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Yucatán

Al pasar la noche

Tras la noche la alborada anuncia un nuevo día, amanece, por más larga que haya sido la tormenta siempre vendrá la calma, y si bien en algún momento nos pareció interminable y las fuerzas parecían desprenderse de nosotros precipitando la caída al fondo de un profundo barrando, ahora, en este mismo instante, estamos vivos y llenos de esperanza, el corazón y las fuerzas nos impulsan nuevamente a seguir andando los senderos de la vida, a la oscuridad una luz pone fin, a los retos el esfuerzo los hace una barrera superable, los miedos se superan con la confianza, a primera luz las cosas se ven diferentes, pues quien ha sembrado voluntad verá el jardín cubierto de logros, ilusionada la mirada recupera su fuerza para comprender que también en el silencio nacen los sueños, la geografía accidentada de las historias personales es el mapa del viaje de nuestras la vidas, andamos descalzos para poder volar.

El pulso recupera su medida cuando el cuerpo encuentra la calma añorada, se extinguen las flamas que nos quemaban la ilusión, para dar lugar a la bella llama que calcina a nuestro ser llena de pasión renovada, y es que la tormenta deja cicatrices, siempre es así, tiene que ser así, porque la enseñanza que con los años adquirimos nos habla con el lenguaje de los hechos, cada paso, cada palabra, cada risa o llanto, se inscribe en lo profundo del alma, la memoria resguarda, mas el corazón cuando sana aprende a perdonar, las nuevas experiencias estarán forjadas por cada uno de esos hechos, y así, reiremos con más risa, amaremos con más amor y sabremos que los pasos dados fueron el camino necesario para estar vivos, lo que hoy sentimos es el fruto de todo aquello que alguna vez sembramos, y quien a pesar de todo ha dado el alma, aunque herida, volverá a volar con las alas desplegadas porque el alma sana cuando está compuesta de esperanza, la primera luz que anuncia el alba nos habla de la vida y la calma.

En el rincón van quedando arrumbadas las cadenas y los prejuicios cuando alcanzamos la paz con nosotros mismos, y aceptamos el hecho de que estamos vivos por el impulso que nos dan los sueños que tanto deseamos materializar, logramos erguir el semblante cansado y volver a pintar la sonrisa brillante en el rostro esperanzado, las cosas que nos retuvieron en sitios no deseados pierden sentido y razón al momento en que los ojos se abren para vernos reales, vivos, humanos, y como humanos imperfectos nos aceptamos tal cual hemos sido y seremos, pues aquel que se niega a sí mismo termina negando su existencia, únicamente nosotros mismos tenemos la capacidad de otorgarnos el valor que merecemos, el respeto y amor propio, lejos, muy lejos de la vanidad, cada uno merece ser el centro de su propia vida, la valoración interior es lo que reflejamos al exterior donde interactuamos, amarnos para amar, alegrarnos para alegrar, el don de la vida es ese sentido de humanidad, ese que nos hace sensibles, temerosos, crédulos e incrédulos, soñadores, racionales y apasionados, en el rincón queda todo aquello que no usaremos más, ahora, nos vestimos de dignidad, con cada paso y cada palabra edificamos un nuevo sendero por el cual andamos sin temores ni prejuicios.

Los seres humanos vemos la primera luz al nacer, es la metáfora que la naturaleza nos regala todos los días, cada mañana la luz vuelve a iluminarnos, no importa lo oscuro de la noche, siempre volverá la luz, y con ella la esperanza, los sentidos cultivados en nuestra vida conforme reflexionamos sobre el porvenir, se agudizan de una forma especial, se convierten en esas útiles herramientas que nos explican las cosas mejor, que nos hacen ser mejores, comprendemos lo que una vez nos pareció indescifrable, el cielo se despeja para dejarnos ver el azul de su grandeza, los mares y las ciudades, adquieren un nuevo significado, las palabras comienzan a nombrar mejor las cosas, la piel sana con la caricia, despliega sus alas el alma buscando la plenitud, la felicidad regresa, los momentos se regeneran, las fechas cambian de sentido, aunque algunas cosas siempre estarán ahí, son parte nuestra, pero ahora somos otros, la primera luz del día es la que nos llama a despertar, el sobresalto de la pesadilla se desvanece, para que podamos presidir el aroma del campo tras la lluvia, la pradera reverdecida simboliza la ilusión revivida en nuestro ser.

Aprendimos, aprendemos, en el viaje de la vida nos hacemos de interminables conocimientos y sentimientos, recuerdos, hechos, retos, sentidos, todo es una parte esencial de nuestro ser, somos lo que hemos sido y seremos lo que nosotros decidamos, en los tiempos nuevos, cuando hemos alcanzado la libertad y el amor, entendemos que las barreras siempre fueron nuestros propios límites y que la posibilidad de ser otros está y estará ahí por siempre, en nuestras manos está el poder de apreciar con todos los sentidos en plenitud, cada mañana la vida a primera luz.

*Integrante del Colectivo Disyuntivas

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