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Yucatán

Gala de coros por el aniversario del Palacio de la Música

Ariel Avilés Marín

La música coral tiene profunda raíz en nuestro medio. Después de haber iniciado el Siglo XX, múltiples grupos de esta disciplina florecieron en Yucatán. Desde el Orfeón de Centro Español, fundado y dirigido por el Mtro. Amílcar Cetina Gutiérrez, pasando por el Orfeón Yucatán de Carlos Tello Solís, cuyas voces están inmortalizadas en el espectáculo de Luz y Sonido de Uxmal; el Coro Universitario, creado y dirigido por el inolvidable Jorge Medina Leal y continuado por René Cauich; los coros del Mtro. Cesáreo Chan Blanco, los de sus hijos Cesáreo y Gabriel; el Octeto Vocal Yucatán, de Néstor Rodríguez, hasta llegar a la actualidad, en la que hay múltiples representaciones de este movimiento, y la más destacada es el Coro de Cámara de Yucatán que dirige Jonathan Rentería. El profundo arraigo de estas agrupaciones dio lugar a la creación del ya prestigiado Festival Internacional de Coros de Yucatán, el cual se celebra anualmente y al que concurren agrupaciones de muy diversos países del orbe, evento creado e impulsado por Néstor Rodríguez.

El Palacio de la Música es un centro cultural de la mayor importancia en nuestro Estado; en él tiene su sede el Centro Nacional de Investigación de la Música Popular Mexicana. Este importante centro cultural recibió siempre el mayor impulso por la enjundia de Roberto Abraham Mafud, y se hizo realidad bajo el impulso del inolvidable Dr. Rafael Tovar y de Teresa, quien lo anunció en Yucatán y lo llevó a la realidad como un legado inmortal. Así pues, no es de extrañar que ahora que se cumple un año del arranque de la vida de este importante organismo, entre los eventos de aniversario, haya un importante recital de coros.

Lourdes Sánchez es una destacada venezolana que se ha enamorado de Yucatán; ha concurrido a todos los festivales internacionales de coros de nuestro Estado, y cada vez que hay una oportunidad, viene a Yucatán con la mayor alegría y, además, a impulsar este arte impartiendo cursos a las agrupaciones locales. Lourdes es una persona formada bajo la revolución educativa creada e impulsada por el inmortal José Antonio Abreu, quien con Armando Hart, es uno de los grandes educadores de Nuestra América. Ella misma fue discípula de Abreu, y así se reivindica.

El pasado lunes 24, a las ocho de la noche, se llevó a cabo un extraordinario recital de coros que marcó el inicio de las actividades de aniversario del Palacio de la Música. Tres instancias compusieron el programa de la noche. En primer lugar, la presentación del coro Niños Cantores de Yucatán, bajo la dirección de Gaspar Gamboa. Después, el coro Voces Claras de la dirección del CEBA, bajo la dirección de Margarita Jiménez. Para redondear el programa, la Mtra. Lourdes Sánchez dirigió a cada uno de los dos grupos y luego los juntó en un hermoso ensamble coral muy bien logrado.

En la primera parte, los Niños Cantores de Yucatán nos deleitaron con cinco selectos números. Abren con el Kyrie, de Mark Patterson, obra de profundo aire religioso y una rica armonía a dos voces. Siguió un delicioso número, el simpatiquísimo Dueto Bufo de los Gatos, de Giacomo Rossini; el número es de una gracia armónica incomparable en la que se deja patente el ágil estilo de Rossini y el maravilloso desempeño de los niños, llenó de alegría el recinto y arrancó la risa del respetable. Siguió un número de una profundidad humana dolorosa, un tremendo texto poético de Mario Benedetti, musicalizado por Alberto Favero, que el grupo dedicó a la memoria de Néstor, ¿Por qué Cantamos? Tremendo sentimiento en hacerlo “con el corazón hecho añicos” y plantar: “Nuestros pueblos quieren que cantemos. ¡Creemos en la gente!”, un himno a las convicciones de libertad y de justicia. ¡Tremendo Benedetti! En seguida vino Puentes, de Dante Andreo y Elsa Borneman; puentes como símbolo de unión, las manos tendidas en el canto. Cerraron su actuación con El Viento, de Alberto Grau; este es parte de una opereta ecológica y es un hermoso juego de siseos armoniosos y onomatopéyicos y sonidos vocales. Toda la actuación de este coro contó con el certero acompañamiento al piano del Mtro. Ricardo Moo. Larga y sonora ovación premió a los niños cantantes y su director.

En su turno, Voces Claras, grupo creado en 2012, abrió su participación con el Aleluya de Emani Aguilar; la obra es un verdadero juego de armonía entre voces y palmas, que marcan el compás a capela. De inmediato interpretan, unidas, dos obras de Silvestre Revueltas, Canción de Cuna y Caballito, obras de muy difícil interpretación, dadas las complicadas armonías de Revueltas, sus disonancias, sus juegos por distintas tonalidades, los fuertes contrastes entre notas agudas y graves, su gran delicadeza; la segunda parte fue alegre y saltarina. Vino luego La Novia, de Carlos Jiménez Mabarak sobre un texto poético de Rafael Alberti, un hermoso juego de voces que, por momentos, adoptan el corte de canon. Ahora toca, Ponte a Cantar, una composición musical de Dante Andreo sobre un poema de Jaime Sabines: “Para cantar, hay que saber pocas palabras. ¡Ponte a cantar!” Cerraron su actuación nada menos que con Alfonsina y el Mar, tan gustado número, interpretación delicada y muy sentida, la actuación como solista de María Jesús Pérez, muy sensible. La actuación de este grupo contó con el acompañamiento de la Mtra. Laura Romero. Tremenda ovación despidió al grupo.

Saltó a la palestra Lourdes Sánchez, quien primero se puso al frente de los Niños Cantores, y con ellos nos deleitó con Occhi Grandi, canción del italiano Andrea Basevi con letra del poeta Roberto Piumini, que es un hermoso mensaje de amor. En seguida cantaron Volem Viure, de Sally K. Albertch, que nos evoca un mundo libre y en paz. Después dirigió a Voces Claras, y con ellas interpretó un hermoso y sentido Ave María, de autor anónimo, con una estupenda armonía de voces a capela jugando a destiempo. Siguió Sub Tuum Praesidium, del húngaro Miklós Kocsár, que es un Gloria con una rica polifonía con difíciles elevaciones de tonos, con subidas y bajadas y una partitura complicada y muy difícil.

Los dos coros se unieron y a ellos se agregó el gran percusionista Julián López, con un cajón peruano, que vino a enriquecer a las voces unidas. Interpretaron Gloria tibi Domine, de Greg Gilpin; en esta actuación, se unió a ellos Héctor Rosado Romero, con la delicada dulzura de su oboe, que fue a poner una profunda nota de sentimiento. En seguida vino el Ave María, de David Hamilton, que es dulce y profundo, y en el que los solistas lucieron sus cualidades. Tremenda ovación, no pidió, exigió un ancore, y éste llegó en un son jarocho Cogiendo Flores, de Julio Morales; un verdadero estallido de alegría y ritmo que el cajón peruano potencializó, el espíritu costeño dejó sus alegrías dispersadas por la sala y así nos fuimos con el alma inundada de música y alegría, y profundos mensajes de amor y paz.

Salimos del Palacio de la Música con la satisfactoria experiencia de haber estado en contacto con la obra de José Antonio Abreu.

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