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Yucatán

Conrado Roche Reyes

Un gran acierto de el Centro Cultural ProHispen ha sido el de colocar placas conmemorativas a las puertas de los domicilios de algunos de nuestros más destacados prohombres, por ahora en la ciudad de Mérida, ya que en plática informal con Margarita Díaz Rubio, le hablé de un proyecto para hacer lo mismo pero en la “ciudad de los cerros”, es decir, Izamal, prolífica en gente ilustre y, por lo pronto, ella aceptó y el proyecto sigue en el aire, y seguros estamos de que se hará realidad al tiempo.

Muchísima alegría y orgullo me ha dado el saber que una de las primeras placas que se colocarán aquí en la ciudad de Mérida corresponde al que fuera durante sus últimos años mi gran amigo y en cierto sentido mi protector, dicho esto en el mejor sentido de la palabra, Raúl Maldonado Coello, q.e.p.d.

A Raúl lo miré por primera vez siendo yo un niño. Por entonces Chini, como era conocido cariñosamente por todo mundo, formaba parte del primer conjunto de rock and roll que existió en Yucatán, ya que en lo personal, desde pequeño, y por influencia de mi hermana María Luisa (hoy a sus mucho más de setenta años, ella tiene en su cuarto fotos y póster de Elvis Presley cual quinceañera. Pobre de usted si pone en duda la calidad o habla mal del rey del rock, mi hermana le dejará como palo de gallinero) desde el momento en que escuché el primer disco de rock, mi existencia cambió por completo. Agradándome casi toda clase de música para entonces, para mi todo fue rock y más rock. Nos reuníamos en casa de algunos de mis mejores amigos modelistas, también amantes del gran y por entonces novedoso ritmo, a escuchar los últimos discos que salían al mercado, e íbamos a la difusora en donde tocaba, como antes dije, el primer grupo de rock en Mérida. Se trataba de Los Platinos. Un muy buen grupo que tocaba los covers de los éxitos norteamericanos bastante bien, sobresaliendo entre ellos, siendo la bujía y clutch de la agrupación musical, su baterista, que era –por entonces no lo sabía– Raúl Maldonado Coello. Le daba bien y sabroso al gran ritmo. Llegaron a tocar en la variedad de las inolvidables tandas del teatro Fantasio, que era el espaldarazo para tu calidad en cualquiera de las ramas del arte. Recuerdo también que allá mismo, en la canción tradicional norteamericana La marcha de los Santos, los elementos de cada grupo lucían sus habilidades, ya que en la letra se hablaba del nombre de cada ejecutante durante sus respectivos “solos”. Cuando llegó el turno al baterista, Chini tocó como un poseído, llegando a darse de baquetazos en la incipiente barriga que, posteriormente, sería sello de su personalidad (“Raúl –le aconsejaban– baja de peso, no vez la barrigota que tienes, además por salud”. A lo que él respondía: “¿Queee? No sabes cuánto dinero ya me costó llenar esta bodega”. Y es que Raúl siempre tenía la broma y el chascarrillo a flor de piel). Los Platinos llegaron a actuar en todo el sureste mexicano y tuvieron una temporada con muy buena aceptación en Centroamérica, de Belice para abajo. También grabaron un disco con un pieza que tuvo bastante aceptación, titulada “El vendedor de melones”.

Posteriormente, influencia de su padre, un gran pintor y en su época director de la Escuela de Bellas Artes de Yucatán, se dedicó a cuestiones culturales.

Chini, además, comenzó a escribir en diferentes medios periodísticos y privados sobre cuestiones culturales. Lo hizo en ellos, en suplementos amén de ser, creo yo, uno de los mejores diseñadores gráficos que hemos tenido. Raúl, un personaje siempre con inquietudes, también estuvo en el negocio de la cerámica decorativa. La tienda se llamaba Mayakat, cerámica decorativa. Su local estuvo durante un tiempo ubicado en el Paseo de Montejo, recuerdo vivamente que ahí presentó mi señor padre su libro El caso Valdivia. Ahí comenzó mi amistad con Raúl. Posteriormente, se traslada a la colonia Alemán, muy cerca de El Cohete.

Por entonces, además de su trabajo como ceramista, librero, y todo le que pudiera hacer en pro de la cultura y principalmente la de defender nuestra identidad. La empatía fue inmediata.

Los tiempos de cambio llegaron. Quisimos respirar un poco de aires de libertad, entonces Raúl funda la revista Dosis, que abarcaba esencialmente lo contemporáneo en música, además de secciones culturales y de interés. La revista nunca dejaba a nadie indiferente. Su forma natural siempre fue interesante, polémica y con buen fondo.

Raúl Maldonado siempre fue un incansable promotor cultural. Formó un grupo de amigos que desinteresadamente se incluyeron en sus proyectos. Las reuniones se verificaban todos los martes en el Café Royal de mi entrañable amigo y maestro Enrique J. Vidal Herrera. Ahí se pasaban las horas volando. Charlas sobre diversos tópicos, incluyendo la política. Acudían sin fallar Jorge Cortés Ancona, Joaquín Bestard Vázquez, Faulo Sánchez Novelo, Eugenia Montalván Colón, Svetlana Larroche, Fidencio Briceño Chel, Roldán Peniche Barrera, Jorge Ortiz Mejía, Jorge Canché Escamilla, un servidor, y muchos más que escapan a la memoria. Siempre Raúl fue un gran aglutinador.

En la radio tenía –teníamos, como él decía–, un hermoso programa en el que cada miembro del grupo se explayaba en su respectiva trinchera literaria, musical, política, arte, amor y todo lo demás. Dicho programa, exitosísimo, se llamó “Amigos, Arte y Tradiciones”. Completa y democráticamente incluyente. Ahí escuché a un grupo de reggae cantar este jamaiquino ritmo en maya. Finalmente, dado el éxito y la calidad del programa, su director Raúl Maldonado Coello –y por extensión a sus colaboradores– le fue otorgado el Premio Nacional de Periodismo Radiofónico (aún guardo con mucho cariño el anillo conmemorativo de aquella presea).

A su partida, por más esfuerzos que se hicieron, aquel hermoso grupo de personas jamás logró volverse a integrar. ¿La razón?, no había en Mérida un gigante de la promoción y la inclusión intermediario, consejero y aglutinador como Raúl Maldonado Coello, nuestro querido e inolvidable Chini.

Por lo tanto, vayan desde estas líneas las más sinceras felicitaciones a ProHispen por esta bella iniciativa.

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