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El barbudo extravagante

Don Ramón del Valle-Inclán era exageradamente franco. Un día una niña le dijo que su papá quería saber dónde escondía su barba antes de dormir.

–Mira niña, esto de las barbas es algo serio y no les debemos faltar el respeto. Mi abuelo y mi hermano al acostarse las ponían en bolsas elegantes; en cuanto a cortarlas, un día lo intentó mi peluquero, pero desistimos porque de cada pelo que cortaba brotaba un chorro de sangre.

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