“Para Agustín Gutiérrez Canet, quien sabe que la diplomacia es como el periodismo, pero en cámara lenta”. Octavio Paz.
Con esta afectuosa dedicatoria, el Premio Nobel de Literatura 1990 hizo que el entonces ministro de la embajada de México en Madrid reflexionara sobre las similitudes entre sus dos carreras. El periodismo, su pasión, y su profesión, la diplomacia.
—Le pedí a Octavio Paz que me firmara uno de sus libros y, con esa frase, me dio también la mejor respuesta para definir las coincidencias entre una y otra de mis vocaciones. Tenía toda la razón el poeta, pues en las dos escribimos –dice ahora Gutiérrez Canet con un atisbo de nostalgia.
“Unos escribimos notas y entrevistas y otros, los diplomáticos, redactamos informes sobre la situación política. A los dos nos une el arte de escribir, aunque los tiempos de cada ejercicio son distintos: el periodismo es frenético, siempre tiene el verdugo del tiempo encima por el cierre de edición. A cambio, la diplomacia es más tranquila”, reflexiona.
Pero también la diplomacia puede ser frenética con la presión de los gobiernos ¿o no, embajador?
—Por supuesto, no está exenta de presiones. Las crisis pueden ocurrir en cualquier instante, sobre todo si eres embajador en Washington, por ejemplo: ahí las crisis no paran, se van como en un tobogán, casi diario, sobre todo en una coyuntura como la que vivimos actualmente: los problemas de inmigración, de narcotráfico, de comercio, de derechos humanos, pero claro, éste es un enfoque muy particular de una relación tan intensa como la relación de México y Estados Unidos.
Primero noticia, luego reportero
Sin embargo, para Agustín Gutiérrez Canet la intensidad es una vieja conocida, la ha vivido y padecido casi desde el inicio de su trayectoria en el periodismo, cuando llegó a Excélsior unos años antes de que viniera el “golpe” contra ese medio por parte del gobierno de Luis Echeverría Alvarez. Entonces era reportero, corresponsal de asuntos internacionales en Washington, para ser más exactos. Atrás había quedado el joven que un día entró a esa redacción en calidad de “hueso”. Curiosamente, Gutiérrez Canet primero fue noticia en Excélsior y, luego, se encargó de reportear los hechos noticiosos para ese mismo periódico.
¿Cómo fue eso?
—Porque conocí al periodista Guillermo Ochoa. Yo lo admiraba, leía sus crónicas, así que me acerqué a él un día que fue a mi universidad para dar una conferencia. Platicamos. Luego leí uno de sus reportajes en el que yo aparecía como personaje: “El joven Agustín Gutiérrez Canet se toca el mentón cuando se le pregunta por qué estudia periodismo”. La nota señalaba que yo, como muchos universitarios, no poseía una vocación definida. Me enojó un poco, así que escribí una réplica, la llevé al periódico y solicité trabajo. Entré de ayudante, lo que antes la gente llamaba “hueso”… Luego Ochoa y yo nos hicimos amigos.
Agustín Gutiérrez Canet estudió Ciencias y Técnicas de la Información por la Universidad Iberoamericana y también es diplomático de carrera. Ingresó al Servicio Exterior Mexicano en 1979. Es embajador en retiro desde 2017. En el extranjero fungió como Embajador de México en Rumanía, Finlandia, Irlanda, Cónsul General de México en Hong Kong y en Macao y Jefe de Cancillería de la Embajada de México en España, entre otros muchos cargos. Es tío de Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del Presidente de México.
Su experiencia en el servicio diplomático lo ha llevado a convertirse en un analista de temas nodales de las relaciones entre países. Casado con la embajadora de México en Estados Unidos, Martha Bárcena Coqui, el embajador en retiro considera que hoy, sin duda, hay tensión entre ambas naciones.
Evitar confrontaciones
¿A dónde se dirige esta tensión de México y Estados Unidos, qué rumbo habrá tomar esta coyuntura?
—Voy a hablar interpretando un poco a la embajadora Martha Bárcena: ella tiene el bagaje, la experiencia, la inteligencia y la prudencia para conjuntar una serie de conocimientos que le permiten manejar estas tensiones, en particular la tensión actual con el gobierno del Presidente Trump. La primera instrucción del Presidente López Obrador ha sido evitar confrontarse con Estados Unidos, no acrecentar la tensión diaria, pero al mismo tiempo contribuir al entendimiento con Estados Unidos en la medida de lo posible, siempre en la defensa de nuestros intereses nacionales. Lo que se está haciendo es evitar confrontaciones públicas, todo ello con una discreta diplomacia para llevar a cabo nuestras posiciones, aquellas que permitan promover nuestros intereses. Así ha sido: no hemos entrado en ningún juego de retórica pública, sino de discreta diplomacia, buscando que sea efectiva. Ahora, si me lo permite, voy a opinar: hay dos campos aquí, el de la relación con Donald Trump, que es más mediático porque él utiliza el twitter para dar sus mensajes; el otro es el trabajo cotidiano, muy discreto, con el gobierno de Trump, y ese no se conoce, es discreto, por la naturaleza de la diplomacia, pero ese es el que está llevando la agenda y resolviendo los problemas. Nosotros no hemos respondido con tuits. Esa es nuestra estrategia y eso lo aprecia el gobierno de Estados Unidos. Tenemos muy buena relación con Estados Unidos, hay gran cooperación en materia de migración, por ejemplo. Claro, esto no se hace de manera pública. Sucede que hay una doble vía: la de Trump, a través de mensajes en redes sociales, y que abiertamente tiene fines electorales y que ha utilizado la frontera como una manera de incrementar su base electoral del 40 por ciento y que le permitiría la reelección. Por otro lado, los gobiernos de México y Estados Unidos –la burocracia en el sentido positivo del servicio público–, es decir, las embajadas y otras dependencias, están colaborando en buscar soluciones. Hay problemas, por supuesto, pero no los estamos haciendo públicos. Tenemos diferencias clarísimas, en la frontera, por poner una muestra. Para México no hay crisis ahí, pero la Casa Blanca la ha convertido en un catalizador electoral y que sirve para explotar los sentimientos xenofóbicos.
Embajador con suerte
¿Esta tensión ha creado algún tipo de nerviosismo en el empresariado?
—No. La reunión aquí en Mérida (Diálogo de CEOs México-Estados Unidos) indica que se están buscando mecanismos para la inversión del Sureste mexicano entre el Consejo Coordinador Empresarial y la Cámara de Comercio estadounidense. Se busca crear un diálogo de alto nivel, pragmático y encontrar así beneficios mutuos. En este diálogo no hay un impacto negativo, sino la búsqueda de confianza del sector empresarial.
¿Cómo es su relación con su esposa, tomando en cuenta que los dos se dedican a la misma materia, aunque usted ya está retirado?
—Para empezar, no tengo ningún puesto público y eso me permite apoyar a mi esposa, dándole mi consejo profesional. Ella es una mujer muy capaz, tiene alas por sí misma, no necesita de su esposo para tomar sus decisiones. Contribuyo sólo cuando me lo pide. Además, fuimos la primera pareja del servicio exterior mexicano en ser embajadores al mismo tiempo, cada uno en distinto país. Nunca antes había pasado esto. Ahora mi labor se concentra en apoyar a la embajadora, en escribir mi columna y en dar clases. Sigo intelectualmente activo, estoy vivo. No soy un embajador consorte, sino, como dicen por ahí, un embajador con suerte.
(Joaquín Tamayo)