Ariel Avilés Marín
La sabiduría de los refranes se comprueba una vez más. “Nadie puede ver ojos en cara ajena”, y este principio se ha hecho presente con una fuerza negativa muy lamentable. Tal pareciera que el peor enemigo de un mexicano, es otro mexicano. Esto es reprobable y, además, muy lamentable. Si a esta postura agregamos elementos más negativos como racismo, intolerancia, al asunto toma giros de mayor gravedad. Seguramente ustedes se estarán preguntando de qué hablo, o bien ya se imaginarán que me refiero a los triunfos tan sonados de la película Roma, a Yalitza Aparicio y Alfonso Cuarón y con ellos, las feroces y desatinadas estulticias que figuras destacadas del cine nacional han proferido, y las descalificaciones de gente que, sin los conocimientos mínimos del séptimo arte, han lanzado con verdadera inquina en las redes y en cualquier medio a su alcance.
Expresiones como “india de mierda”, “esa película es una basura”, “un escritorzuelo de izquierdas”, han puesto de relieve lo más negro guardado en las almas más diversas, y en algunos casos, son más lamentables por provenir de personas que, como reza el dicho popular: “tienen cola que les pisen”.
Abre fuego, y es además el caso más lamentable, la primera actriz Patricia Reyes Espíndola, quien dijo: “No tiene vocación de actriz y su éxito será efímero”, y agrega: “Porque no es su vocación, no es lo que quiere”. La declaración es lamentable precisamente por provenir de una primera figura de la actuación dramática en México, de una actriz consagrada y de inobjetable prestigio bien ganado. Pensamos que lo hizo a la ligera y sin una reflexión profunda. Pero lo dijo, públicamente y a los medios de comunicación, y su comentario es lamentable y reprobable.
Más bien para mover a risa fue lo declarado por Yuri, quien, lo peor del caso es que tuvo la intención de defender a Yalitza, pero cuando lo de adentro no está en el orden debido, lo que sale al exterior resulta lamentable. La conocida cantante veracruzana, convertida a cristiana para salir de sus fuertes problemas de adicción, externó: “Mucha gente dice que si estás en Hollywood tienes que estar muy mexicana, pero muy bonita y con cuerpazo, y ella es todo lo contrario”; en seguida, como que le cayó el veinte, le dolió la pata metida, y corrige: “Claro, esto quiere decir que sí se puede triunfar si tienes talento”; pero como asienta el proverbio latino: “Lo escrito, escrito está”; o “tarde piacce”.
Una conductora de televisión de Monterrey, Elsa Burgos, externa: “¿Les parece espectacular la actuación de Yalitza para el Oscar? ¡Ella no actuó! ¡Ella es así!”. A la conductora de marras habría que aconsejarle ver “Doña Bárbara”, inmortal película que llevó a María Félix a la cima universal de la fama, fue esa cinta la que le impuso para siempre el sobrenombre que llevó el resto de su vida: “La Doña”, y de la cual se dice: “María Félix no actuó en esa cinta, fue ella misma”. La Srita. Burgos debe ver más cine de calidad y alejarse del desempeño de conductoras como Galilea, Legarreta y otras de esa misma calidad, para no decir atrevimientos sin sustento.
Laura Zapata también hizo lo suyo. A Laura Zapata me toca verla como una joven, talentosa y prometedora actriz de teatro de la mayor calidad. En 1984, se presenta haciendo el estelar de la tragedia de Jean Racine “Andrómaca”, con la Compañía Nacional de Teatro, bajo la dirección del inmortal Pepe Solé. Laura encarnó a la propia Andrómaca y comparte estelar con el gran actor Arturo Beristáin, como Orestes. Vimos en ella una gran actriz con un futuro prometedor en el teatro serio y de calidad; poco después, Zapata oye el canto de las sirenas y se dedica a hacer papeluchos de telenovela, y lo peor, a la sombra de su sobrina, Thalía Sodi, ese fue el triste camino de toda una promesa del teatro mexicano. Laura Zapata declara sobre Yalitza: “La oaxaqueña obtuvo su nominación gracias a la suerte de las feas”; en seguida agrega: “No es cierto, está bien, tuvo suerte, qué padre, no hay que envidiar a nadie ni criticar a nadie y a ella le tocó. Muchas quisieran”. ¡Qué pena! Ya había dicho lo que no debía.
El caso más indignante es el de Sergio Goyri, actor de telenovelas y de cintas mexicanas de esas de la peor calidad. Goyri fue un futbolista de segunda categoría en la escena nacional, y un buen día, cambia los tacos por el foro de actuación por televisión y las filmaciones muy a lo de los hermanos Almada. Si las críticas ya citadas de las otras actrices son censurables, al provenir ésta de un hombre, que no de un caballero, lo hace más grave. Con tremendo desatino, Sergio Goyri dice: “Que metan a nominar a una pinche india que dice: ‘Sí señora’ y ‘No señora’… y que la metan a la terna para la mejor actriz del Oscar”. ¿Cuántas cosas negativas de la peor categoría conlleva este desafortunado comentario? Todas las imaginables y de los peores calificativos.
Por último, el conductor norteamericano Jimmy Kimmel, del conocido programa “Jimmy Kimmel Live”, entrevista a Yalitza, todo va bien, hasta que el conductor le hace una pregunta mal intencionada a la joven actriz: “¿Conoce usted a Alfonso Cuarón?”, a lo que con toda sencillez y franqueza, ella responde: “No, después del casting busqué en Google quién es”; con toda sorna, Kimmel se ríe y le pregunta entonces si conoce la plataforma Netflix. Aquello fue la gota que vino a derramar el vaso, es una ofensa al pueblo sencillo, rural, rústico de todo México.
Yalitza Aparicio es nacida en el poblado de Tlaxiaco, heroica población del Estado de Oaxaca, un lugar de origen mixteco y triqui que conserva con gran celo sus más profundas tradiciones ancestrales. Tlaxiaco, en sus procesos electorales, no se sujeta a la Ley Electoral del Estado de Oaxaca, sino a su tradición fundamentada en usos y costumbres seculares. He tenido el privilegio de atestiguar la elección de un alcalde en ese lugar, y es verdaderamente increíble cómo se lleva a cabo y el profundo respeto a la autoridad de los ancianos que la presiden, cuyo fallo es inapelable y que, sencillamente, nadie se atreve a cuestionar. En este ambiente, nace y crece Yalitza, su padre es mixteco y su madre triqui, y aunque parezca increíble, no hablaba sus lenguas maternas, aprendió mixteco para la filmación de “Roma”. Su vocación la lleva a la docencia y está cursando la carrera de educadora y trabaja en un jardín de niños. O sea que, Yalitza es una persona del pueblo, sencilla, auténtica, sin afectaciones ni pretensiones que no van con su manera de ser. La mirada experta de Alfonso Cuarón se fija en ella y la lleva a la pantalla sin más ni más, sin relaciones inconfesables, sin intereses vergonzantes, sin deberle nada a nadie. Por esas causas, es que son muy dolorosas las descalificaciones, las críticas mordaces, la aplicación de calificativos peyorativos (pinche india) dirigidas a una persona que no ha perseguido, que no ha buscado con métodos inconfesables, el brillo y el triunfo de una meteórica carrera en el cine, y que, en este momento, le guste o no a quien le tenga que gustar, está en el umbral de recibir uno de los más grandes premios que en materia de cinematografía existe en el mundo, el Oscar.
El brillo sencillo y puro de una indígena mixteca, de una gente entrañablemente de origen popular, ha hecho aflorar en las bocas desafortunadas de figuras del medio del séptimo arte, cosas muy negras que estaban en el fondo de sus entrañas. Sentimientos inconfesables, de esos que se guardan con celo y mucho cuidado para que no saquen el rabo por debajo de las recatadas vestiduras. De esos que, se sabe, exponen a la descalificación. Y ha salido de ellos con una naturalidad pasmosa, con una sinceridad digna de mejores causas. Racismo, desprecio, soberbia, intolerancia, envidia, tal parece que nos hubiera tocado asistir a un pasaje bíblico de esos en los que se nos alecciona sobre los pecados capitales y se ilustra cada uno con un ejemplo objetivo y apabullante. Es asombroso ver cómo el brillo ajeno hace aflorar los peores sentimientos que están agazapados en la obscuridad del alma.
El triunfo de Yalitza es tan limpio, tan natural, sin pretensiones, que esos lodos hediondos no lo alcanzan. Junto con Yalitza, la figura de Cuarón brilla también con luz propia. Ya excelentes películas anteriores a “Roma” han puesto su nombre como uno de nuestros mejores cineastas, reconocido dentro y fuera de México. Juntos, Yalitza y Alfonso ya han puesto muy en alto el nombre de nuestra patria, ganen o no, carece de importancia, con tan sólo su nominación, México ya ha brillado este año en la Academia Hollywoodense, y lo ha hecho junto a los nombres de Yalitza Aparicio y Alfonso Cuarón.
A esa pobre gente que ha mostrado lo negro de su interior, hay que recordarles que como dijo el juglar, hace muchos, muchos siglos: “Cosas veredes Mío Cid, que harán fablar a las piedras”.