Jorge A. Franco Cáceres
Introducción
Si pocos reconocen en Mérida que vivimos tiempos de riesgo patrimonial debido al cambio climático por industrias contaminantes, y menos hay quienes asuman los momentos de controversia social causada por la degradación ambiental de las empresas tóxicas, ¿acaso no es más que un montaje publicitario del Ayuntamiento eso de hablar de la importancia de los ecosistemas para la biodiversidad local, porque todos dependemos por completo de los servicios ambientales que nos brindan? Veamos a continuación por qué nosotros pensamos que, efectivamente, es sólo un montaje publicitario.
Evolución beogeocenótica, cambio climático, degradación ambiental y dependencias municipales
Si la evolución de la biogeocenosis bajo el cambio climático y la degradación ambiental es ignorada por las dependencias municipales, ustedes creen que exista algún munícipe titular capaz de responder las siguientes preguntas: 1) ¿qué ecosistemas están profundamente intervenidos por las industrias contaminantes y las empresas tóxicas?, 2) ¿cuáles son los mínimamente afectados por ambas en términos patrimoniales?, y 3) ¿existe alguno que no haya sido intervenido por las actividades de industrias contaminantes y empresas tóxicas?
Otra pregunta pertinente para las autoridades municipales es: ¿cómo pretenden valorar, a ciegas o a tientas, qué tan preocupantes son los síntomas de nuestras regresiones biogeocenóticas en la relación sociedad urbana-paisaje cultural, determinadas por esas creencias citadinas de predominio industrial/empresarial sobre el entorno natural, pero también por el paradigma global del crecimiento salvaje a costa del patrimonio cultural?
Como hemos registrado en varios eventos sobre crecimiento económico y en algunos sobre protección civil, el Ayuntamiento tiene un doble discurso sobre el cambio climático y la degradación ambiental.
Por un lado, tenemos esa demagogia de los munícipes sobre el desarrollo sostenible, así como su letanía sobre combatir el cambio climático con la reducción de sus emisiones contaminantes y el apoyo al desarrollo de las energías renovables. Y, por otro lado, padecemos que las dependencias sigan autorizando proyectos inmobiliarios por todos los rumbos urbanos y facilitando empresas industriales y transportistas que dependen del consumo enfermizo de combustibles fósiles y energías no renovables. Han recurrido, incluso, a los recursos publicitarios de las huellas y los bonos de carbono, para pretenderse al día en estos temas tecnocráticos.
Lejos de las posturas municipales, intentando avanzar un poco contra sus dobleces, sujetas a afanes industriales/empresariales, debemos revisar los pocos estudios profesionales e investigaciones científicas que se han realizado en Mérida sobre los efectos integrales de los fenómenos extremos y los impactos múltiples de las actividades humanas en los ecosistemas locales. No hay mucho al respecto, debido a que las universidades públicas y privadas no se involucran con la complejidad de la problemática, permaneciendo así minusválidas por sus apegos a enfoques administrativos de recursos naturales.
Imposible para nosotros es aceptar que ante factores perturbadores: naturaextremos o antropogénicos, de las dinámicas biogeocenóticas, sólo proceda que las autoridades emeritenses aprovechen las circunstancias creadas para reclamar fondos contingentes, mientras se atienen a los mecanismos de resiliencia de los ecosistemas locales, es decir, aquellos procesos por los que tienden a recuperarse la estabilidad y el equilibrio dinámicos. Conste acá que seguimos considerando los términos trasnochados de ecosistemas, para no ir demasiado lejos en nuestros conceptos patrimoniales ante las posibilidades compresivas de las dependencias municipales.
Nos fascinaría ver posiciones avanzadas sobre el cambio climático y la degradación ambiental en Mérida, en las que los munícipes y las dependencias reconozcan abiertamente que, siendo múltiples los factores internos y externos que intervienen en las dinámicas de los ecosistemas locales, se producen flujos continuos de entradas y salidas de materia y energía para que puedan equilibrarse o no los procesos. Así constataríamos que algunos de ellos entienden que, en el discurrir de los ciclos continuos, los factores naturaextremos y antropogénicos vienen catalizando procesos ascendentes, descendentes y de inflexión o reversión en sus grados de resiliencia y estabilidad.
Si el Ayuntamiento reconociera que los mecanismos naturales de equilibrio dinámico y resiliencia de los ecosistemas locales se han ido alterando en la medida que los grados de intervención humana han sido más agresivos y que sus actividades económicas se han ido tecnificando y sofisticando, empezaríamos a creer algunos de sus pregones ocasionales sobre sostenibilidad. Y si ahí se atrevieran también a declarar que todo ha sido por costos patrimoniales de un modelo de pésimos usos del suelo, lamentables usos del aire y patéticos usos del agua, con impactos residuales contaminantes y daños energéticos persistentes para satisfacer los reclamos sectoriales, reconoceríamos que entienden los términos de la Agenda 2030.
No sucede así porque en el Cabildo emeritense, los que defienden la relación industria/empresa-ambiente desde la perspectiva neoliberal, no asumen que la capital yucateca padece el fenómeno siniestro del desplazamiento de las industrias contaminantes y las empresas tóxicas del Norte al Sur, y menos admiten que esto sucede debido a la inoperancia de las regulaciones biogeocenóticas locales, es decir, las que se tienen aprobadas para los componentes edáficos, geomorfológicos e hidrometeorológicos dentro de la biocenosis. Mérida es así una más de las víctimas patrimoniales del fenómeno global en que los ecosistemas locales son usados como refugios de tecnologías contaminantes e, incluso, basureros ambientales de las industrias tóxicas.
Conclusión
Siendo así las cosas, poco o nada puede avanzarse, ni menos lograrse en términos de la Agenda 2030 desde las dependencias municipales, para enfrentar las causas estructurales y sistémicas de la degradación ambiental y el cambio climático que padecen los ecosistemas acuáticos, terrestres y arbóreos en la capital yucateca. Seguiremos observando los empeños publicitarios del Ayuntamiento de Mérida, en el entendido de que no tienen nada realmente avanzado al respecto.