de la familia.
Hoy es Navidad y hay que comer el recalentado, con una oferta gastronómica muy variada, ya que hay que mencionar que son pocas las casas donde se acostumbra hacer la comida, hay la posibilidad de encargarla, al mediodía se reúne de nuevo la familia que va llegando poco a poco, en muchos casos se cambia la sede de la noche anterior y esa comida puede pegar con la cena.
Se acostumbra comer el pavo en alguna de sus sabrosas opciones, el bacalao (que no a muchos les gusta), la pierna claveteada, el sandwichón de varios estilos y sabores, el jamón, el frijol refrito que al siguiente día adquiere un sabor indescriptible acompañada de sus tostadas o como se les llama hoy, totopos, las bebidas no tienen parangón, ya que va desde los simples refrescos, pasando por las cervezas, brandys, whyski, etc, y para la gente fina, los vinos. Sin olvidar los postres que puede ser algún pan fino, una rosca, pastel o para la gente fina fruit cake. Las manzanas, peras y nueces son de obligación.
Y ustedes, caros y caras lectoras, ya saben a qué hora irán al recalentado, dónde será, aunque siempre en la noche previa se ponen de acuerdo. Hay que comer con moderación para evitar los problemas de índole gástrico, ya que al otro día hay que trabajar –los maestros no–. Caros y caras lectoras, desde esta tribuna, deseamos tengan una muy Feliz Navidad y un sabroso recalentado.