Por Jorge A. Franco Cáceres
No dice el Cabildo emeritense nada sobre los ecosistemas locales y menos se atreven las dependencias municipales a mencionar alguno de sus problemas críticos de vegetación, acuífero, subsuelo, clima, especies, etc.
Sus titulares prefieren meter las cabezas bajo tierra sobre las problemáticas biogeocenóticas, perdiendo el tiempo en acciones ocurrentes pero procurando entrevistas donde se repita que cumplen magistralmente con los objetivos de la Agenda 2030, y por eso las calificadoras les otorgan las mejores calificaciones de México.
Investigaciones temáticas y dependencias inútiles
Las investigaciones temáticas evidencian que los ecosistemas locales se caen literalmente a pedazos. Y sucede esto no sólo porque se trata de conjuntos biogeocenóticos cada vez menos complejos y menos diversificados, es decir, que tienen menor estabilidad y capacidad de regeneración a la baja; sino también debido a que pierden más y más capacidades de operar distintos mecanismos dinámicos de equilibrio y resiliencia, como sucede con los ecosistemas más complejos y diversificados o sea menos artificializados y/o antropizados. He aquí algo tremendamente preocupante debido a que es fácilmente demostrable.
No parece entenderse en el Ayuntamiento de Mérida y menos asumirse en las dependencias municipales, que el grado de resiliencia de cualquier ecosistema local es mucho mayor cuanto menor es su grado de artificialización industrial y urbana. Y tampoco se reconoce que este grado resiliente es mucho menor cuanto tiene mayor grado de antropización por intereses mercantiles.
No se ve ahí que nadie utilice la materia gris al respecto, especialmente cuando se ve a los titulares sembrando arbolitos sin ton ni son, inaugurando cursitos para pretender que defienden a los animalitos y, lo peor de todo, integrando dependencias que son inútiles por emplear gente que cree que el desarrollo sostenible es persecución fanática por trámites ambientales y administración advenediza de recursos naturales.
No importa hasta hoy al Cabildo emeritense y las direcciones municipales que, para que podamos empezar a creer que sus calificaciones y sus entrevistas son ciertas en términos de la Agenda 2030, deben asumir los ecosistemas locales como biogeocenosis complejas, evidenciando en sus programas operativos que asumen a plenitud que sus dinámicas evolutivas no son lineales, que poseen múltiples estados de equilibrio y transición, que cuentan con mecanismos de regulación que no siempre son predecibles ni mucho menos reversibles, y que ocurren a distintas escalas temporales y espaciales. No sucede nada parecido que nos indique que hay alguna virtud programática en los asuntos ecosistémicos. Todo aparece siempre como dispersión sistémica de las dependencias y esfuerzo errático del Cabildo.
Sin embargo, algo que es mucho más importante de objetar a las iniciativas del Ayuntamiento en la actualidad, es que no dan muestras de asumir la tendencia avanzada a considerar que las dinámicas de los ecosistemas locales no son independientes de los sistemas económicos y sociales. Por esta razón, las dependencias municipales siguen procediendo con plena indiferencia hacia aparición de nuevos ecosistemas, que significan mayores desafíos programáticos ante la desconocida nueva complejidad de sus interacciones como sistemas ecológico-sociales, y no reconocen la urgencia actual de nuevos estudios sobre sus efectos, límites y riesgos, así como nuevas perspectivas de manejo y conservación a futuro.
La cuestión estratégica de mayor transcendencia sobre los conjuntos biogeocenóticos en Mérida, es que los desequilibrios ambientales producidos por las actividades industriales y urbanas como, por ejemplo, la mayor emisión de gases de efecto invernadero, el calentamiento y cambio climático global, el adelgazamiento de la capa de ozono, la contaminación en todas sus variantes industriales y urbanas, etc., no han podido ser revertidos según los mecanismos de regulación natural y resiliencia con que operan los ecosistemas locales.
En consecuencia, nuestra insistencia es que las dependencias municipales deben enfocarse en tareas realmente útiles, como monitorear los estados transicionales de los ecosistemas locales, sus grados de resiliencia y sus niveles de degradación.
Deben reconocer también que todos estos ecosistemas están antropizados, y por eso tienen que comenzar a prever la eventual aparición de nuevos rasgos y funciones que pueden cambiar sus estados originales así como a limitar o neutralizar los servicios valiosos que brindan, configurándose por ende un alto grado de incertidumbre en torno a sus dinámicas y mecanismos de regulación, reversibilidad y equilibrio sistémico.
Hemos estado advirtiendo a las autoridades sobre cómo proceder para la mitigación y la adaptación de los daños medio-ambientales, en los términos que se suponen que conocen el Cabildo emeritense y las dependencias municipales, es decir, dentro de los conceptos y los métodos especializados de los ecosistemas biológicos. Sin embargo, tendremos que hacerlo también en los términos integradores de los paisajes culturales, que son los que han demostrado capacidad avanzada de planificar el desarrollo sostenible a partir de englobar los impactos ocasionados por la industrialización y la urbanización bajo las actuales condiciones de cambio climático.
Conclusión
No cabe duda que, con el proceso de la globalización económica y su influencia en los diferentes campos del quehacer industrial y urbano de Mérida, vemos que el costo de la constante transformación de los ecosistemas locales ha contribuido en mayores desequilibrios (regresiones) en la interacción de los sistemas sociales y naturales. Sin embargo, lo más preocupante es que su reversión no dependerá de nada de lo que ahora intenta el Ayuntamiento, sino de un cambio radical en la política económica y los estilos de vida y desarrollo regionales en México.
Un aspecto crucial sobre la cuestión es que los cambios y decisiones por adoptar en el Cabildo emeritense y las dependencias municipales deberán ser consustanciales con políticas efectivas, sostenidas e inclusivas en cuanto a derechos fundamentales de los pueblos para eliminar la pobreza, la inseguridad alimentaria y desnutrición, la desigualdad e injusticia global. Nada de lo signado en la Agenda 2030 ocurre aún en la capital yucateca con alguna posibilidad de trascendencia.