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Yucatán

'El les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad”

Homilía del Arzobispo de Yucatán  

Ki’óolal lake’ex ka t’aane’ex ich maya, kin tsik te’ex ki’imakóolal yéetel in puksi’ikal. Bejla’e’ kiinbensik u kiinil Pentecostés, k’aasik u taal Kili’ich Íikal yéetel leti’ ku síiji’ k yaakunaj Iglesia’.

Muy queridos, hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor en esta solemnidad de Pentecostés, en la que celebramos la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles, y con ella, el nacimiento de nuestra amada Iglesia.

Con el salmo 103 que hoy proclamamos, le pedimos al Señor tal como se hacía desde el Antiguo Testamento, que envíe su Santo Espíritu a renovar la faz de la tierra. Pero, ¿cómo puede o quiere renovar el Espíritu la faz de la tierra? En nuestra oración que solemos dirigir al Espíritu Santo le decimos: “Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor”. Estas dos peticiones, “renovar la faz de la tierra y llenar los corazones”, no son en realidad distintas e independientes, pues más bien se necesitan seres humanos llenos del Espíritu de Dios y que así estén dispuestos a renovar la faz de la tierra.

¿Cuál es la renovación que necesita la faz de la tierra? Es el fin de la guerra y la violencia que hay en algunas naciones, así como también en muchos lugares de México, para que en cambio, existan la paz y la armonía. Aunque tengamos en Yucatán la buena fama de ser uno de los lugares más pacíficos del país, existen violencias al interno de muchas familias, escuelas, empresas y en otros grupos humanos en los que, aunque no corra la sangre, se lastima la dignidad de las personas mediante la violencia verbal. Ahí los corazones llenos del Espíritu Santo, pueden sembrar la paz mediante el perdón y el buen trato a todos.

La tierra necesita una renovación que termine con el maltrato a la casa común, con la explotación de la naturaleza que sirve al provecho sólo económico de unos cuantos. Que el Espíritu Santo llene nuestros corazones para que cada uno tome las acciones más simples de cada día, cuidando así de nuestra casa, nuestra hermana madre tierra. Que el Espíritu guíe a nuestras autoridades para frenar el deseo de crecimiento de algunas empresas que podrían afectar seriamente el medio ambiente con sus trabajos que deforestan o contaminan la tierra, el aire y el agua.

La faz de la tierra se deteriora cuando nos conduce el egoísmo, pero se cuida y protege cuando es el Espíritu el que nos conduce en nuestra relación con la naturaleza y con las próximas generaciones. La faz de la tierra se renueva cuando nos dejamos conducir por el Espíritu de Dios para llegar a los más necesitados de nuestra sociedad, haciéndolos sujetos de su propio desarrollo.

El pasado lunes 27 de mayo nos recibió el Papa Francisco en audiencia privada a los participantes en la XXI Asamblea de la Cáritas Internacional y nos dijo entre otras cosas: “Como signos de su cuerpo crucificado tenemos el deber de alcanzarlos (a los pobres) incluso en los suburbios más extremos y en los sótanos de la historia con la delicadeza y la ternura de la Madre Iglesia. Debemos aspirar a la promoción de toda la persona y de todos los hombres para que sean autores y protagonistas de su propio progreso” (Discurso del Santo Padre Francisco a los participantes del Encuentro de Caritas Internationalis, Sala Clementina, 27 de mayo de 2019).

El Espíritu nos ha de llevar a los pobres no sólo a darles cosas, sino a acercarnos reconociendo en ellos el rostro de Jesús; como dijo también el Papa: “La caridad no es una idea o un sentimiento piadoso, sino un encuentro experiencial con Cristo” (Ídem). El Espíritu del Amor nos vitaliza en el amor.

La faz de la tierra se renueva cuando los que tienen el corazón lleno de los frutos del Paráclito reconocen la dignidad de cada ser humano, la promueven y la hacen respetar, en una auténtica cultura de los derechos humanos. La amenaza reciente de aumentar los aranceles a las exportaciones mexicanas mientras no se cerrara el paso a los migrantes, presionó a nuestro gobierno para frenar la entrada a los migrantes que diariamente llegan por la frontera Sur. Que el Espíritu guíe a nuestros líderes para que sus esfuerzos se encaminen, más bien, a apoyar a las naciones pobres y en conflicto, de tal manera que los pobres no sean expulsados por la violencia o la miseria. Que prevalezca el respeto a su dignidad.

La faz de la tierra se renueva cuando nos dejamos conducir por el Espíritu hacia la Verdad de Dios, cuando aprendemos a discernir para no dejarnos llevar por ideas o costumbres de moda. El Espíritu nos ha de llevar a respetar a quien profese con convicción la llamada ideología de género, pero al mismo tiempo, a exigir el respeto a nuestras convicciones defendiendo con vigor el derecho de proteger la integridad de la propia familia y la educación de los propios hijos; para no dejarnos manipular por organismos internacionales que imponen a los gobiernos acciones y programas educativos que mentalizan a niños y jóvenes en favor de dicha ideología, a cambio de favores económicos. Que no inquieten a los pequeños con el tema de faldas o pantalones y dejen en paz la autoridad de los padres de familia.

La primera lectura del día de hoy tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, nos narra el acontecimiento de Pentecostés, el cual sucedió diez días después de que Jesús ascendió a los cielos. María, los apóstoles y los demás discípulos habían pasado todos estos días reunidos en oración, cuando ese domingo como a las nueve de la mañana, se sintieron las rachas de viento que azotaban contra la casa, apareciendo sobre las cabezas de los apóstoles llamas de fuego, que manifestaban la llegada impetuosa del Espíritu de Dios, prometido tanto por los profetas como por el mismo Jesús a sus discípulos.

Había una multitud de judíos y prosélitos, es decir, simpatizantes del judaísmo, que se encontraban en Jerusalén para la fiesta de Pentecostés. La multitud se arremolinó entorno a la casa donde se encontraban los discípulos, al darse cuenta de aquellas manifestaciones de la naturaleza. Todos quedaron más que sorprendidos al ver salir a aquel grupo de personas hablando de la Buena Nueva revelada en Jesús, muerto y resucitado, y más maravillados aún porque, aunque había gente de unas diecisiete naciones distintas hablando diversas lenguas, sin embargo, cada uno entendía en su propio idioma lo que los discípulos anunciaban con valor y sabiduría. Aquel día Pedro tomó la palabra en nombre de todos para explicar a los presentes lo que estaban viendo y oyendo, por lo que luego de su predicación se bautizaron unas tres mil personas de aquella multitud.

Así nació la Iglesia, fecunda desde el principio. Así se va cumpliendo la promesa y profecía de Jesús sobre la Iglesia cuando dijo: “Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mt 16, 18), y vaya que las puertas del infierno han puesto un gran esfuerzo por acabar con la Iglesia. Estas puertas son de dos clases: por una parte, las terribles persecuciones que desde el principio y hasta la fecha la Iglesia debe soportar; por otra, los gravísimos pecados de sus miembros, que sobre todo hoy en día son motivo de gran escándalo para muchos.

Sin embargo, nuestra madre la Iglesia, una, santa y católica sigue adelante. Recordemos que el nombre de “cristianos” lo recibimos en la Iglesia de Antioquía en tiempos del apóstol san Pablo, y que el nombre de “católicos” lo recibimos ahí mismo unos sesenta años después en tiempos del obispo y mártir San Ignacio de Antioquía.

La diversidad de las lenguas es signo de la catolicidad, lo cual significa universalidad. Esto sucedió en nuestra Iglesia en un tiempo en que las religiones de cada pueblo no traspasaban las fronteras hacia otras regiones. Cada religión era nacional, mientras que la nuestra es católica de origen.

En estos tiempos de globalización en los que casi todos los pueblos están comunicados y que la gente va de una nación a otra por motivos de trabajo, estudio, paseo; en el que frecuentemente se casan hombres y mujeres de distinta nación entre sí, también las religiones más cerradas en la antigüedad, se están abriendo al mundo haciendo presencia a la vuelta de la esquina buscando seguidores.

Esperemos que cada católico junto con todos los cristianos del mundo, llenos del Santo Espíritu de Dios, seamos fuertes en las convicciones de nuestra fe, para que no andemos “tentaleando” por aquí y por allá con el falso pensamiento de que “todas las religiones son iguales”. Con el respeto que cada persona nos merece, antes de asomarnos a otros grupos religiosos debemos respetarnos a nosotros mismos fortaleciéndonos en nuestra propia fe, sabiendo que en cada religión hay algunos destellos del mismo Dios.

Dejémonos conducir por el Espíritu Santo. Esto nos conviene en realidad, pues Cristo promete en el Santo Evangelio de hoy que el Espíritu “les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho” (Jn 14, 26). El mejor discernimiento lo lograremos bajo la luz del Espíritu.

El pasado jueves 6 de junio celebramos la fiesta de San Marcelino Champagnat, fundador del instituto de los “Hermanos Maristas”. Un saludo y felicitación a estos hermanos que en Mérida han hecho tanto bien durante más de cien años. El mismo saludo y felicitación va para toda la familia Marista de Mérida.

Que tengan todos una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo!

+ Gustavo Rodríguez Vega

Arzobispo de Yucatán

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