Víctor Salas
Cuando recién fue tapado el mural de la artista chicana Juana Alicia, me llamó tanto la atención que acudí de inmediato para averiguar cuáles habían sido las razones de tan absurda decisión.
Fui atendido por la maestra Gladis Cervantes Alpizar, quien entre sonrisas cargadas de amaneramientos me dijo que “fue una decisión de los muchachos, ¿verdad?, y aquí se respeta lo que ellos quieren, ¿verdad?”.
Insatisfecho con esa respuesta, acudí a uno de esos personajes calificado de defensor de la cultura yucateca y a un pintor de reconocimiento social. En los dos casos fui escuchado, y nuevamente las sonrisas amables fueron la respuesta.
El mural de Juana Alicia fue producto del entusiasmo de tener una escuela superior de artes. Era el momento de recepcionar propuestas novedosas y de integrar visiones universales a determinadas áreas de ese espacio.
De buenas a primeras un grupo de mujeres se apoderó de la ESAY y comenzaron a manejarla como si fuera su propiedad particular. Comenzaron también los fracasos. En danza, se dieron contra la pared, a pesar de haber probado con maestras como Sonia Castañeda, Leonor Medina, Pina Jaroush, y un enorme etcétera. Finalmente cayeron en que lo mejor era hacer docencia en danza. La razón de ese fracaso era simple, sencillo, elemental. El ballet no puede enseñarse en edades correspondientes a universitarios. Y no hay éxito posible ni con la asesoría de Ramona de Saa o Angélica Klin, ambas súper maestras de ballet, pero no magas.
En ese período del poder absoluto de las cuatro superfantasticas artistas fue tapado el mural.
Ahora bien. Los edificios públicos deben estar reglamentados en sus usos y debe haber leyes que rigen a los funcionarios que trabajan en ellos. Desde esa perspectiva, ningún funcionario puede tener el derecho o la autoridad para decir esto no me gusta y que lo quiten. Menos una obra considerada arte público como lo es un mural.
¿Por qué, la escultura de los Montejo, en el Paseo homónimo no ha sido quitada pese al clamor de muchas personas? Por lo mismo, porque hay regulaciones sobre obras de tal naturaleza.
El actual director de la ESAY no es responsable de la tapadura de esa obra. En su inteligencia y amplia cultura musical, debe caber la razón al exponerlo nuevamente a la sociedad para la que fue creado.
Juana Alicia tiene todavía alternativas para luchar por el respeto a su obra. Una de ellas el Congreso, representante supremo del pueblo y voz autorizada para pedirle al gobernador mismo su intervención. Otro camino es la Comisión de Cultura del Congreso de la Unión o la Secretaría de Cultura que tiene departamentos de conservación y preservación de obras públicas, como los murales del país.
En lo personal, me parece vergonzoso que el trabajo de una artista como Juana Alicia viva un atropello de tal naturaleza. Al parecer, el fascismo goza de cabal salud en Yucatán.