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Ecos de mi tierra

Luis Carlos Coto Mederos

Manuel Justo de Rubalcava (Primera Parte)

Manuel Justo de Rubalcava nació en Santiago de Cuba el 9 de agosto de 1763, según su biógrafo, el patriota y poeta cubano-mexicano Pedro Antonio Santacilia.

Recibió la enseñanza superior en el Seminario San Basilio el Magno de su ciudad natal.

Siguió la carrera militar y por eso D. Antonio López Prieto nos dice en su “Parnaso Cubano”:

“Es coincidencia bien singular que los dos primeros poetas de Cuba, nacidos en opuestos extremos de nuestra isla combatieran en su juventud en La Española (Santo Domingo), perdida para España por las torpezas de una política que tan tristes páginas ocupa en nuestra historia. Algunos meses permaneció en su puesto como militar; pero según su biógrafo, Santacilia, pronto determinó abandonar aquella carrera, y volvió sin que nadie lo esperase al país de su nacimiento, escribiendo entonces la mayor parte de sus poesías”.

En 1976 vino a La Habana desde Santiago de Cuba, donde trabó conocimiento con Zequeira.

Se considera iniciador también del criollismo, y parte del movimiento neoclásico en Cuba. Sin embargo, la sensibilidad y sensorialidad inmediata en Rubalcava ofrecen una cubanía más espontánea que en el resto de sus contemporáneos.

Murió en 1805.

 

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Décimas

Amante fino y rendido

tu amistad solicité,

y tan infeliz fui que

me vi al fin correspondido.

Mi buena suerte ha querido

te llegues de mi a olvidar,

ya no tengo en qué pensar,

pues veo tu proceder

con que empieza a aborrecer

que yo también sé olvidar.

Si de haber tu amor mudado

algún sentimiento hiciera,

porque se acabó no fuera,

sino por lo que ha durado.

Solo yo, que ciego he estado,

tu amor hubiera creído,

tarde en la cuenta he caído,

mas para enmendar mi error

si a tí te falta el valor

a mí me sobra el olvido.

No has visto cuando a tocar

va un músico un instrumento,

que pone el oído atento

para poderle templar.

Y si después de trastear

una cuerda falsa siente,

sube la mano impaciente,

tuerce la clavija airado,

y da por bien empleado

que la cuerda se reviente.

Pues así, yo tocador

en instrumento de amar,

quise mi amor acordar

en la cuerda de tu amor.

Hallé que estaba en tenor,

quise subirla y disuena,

vuelvo a tocarla sin pena,

estaba falsa y saltó…

¿Pues qué deberé hacer yo?

Poner otra cuerda buena.

Segunda Parte

El erudito cubano José María Chacón y Calvo dice de Manuel Justo de Rubalcava en su antología “Las cien mejores poesías cubanas”:

“Vivió Rubalcava en época de iniciación poética y el valor principal de su obra… es el de iniciación. Su posición en nuestra lírica es análoga a la de Zequeira, quizás con personalidad mayor y más simpática. No parece haber hecho nunca de la poesía un aprendizaje constante y sistemático como Zequeira, pero llegó en algunos momentos a cierta limitada emoción lírica... Debió ser la suya naturaleza de ímpetus irrefrenables; debieron ser sus emociones exteriores y directas, y aquel ímpetu y estas emociones mismas revelan un espíritu más hondamente lírico que el del infortunado poeta habanero… La misma impetuosidad, que hace incurrir al poeta en las más graves incorrecciones, produce también verdadera animación poética”.

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Vivir muriendo

(fragmento)

Tanto ansiar, tanto temer,

tanto gemir y esperar,

tanto servir sin lograr,

tanto amar sin merecer.

Tanto sentir y querer

hacer costumbre el dolor,

tanto desear un favor,

tanto buscar un morir.

¿Cómo he de poder vivir?

¿Cómo he de tener amor?

Mas en tan crueles faenas

si es que me tienes amor,

Roselia, con tu favor

me darán vida las penas.

Gratas serán las cadenas

que opriman mi libertad;

mas si aún vive tu crueldad,

pon fin a mi triste suerte,

que es nada que me dé muerte

quien no me tiene piedad.

Quisiera que de tu enojo

el último resto echaras,

o la vida me quitaras

para complacer tu antojo:

Mas si tan bárbaro arrojo

no quieres ejecutar,

¿por qué me quieres privar

del bien que apenas poseo?

Déjame libre el deseo

ya que no puedo gozar.

¿No has visto cómo una hoja

con furia arrebata el viento,

y por el vago elemento

la precipita y la arroja?

Así mi fiera congoja

el corazón arrebata

y con cruel violencia ingrata

pertinaz, de todas suertes,

con mil géneros de muertes

me martiriza y me mata.

Aprieta, inhumana, el yugo

de mi sentida pasión

y de mi fiel corazón

exprime el último jugo.

Imita al más cruel verdugo,

si quieres que la memoria

te preste fama en la historia,

ejecuta el movimiento,

que yo sufriré el tormento

por tal que te cauce gloria.

Tan oculta es la ventura

de mi amante corazón,

que parece su pasión

hija de la noche oscura.

Por eso mi amor procura

dar breves plazos al día,

y es que en mi dura porfía

me alegra la noche triste,

pues sólo en ella consiste

toda la ventura mía.

En estado tan lloroso

con mi pesar me recreo,

siendo verdad que poseo

un corazón que no gozo.

¡Oh, qué bien tan riguroso

es con el que yo porfío,

pues con amante desvío

de mil imposibles lleno,

dejando de ser ajeno

quiere y no puede ser mío.

Pues mi amante corazón

con tal conato trabaja,

que ni consiente ventaja,

ni permite irritación:

En vano tu insinuación

me pretende remedar,

y aunque lo intentas lograr,

Roselia, en tí podrá ser

arte de corresponder,

todo lo que en mí es amar.

Amar, Roselia, no es bien

cuando me resulta en mal,

y aún juzgo despecho igual

amar a vida también:

Porque siendo tú de quien

la paz y la vida espero,

eres mi contrario fiero,

eres mi cruel enemiga,

pues no hay, Roselia, quién diga

que amo cuando rabio y muero.

Amar, ese es mi tormento

que me conduce a la muerte,

mira si es crueldad quererte

a costa de un escarmiento.

Tanta angustia es la que siento

al ver tu semblante esquivo,

que con rigor vengativo

y con bárbaro sonrojo,

para que sufras tu enojo

el amor me tiene vivo.

Manuel Justo de Rubalcava

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