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Yucatán

Víctor Salas

Muchos años han pasado, muchos ya, desde que el ingeniero Pérez Concha soñaba con tener una orquesta para difundir la música entre los jóvenes universitarios y la sociedad en general. Pugnó con insistencia, pero con igual paciencia. Al fin lo consiguió y una nueva ruta tomó su vida musical. Viajó a Estados Unidos, fomentó la orquesta binacional, estimuló a compositores gringos para componer partituras a partir de nuestra cultura ancestral y me parece que se hicieron unos CDs de esa etapa musical.

En realidad lo conocí desde su niñez en el fabuloso barrio de Santiago. Su señora madre, doña Mimí Concha, era un icono en el panorama de esa zona urbana.

Luego lo dejé de ver y escuchar, hasta que el jueves 11 de julio me tocó acudir a cubrir su concierto didáctico para niños y adultos en la Biblioteca Manuel Cepeda Peraza, cuyo espacio designado para la audición estaba completamente ocupado de niños, padres, jóvenes y adolescentes.

Tuvo el acierto de seleccionar fragmentos musicales alegres (“si toco una pieza lenta, con este calor, se me duermen todos”, dijo divertido) y hermosas. Después de cada una las piezas intercambiaba palabras con los asistentes y les explicaba características temáticas e instrumentales de lo que acabábamos de escuchar. Eso, también, le sale muy bien. Algo tiene su figura y voz que logra la complicidad y participación de los escuchantes. Con su rostro tan serio nos saca a todos las risas y eso se lo agradecemos.

Su trabajo frente a los músicos se torna natural creando una empatía indispensable para una buena sonoridad orquestal. Sus grandes manos y alto cuerpo se mueven de manera relajada y acordes al compás de la música, produciendo con ello un balanceo corporal entre parte del público adulto y un movimiento de manos entre los niños que estudian música. ¿Qué significado tiene esto? Una profunda comunicación entre las dos partes.

Quiso, Miguel, concluir el concierto didáctico con un pizzicato (pellizcar la cuerda con la yema de los dedos en instrumentos como el violín, la viola, el violonchelo, el contrabajo o la guitarra acústica, info: Wikipedia) lleno de felicidad en el que hizo participar a todos dando una palmada a su indicación.

¡Como no hubo programa de mano, me parece que esa pieza se llama Plink, Plank, Plunk!

El Concierto fue patrocinado por la UADY y promovido por las Misiones Culturales de la institución, brindó, también, las gracias a la Biblioteca Central, Manuel Cepeda Peraza.

Señaló haberse visto afectado, en cierta medida, porque le costó trabajo reunir a músicos que tienen otros trabajos que les impedía hacer coincidir las agendas. Así es, algunos músicos los vemos en la orquesta del Ayuntamiento y en la OSY.

En fin, un sabroso concierto que agradecemos al alma.

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