Yucatán

Caricaturistas no deben perder el rumbo

—¿Los caricaturistas de izquierda están en crisis luego de que llegó al poder un gobierno de la misma tendencia?, le pregunto a Darío Castillejos, uno de los cuatro caricaturistas que participó en la mesa panel “A cartón quitado. Visiones de México a través de la caricatura”.

—No lo creo, además de que es poco tiempo para emitir un juicio definitivo; los caricaturistas seremos fieles a nuestra tradición de criticar a los representantes del poder sean de la tendencia que sean; honestamente no creo que los caricaturistas de izquierda vayan a hacer caravanas al poder.

—Los caricaturistas de izquierda crecieron, por así decirlo, mientras combatieron a los gobiernos de derecha del PRI y del PAN, ¿crees que con la llegada de AMLO a la presidencia se fortalecerán los caricaturistas de derecha?

—No, ellos también son congruentes con su ideología y seguirán operando a favor del poder económico como lo han hecho por décadas. La labor de los caricaturistas, no de todos, se vició con el paso del tiempo con el fin de obtener beneficios del poder, no sólo político, sino de los poderes fácticos; el “chayote” limitó y vulneró la libertad de expresión, me responde.

Darío, junto con Ángel Boligán Corbo, Rafael Pineda (Rapé) y Waldo Matus, en serio y en broma, conversan sobre su oficio, sobre las ventajas y desventajas que representa la era digital; los riesgos y los retos que enfrentan los caricaturistas para no caer en la propaganda, el descrédito o el ataque personal; la necesidad de conseguir fondos para vivir dignamente y de alentar el surgimiento de nuevos talentos. Todos ellos son admiradores de Rius, el gran maestro, el semidiós de los moneros, que trabajó prácticamente hasta su último aliento. También rinden pleitesía a otros grandes como Naranjo y Helioflores.

Están convencidos de que la caricatura ayuda a entender situaciones complejas y lo hace gracias a su capacidad de síntesis y, desde luego, gracias a la exageración, que es su recurso por excelencia.

—Lo que es grande en la realidad en la caricatura es enorme, en tanto que lo que es pequeño en la realidad en la caricatura desaparece. Es una ley, sentencia Darío.

Por su parte, Boligán dice que los caricaturistas son cronistas gráficos de la época que les toca vivir y un buen caricaturista siempre apunta a la sonrisa para pegarle al blanco en la cabeza. Dice que en su caso siempre ha tratado de no asumir compromisos partidistas, a fin de no comprometer la honestidad de sus dibujos. Desde luego, tiene claro que la caricatura siempre tiene que plantearse temas sociales, sobre todo ahora que habitamos un planeta revuelto, acosado por la desinformación y la manipulación de políticos y gente poderosa económicamente.

Subraya que en México, país que experimenta un cambio de régimen, “los moneros estamos en la línea de fuego; hemos ganado con las redes sociales, pero hay que tener seriedad y responsabilidad con lo que hacemos y no actuar a la ligera”.

Darío expresa que la participación de los caricaturistas es hoy más necesaria que nunca ante la gran expectativa del pueblo por el viraje político inédito que experimentamos.

—Creo que el gobierno ha dejado de lado la sordera, que caracterizó a los anteriores, para escuchar las demandas del pueblo, pero no hay que ser complacientes con los hombres del poder, sino afinar el ojo para criticar mejor, dice.

Considera que los gobiernos deben saber capitalizar la crítica, que es consustancial en cualquier régimen democrático, y también que la caricatura tiene un compromiso consigo misma.

En tono jocoso comenta que, aunque muchos padres lo duden, la caricatura sí da para vivir, aunque no para tener lujos, como comer y vestirse.

—Los caricaturistas somos la infantería de la libertad, la voz de los que no la tiene, señala.

Waldo opina que el surgimiento de nuevos géneros, como la ilustración, los cómics y la era digital han mermado en algo el prestigio de los caricaturistas, muchos de los cuales son víctimas de sus obsesiones políticas y descuida aspectos importantes, como la mercadotecnia de sus obras.

Rapé coincide con Waldo en el sentido de que los caricaturistas no solo se deben de ocupar de cuestiones políticas sino de reflejar la vida cotidiana de las personas y todas aquellos problemas que las afectan, como la violencia, la contaminación ambiental, la violación de los derechos humanos y para ello deben echar mano de todas las técnicas a su alcance para llegar a un mayor número de personas. Para él, no sólo hay que dominar la técnica para luego cultivar un estilo propio, sino construirse un bagaje cultural amplio.

Considera que, no obstante los problemas que enfrenta el gremio, los caricaturistas no son una especie en peligro de extinción, pues afortunadamente hay mucho jóvenes interesados en este arte en todas las regiones del país, que sólo esperan una oportunidad para que se difunda su trabajo.

Rapé subraya que las personas que se quieran dedicar a este oficio necesitan disciplina, constancia y talento.

Boligán retoma la palabra para indicar que con la era digital se ha ganado inmediatez y se ha acabado la censura, pero aún así los caricaturistas no han encontrado la manera de obtener algún beneficio de su incursión en el ciberespacio.

—Los millones de “likes” no dan para vivir, concluye.

(Faulo M. Sánchez Novelo)