Ariel Avilés Marín
La extraordinaria violinista Shari Mason dejó nueva patente de la excelsitud, temple y dominio de su instrumento. Esta es la tercera vez que la destacada violinista se presenta con nuestra orquesta, y, en cada una de las tres ocasiones, ha dejado muy en claro por qué ocupa el destacado lugar que tiene en el panorama nacional de la música y, en especial, en el arte del violín.
Shari es el violín concertino de dos importantes orquestas de nuestra nación: la Orquesta Sinfónica Nacional y la Orquesta Sinfónica del Palacio de Minería, destacado lugar que ocupa indiscutiblemente por mérito propio, como hizo patente una vez más ante nosotros.
Ya en 2014 nos había dado clara muestra de su talento, posteriormente, regresa e interpreta nada menos que el “Concierto para Violín” de Ludwig van Beethoven, y ahora dio cátedra magistral con el “Concierto para Violín” de Piotr Ilich Tchaikovsky.
El noveno programa de la XXXI Temporada de la OSY, fue de fuerte contraste, pues incluyó la obra de Tchaikovsky y a contra parte la de otro destacado compositor ruso, perteneciente al grupo opositor al del autor del “Lago de los Cisnes”, Modest Mussorgsky, quien era integrante del grupo conocido como Glinka y los Cinco Grandes. Este grupo de compositores nacionalistas rusos, plenos representantes del Romanticismo en su patria, declararon la guerra a Tchaikovsky tildándolo de “el más cursi de los músicos”; y ahora los tuvimos juntos en números consecutivos del programa. Aquello fue un darse la mano en el devenir del tiempo.
El “Concierto para Violín” de Tchaikovsky, junto con el de Beethoven y el de Mendelsshon, se encuentra entre las obras más emotivas del repertorio del instrumento, y cada vez que es interpretada suele desbordar la emoción del respetable; y esta, no fue la excepción. El primer movimiento, Allegro moderato, es largo, dulce y terriblemente cargado de un sentimiento profundo que raya en la desesperación; el concertista tiene que aplicar todo su temple para lograr transmitir lo que el autor nos revela, el profundo dolor que hay en su alma y que busca salida en la música, a veces, sin conseguirlo. Shari aplica el magistral dominio que tiene de muñeca y codo, para lograr un efecto del arco que arranca sentimientos profundos al violín. Sus delicadas partes de solista estuvieron siempre sostenidas por los cálidos bajos del fagot de Miguel Galván, que supo llevarle el paso a la brillante concertista. Las cadencias del primer movimiento fueron una joya que queda para la posteridad; notas delicadas, suaves, largas notas en las que el arco parece no tener fin. Armónicos de una delicadeza exquisita. Y el tutti, el tutti presto a responder con una avalancha de pasión que conmueve el teatro hasta los cimientos. Al finalizar el primer movimiento, era inevitable, la pasión se desborda en una clamorosa ovación sonora, plena, llena de gritos de bravo. ¡Qué importa romper el protocolo cuando el alma lo manda así! El segundo y el tercer movimientos se interpretan enlazados. El segundo, Canzonetta: Andante, es un grato diálogo entre el violín y el fagot, el violín y el clarinete, tercian oboe y flauta y transcurre en placidez serena. El tercer movimiento, Finale: Allegro vivacissimo, es tal cual dice su nombre, otro desbordamiento de pasiones y, por parte de la concertista, nueva cátedra del dominio absoluto del instrumento, el tema central es compartido nuevamente con el fagot que luego integra un trío con el oboe y el clarinete; el violín vuelve al diálogo con el fagot y la emoción sube, entra con fuerza el tutti y de nuevo se desborda la emotividad para llegar al tremendo, trepidante final de la obra. El teatro, lleno a toda su capacidad, se pone de pie como un solo hombre y prodiga tremenda ovación con gritos de bravo. Concertista y director tienen que salir innumerables veces a escena a agradecer la interminable aclamación. No hubo ancore, no podía haberlo, Shari ha terminado exhausta, y con razón, este concierto es una verdadera prueba de técnica y temple.
Reanuda el programa con “Una Noche en la Arida Montaña” (no MONTANA, esto no sucedía cuando Edsy revisaba los programas), de Modest Mussorgsky, quien escribe la pieza originalmente para piano y orquesta, y lo que escuchamos es un magistral arreglo para orquesta de Nikolái Rimski-Korsakov, compañero del mismo grupo del autor. La obra inicia con un carácter sombrío, el autor quiere poner la obscuridad como la génesis del mal, así que al ponerse el sol en el Monte Pelado, como originalmente le llama el compositor, se liberan todas las fuerzas del mal. El arranque de la obra es subrayado por timbales y platillos y acentuado por el bombo, la fuertes voces de trombones y tuba son las de las fuerzas del mal, el pícolo, con sus tonos agudos y fuertes, pone acentos que suenan como dolorosas quejas, los diálogos de oboe y el fagot son la narrativa emotiva del aquelarre de la noche embrujada; la voz metálica de la trompeta se eleva fuerte y el gong pone acentos, primero moderados y luego fuertes. Al llegar al clímax, la música da un giro y suena el carillón y se vuelve suave y plácida, como anunciando la luz del día que viene a conjurar a las fuerzas del mal, y la obra termina serena y suavemente. Fuerte ovación premia a nuestra orquesta y a quienes se desempeñaron como solistas en ella.
Cierra programa “El Pájaro de Fuego”, de Igor Stravinski, música compuesta como incidental para un ballet, pero que se ha vuelto pieza favorita de conciertos orquestales. Se divide en seis partes: Introducción, Variación del Pájaro de Fuego, la Ronda de las Princesas, la Danza Infernal del Rey Kastchei, el Berceuse y Final. La introducción inicia con un pasaje poco usual, pues es un solo de contrabajos al que se unen los chelos y luego las violas, los timbales marcan con suavidad y canta la trompeta con sordina con la flauta, los cornos ponen disonancias y las cuerdas abordan un pasaje deslizando la música; el oboe canta otro tema disonante y suave; canta la flauta y el piano se desliza en rápidas escalas y disonancias, y se llega al suave final. En la variación, predomina el diálogo entre el oboe y el arpa al que los chelos se unen, y el clarinete hace suave diálogo con el fagot, más adelante se da un diálogo entre la flauta primera y la segunda y el oboe vuelve al tema que también aborda el chelo y luego el fagot. En las partes siguientes, que se tocan enlazadas, se van alternando las voces del tutti con los temas, y se abordan solos de trompetas con sordina, cuerdas en delicado pizzicato, los cornos en apasionados pasajes y el xilófono que canta al ritmo de la pandereta. El corno y el arpa se enfrascan en un cristalino diálogo que se va tornando apasionado para que entre el tutti con gran fuerza con tremendos acentos del bombo para llevarnos a sonoro final. Larga y sonora ovación premia a la orquesta.
Nuevamente, el Mtro. Juan Carlos Lomónaco va sentando patente de innovación, pues de nuevo nos ha dado la oportunidad de escuchar, en vivo, obras que conocemos ampliamente, pero en grabaciones y videos, y que no se habían ejecutado en nuestra ciudad y por orquestas locales. Una vez más, nuestra orquesta dejó patente buena calidad y madurez, resultado de su permanencia y la continuidad de la labor que viene desarrollando desde hace quince afortunados años. También con nuestra orquesta se ha dado la oportunidad de escuchar a destacados solistas y directores invitados, tal vez el más importante ha sido el gran maestro Carlos Prieto, acompañado de Chelo Prieto. Sería deseable también oír como concertistas a los integrantes de la orquesta con más frecuencia, pues los hay y muy buenos. Seguramente los escucharemos en próximos conciertos.