Los celos no justifican por ningún motivo que un hombre acabe con la vida de su pareja, pues si así fuera las mujeres ya habrían acabado con todos los hombres infieles, aseveró ayer la Dra. Rocío Quintal López, profesora investigadora del Cuerpo Académico de Estudios de Género del Centro de Investigaciones Regionales “Dr. Hideyo Noguchi” de la UADY.
En el marco del Día Naranja, programada con miras a la eliminación de la violencia hacia las mujeres, la académica impartió la conferencia magistral “Amar sin violencia y no morir en el intento”.
La Dra. Quintal López detalló que, lamentablemente, en la mayoría de los casos todavía las mujeres afectadas no denuncian, porque hay ineficiencia de las autoridades por atender las quejas e incluso se revierte contra ellas por falta de garantías del sistema de impartición de justicia.
—La violencia es el acto u omisión único o repetitivo, cometido por un miembro de la pareja, encaminado a controlar y subyugar al otro, mediante juegos de poder de tipo físico, psicológico, emocional, verbal, económico y/o sexual, aseveró.
Agregó también que, para que una conducta violenta sea posible, tiene que darse una condición: la existencia de cierto desequilibrio de poder y que, en una relación violenta, la persona que sufre violencia renuncia al poder que tiene sobre sí misma, para dárselo a la otra persona que la ejerce sobre ella.
Violencia diversa
Señaló que, entre los distintos tipos de violencia que se han identificado en las relaciones de noviazgo, de acuerdo con investigaciones que se han realizado a nivel local y nacional sobre el tema, se encuentran la violencia física, la psicológica o emocional, la sexual e incluso la económica y patrimonial.
Esta última –continuó– es cuando la pareja toma el control sobre objetos propiedad de la pareja o intenta controlar la manera como dispone de su dinero y pertenencias; de los diferentes tipos de violencia que se viven en el noviazgo, los diferentes estudios realizados hasta ahora coinciden en que la de mayor incidencia es la violencia psicológica, un 76% del total de hombres y mujeres encuestados han sido víctimas de ella.
—La violencia psicológica comprende una serie de conductas verbales y actitudes tales como insultos, gritos, críticas, desvalorizaciones, amenazas, ignorar a la persona, entre otras, que buscan lograr el control y sometimiento, abierta o encubiertamente, de la persona.
La conferenciante señaló a los asistentes que este tipo de violencia es tan sutil y cotidiana que, en ocasiones, pasa desapercibida para quienes son el blanco de ella. No obstante, sus efectos pueden ser tan destructivos sobre la salud y el bienestar físico y mental de las personas, como los que se generan cuando se vive violencia física.
Debilitamiento progresivo
Explicó que las personas sometidas sistemáticamente a un clima de violencia psicológica o emocional sufren un debilitamiento progresivo de su confianza en sí misma, autoestima y capacidad de decisión, que a la larga se asocia con cuadros depresivos, miedo, tristeza, vulnerabilidad, ansiedad constante, abuso desustancias y puede incluso, en casos extremos, desembocar en el suicidio.
Mencionó la metáfora del agua que carcome las rocas para enfatizar este punto, diciendo que “cuando el agua cae sobre una roca las primeras gotas no tienen ningún efecto visible, pero con el tiempo el efecto acumulativo produce huellas evidentes, profundas y duraderas, y lo mismo sucede con la violencia emocional.
La pareja
Resulta importante –continuó– que los y las jóvenes estén siempre alertas, pues la violencia en el noviazgo tiene más de un rostro, puede aparecer incluso bajo el disfraz del amor, de tal manera que pellizcos, celos, llamadas incesantes, prohibiciones, chantaje emocional, críticas constantes y descalificaciones, insultos, aislamiento de amigos o familiares, e incluso alguna bofetada son toleradas en nombre del amor.
—Cuando no se ponen límites adecuadamente y permitimos manifestaciones de violencia durante el noviazgo, ésta no sólo continuará, sino que alcanzará una intensidad mayor cuando los miembros de la pareja deciden vivir juntos o casarse. De ahí reside la importancia de tomar acciones desde la etapa del noviazgo, pues al hacerlo estamos evitando futuras familias marcadas por la violencia intrafamiliar que siempre actuará en detrimento de quienes la viven, agregó.
Remarcó que todas las historias comienzan por una “historia de amor”, pero si los miembros de la pareja permiten que la violencia se cuele en su vida cotidiana y van minimizando los efectos nocivos que tiene en la relación de pareja y en el bienestar psicológico y físico de sus miembros, se puede llegar a un punto en el que la violencia se apodera de la vida de la pareja y ya no hay retorno, llegando incluso al asesinato de la pareja.
Estadísticas
Las estadísticas locales indican que el mayor número de asesinatos (47%) son cometidos por la pareja o ex pareja de la víctima, hasta ahora todas mujeres. Es decir, no poner freno a la violencia en la vida cotidiana de pareja puede ser el escenario que antecede a un feminicidio, entendido como el asesinato de mujeres por condición de género, de forma cruel y violenta.
Sobre los feminicidios, señaló que de acuerdo con los datos referidos en la investigación sobre el “Estado del Feminicidio en Yucatán 2008-2016”, realizada por organizaciones de la sociedad civil de Yucatán que trabajan con el tema, arroja los siguientes datos:
En el 2012 se incorpora el delito de feminicidio en el Código Penal de Yucatán; 2014 se clasifica como delito grave; 2016 se presenta el Protocolo de Actuación Ministerial, Pericial y Policial en el delito de feminicidio; entre el 2008-2016, con base en revisión de notas de prensa, datos de la FGE y el Consejo de la Judicatura, se registraron 94 muertes violentas de mujeres, 57 con causales para ser tipificadas como feminicidios; más del 50% de las mujeres asesinadas estaban entre los 21 y 40 años; 41% de los feminicidios ocurrieron en Mérida, el resto en municipios del interior del Estado con mayor población o cercanos a Mérida: Progreso, Umán, Kanasín, Valladolid y Tizimín.
Modificar las leyes
Asimismo, el 52% de los feminicidios fueron cometidos por la pareja o ex pareja de la mujer asesinada; los “motivos” o justificaciones que dieron los feminicidas fueron: celos, separación y supuesta infidelidad; la forma más común de asesinato de las mujeres fue el estrangulamiento, seguido del uso de armas punzocortantes, golpes con objetos y armas de fuego; 68% de los cuerpos de las mujeres asesinadas se encontraban en una casa habitación, así el hogar que debería ser el lugar más seguro para las mujeres en Yucatán, se ha vuelto el lugar donde encuentran la muerte; de los 57 casos susceptibles de ser tipificados como feminicidios, sólo 4 hombres fueron consignados por feminicidio y 1 fue sentenciado en noviembre del 2016.
También señaló que, hasta el día de hoy, no se considera la tentativa de feminicidio como delito grave en el Código Penal de Yucatán, es decir, si el hombre intenta, pero no mata a la pareja puede evadir fácilmente la justicia.
La especialista agregó:
—En la Fiscalía General del Estado hasta ahora ha imperado la impunidad, la negligencia en la integración de expedientes, la desinformación y falta de capacitación sobre el tema del feminicidio entre los fiscales, los magistrados, jueces y abogados.
Para el 2017 se cometieron 9 feminicidios y, en el 2018, se cuenta con un registro de 8 más.
Alerta
Señaló que, en Yucatán, las mujeres que han sido víctimas de un feminicidio consumado abarcan todas las edades, estratos sociales, escolaridad y provienen tanto del medio rural como del urbano; es decir, cualquier mujer de Yucatán puede ser asesinada por razones de género y, por ello, hay que estar alerta a las señales de que estamos en una relación violenta, reconocerlo, nombrarlo y buscar redes de apoyo y ayuda profesional que nos permitan salir de esa relación antes de que sea demasiado tarde, por haber sido asesinada.
—No importa qué tipo, grado o modalidad de violencia se esté experimentado con la pareja, mientras una siga viva puede hacer algo para salir de ella, pues tenemos derechos a vivir una vida libre de violencia, un amor que no sea sinónimo de dolor, malestar, daño físico o psicológico. Otras formas de amar son posibles y hay que empezar a inventarlas, concluyó la investigadora.
(Rafael Mis Cobá)