Ricardo Manuel Wan Moguel1
Los ferrocarriles tuvieron su auge a finales del siglo XIX y los albores del XX. Muchos edificios, dedicados al mantenimiento, operación y administración de los caminos de hierro, se construyeron a lo largo y ancho del país, y en sus alrededores, vivían los obreros con sus familias, que consiguieron tener viviendas cercanas a su espacio laboral.
En Yucatán, por ejemplo, en marzo de 1918, Héctor Victoria Aguilar presentó ante la Legislatura del Estado, una iniciativa para fundar la colonia obrera Jesús Carranza. Uno de sus argumentos fue que “los obreros carecen de un terreno adecuado para el cultivo de la tierra, para la edificación de sus casas y de una escuela donde sus hijos puedan recibir la enseñanza”.2 Después de su aprobación, los trabajadores comenzaron a establecerse en los alrededores de La Plancha y hasta la actualidad, muchos de sus descendientes siguen habitando en esa parte de la ciudad.
Si caminamos por La Plancha, aún podemos observar muchos elementos relacionados con la historia de los obreros yucatecos: el ex Sanatorio Rendón Peniche, los talleres ferrocarrileros, el campo de béisbol de los rieleros yucatecos (que actualmente quieren convertir en el Museo de la Luz) y en el centro del parque Artículo 123, un monumento al destacado ferrocarrilero Héctor Victoria Aguilar. Además, si platicamos con la gente que habita esa zona, nos percatamos que la mayor parte de ella tuvo algún familiar que laboró en los caminos de hierro yucatecos o incluso que aún trabaja en los ferrocarriles.
Así como ocurrió en Yucatán, en muchas partes del país hay historias de colonias fundadas a partir del establecimiento de una industria o de los propios ferrocarriles. En una visita a Tula, me percaté que la mayor parte de la población que vive alrededor de la ex estación ferroviaria, hoy convertida en biblioteca, tuvo algún familiar que trabajó en los caminos de hierro. Además, al explorar los alrededores del fraccionamiento, encontré furgones ferroviarios utilizados como vivienda, durmientes adornando los jardines e incluso un carro de pasajeros que es habitado por una familia.
Los caminos de hierro aún están vigentes, a pesar de que en la mayor parte del país las vías ya están obsoletas. Esa vigencia se ve reflejada en sus edificios que luchan con el tiempo para mantenerse en pie, las historias que se crearon durante su existencia y que aún siguen presentes en la sociedad o en la memoria de las personas que ven, con añoranza, su regreso y que creen que el legado del ferrocarril es difícil de borrar.
1 Historiador, [email protected]
2 El documento de la iniciativa del diputado Héctor Victoria Aguilar se encuentra en el Archivo General del Estado.