El poder de las leyes o las leyes del poder

Lorenzo Salas González

A mediados del siglo anterior, el Lic. Santiago Burgos Brito, catedrático de Lengua y Literatura Españolas en la secundaria que ahora lleva merecidamente su nombre, enseñaba que el primer libro de leyes –en realidad era una estela de barro con escritura cuneiforme—, fue el Código de Hammurabi, el cual nos muestra el deseo de esa antigua cultura de estar regida por normas.

Según nos contaba, era el conjunto de leyes más antiguo de la humanidad, incluso que la Biblia. El Código era del año 1,800 antes de Cristo y la lectura de su texto, no obstante el tiempo transcurrido (casi 4 mil años), sigue siendo muy interesante. Ahí estaba la Ley del Talión (ojo por ojo y diente por diente), que llegó convertida en una obra de teatro en el Siglo de Oro Español (XV y principios del XVI).

En la lucha porque seamos individuos y naciones regidas por leyes, transcurrieron muchos años y siglos. Uno de los países que se ha sentido el mejor en el respeto a las leyes, es Estados Unidos, a grado tal que cuando un país de cualquier continente se sale de su normatividad, de inmediato el gobernante norteamericano len turno expide sanciones como si fuera un juez o un policía del mundo.

América Latina ha padecido de esas sanciones en diversas etapas de su vida histórica. Una prueba es que ha sido invadida más de 300 veces con un saldo de miles de muertos.

En tiempos recientes, Venezuela estuvo a punto de ser invadida con el apoyo y aprobación de un grupo de traidores a su Patria. México está en ese trance, con la estrategia de los migrantes centroamericanos impulsado por el multimillonario George Soros. Es muy acertado que leamos el discurso del Papa Francisco (Denuncia), que está hoy, 14 de junio, en la Sección Internacional del periódico POR ESTO!

Para ganar las elecciones de su país, a Donald Trump no le ha importado violar acuerdos y leyes, además de poner en peligro la estabilidad internacional. El quiere reelegirse y punto.

Aquí es donde sería positivo aplicarle a Trump la Ley del Talión, que los analistas le han llamado la estrategia del espejo: Si sube los aranceles, los subimos nosotros también, para que sepa el conflicto internacional que va a traer como consecuencia.

La pregunta que nos hacemos es: ¿ya no rigen las leyes a las naciones? ¿No existen organismos internacionales como la Organización Mundial de Comercio o el organismo creado para respetar al Tratado de Libre Comercio –el cual es vigente mientras no se apruebe el T-MEC—o alguna otra instancia que sancione a Estados Unidos, cuyo presidente no puede evitar la sonrisa de burla cuando habla de los aranceles a las exportaciones de México a ese país.

Debemos de aprovechar los 45 días (ya pasaron cinco) que acordó el canciller mexicano Marcelo Ebrard con su contraparte y prepararnos para que se obedezca el poder de las leyes y no las leyes del poder.