Lorenzo Salas González
Nuestro Presidente de la República no sólo es un hombre muy trabajador sino muy aguantador, resistente, paciente, aunque ocasionalmente, cuando la afectación a su gobierno es muy grande, pierda la paciencia y tome decisiones drásticas, como en el reciente caso del secretario de Hacienda.
Aunque uno entre al mundo de los “hubieras”, muchos deseamos que su gestión hubiera iniciado desde hace dos sexenios y nos hubiéramos ahorrado los latrocinios, torpezas y corruptelas de Felipe Calderón Hinojosa. Vamos, decenas de miles de mexicanos estarían vivos.
A pesar de la intensa y extensa campaña de los medios que no quieren perder sus pingües ingresos obtenidos por las prebendas, simulaciones y corruptelas, la reacción del gobierno federal ha sido firme, decidida y sin concesión alguna. Es la esencia de la 4ª Transformación, de la Revolución Pacífica prometida. Estamos pasando de ser el país de las muchas promesas que luego se olvidan, al del cumplimiento de la palabra como una forma de continuar en la política.
Y conste, para nuestro Presidente cumplir lo que se promete está en primer lugar, porque no sabe ni quiere prometer en vano. Como en los tiempos de la Reforma del siglo XIX, la palabra es Ley, no importan las dificultades que se presenten en el afán de hacer realidad lo prometido.
Mientras los técnicos adversarios de AMLO siguen diciendo que ya no hay dinero, que no va a poder cumplir lo que prometió, el Presidente responde que todo el dinero que falte para cumplir va a salir de la corrupción.
Un ejemplo pequeño: Margarita Ríos, jefa del Servicio de Administración Tributaria (SAT), informó que se detectaron 8,204 empresas vinculadas a la facturación de operaciones simuladas. Según la funcionaria, se trata de evasiones fiscales que suman 354,512 millones de pesos. Se ha estado exhortando a los evasores a pagar sus adeudos con el fisco, con lo que habrá dinero para seguirle cumpliendo a nuestro Pueblo.
Cuando el Presidente se ha negado tajantemente al aumento de impuestos, es porque sabe que el sistema económico del país está estructurado para que los de abajo proporcionalmente paguen más que los de arriba, quienes, por cierto, a veces pagaban sólo 7 pesos por unos ingresos multimillonarios. O, en dado caso, pagaban una cantidad grande por sus enormes ganancias y luego se la devolvían para no lesionar a los que “generan empleos”. Obvio, algún funcionario de Hacienda cometía un error para restituirle la falsa pérdida al declarante.
Caso contrario fue el que sucedió recientemente en el Estado de Oaxaca, adonde nuestro Presidente llevó más de 90 millones de pesos obtenidos del combate a la corrupción para entregarlos a los más pobres de esa entidad.
En varias ocasiones el Presidente ha dicho: “Dinero hay, lo que pasa es que se lo roban”.
Los editorialistas, cuando han comentado los inicios de su Presidencia, opinaron que AMLO se había sacado la rifa del tigre. Será el sereno, pero el tigre está cada vez más mansito.