Por Roldán Peniche Barrera
Yucatán Insólito
Los hábitos del romance
Pero si los cambios arquitectónicos se daban ya en el primer tercio del siglo XX, igual se daban los costumbristas, por ejemplo el enamoramiento de las parejas de entonces. No daba un paso a la calle la chica de la casa sin el consentimiento del páter-familias o la matrona del hogar. Siempre había tíos y tías dispuestos a hacerla de chaperones de las sobrinas si éstas concertaban alguna cita con el enamorado.
Las “bachatas” de los cuarenta
Y los cincuenta y sesenta. Consistían en bailecitos familiares organizados por lo general por las muchachas y para ello, escogían la casa de alguna de ellas donde sólo se servían refrescos embotellados, horchata o limonada y algunos bocadillos. Quedaban prohibidos el licor y la fumada, y recuerdo que en los tiempos del mambo, del cha cha chá y de las piezas norteamericanas de Luis Alcaraz, la señora de la casa y algunas mamás de las muchachas las vigilaban estrechamente a la hora del baile impidiendo con la sola vigorosa mirada que las parejas se aproximaran demasiado entre ellas, principalmente en los boleros y las baladas de Alcaraz.
La ida al cine
Cosa parecida ocurría con la ida al cine. Si no había chaperón/a, la joven se quedaba en casa cuando en los Estados Unidos era costumbre de antiguo acudir al cinematógrafo la pareja sola, sin chaperones molestos. Las parejas preferían los cines al aire libre -que aquí nunca existieron- donde no faltaban los besos y las caricias.
La costumbre hoy
A altas horas de la noche verá usted a las chicas muy pintaditas yendo a los antros (así le llamaban al bar) donde beberán y fumarán con toda la libertad del mundo acompañadas de sus novios o amigos, pero sin ningún/a inoportuno chaperón/a. Esas costumbres no existían en Mérida hace cincuenta años, pero estamos en el años 2000 (2019) y la vida es muy otra.
¡Qué podré pensar de ti!
Si un día tan sólo te ve
y el amor de aquella noche
con la aurora se perdió,
¿qué podré pensar de ti?
Un descanso de mi vida,
un recuerdo agradable,
un recuerdo que mañana
con el tiempo borraré.
Yo no soy aquel señor
que te ama con locura,
soy tan solo un soñador
que en tu alma se durmió.
Y aquella camisa roja
que esa noche estrené,
su color sangriento pierde
y con el tiempo olvidaré.
¿Qué podré pensar de ti?,
que en mis brazos endulzaste
la amargura que hay en ti,
que tu alma se embriagó con mi aliento
y que ¿como cuerda de guitarra
entre mis brazos se vibró?
¡Qué podré pensar de ti!
Jorge A. Mijangos Herrera