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Ana María Ancona Teigell

“Con el amor al prójimo el pobre es rico; sin el amor al prójimo el rico es pobre”.

San Agustín

Mi padre siempre me decía que la vida es como un “boomerang”, en el momento del nacimiento éste es lanzado al mundo terrenal lleno de semillas que comienzan a girar y esparcirse. Pasan los años y en la recta final de tu vida, éste llega a tus manos cargado de todo lo que cosechaste. Procura que esté lleno de más cosas buenas que malas, porque tú eres el único responsable de lo que recibas. Por eso nunca dejes de vivir para servir.

Es muy importante que hagamos conciencia de que al ayudar a otros en esta Tierra tan deshumanizada y falta de amor hoy en día, el primer beneficiado es el que da, el que recibe las gracias y bendiciones por ofrendar sin esperar nada a cambio de su ayuda, apoyo y protección a sus semejantes.

Tenemos el concepto equivocado de que cada quien es responsable de lo que le pasa y que no somos nadie para meternos en la vida o problemas de los demás. Así es, cada quien es responsable de su vida, acciones, pensamientos, conductas, pero también hay personas que sufren injusticias, violencia, hambre, enfermedades, problemas económicos, desempleo, etc., y ésas son a las que tenemos que tenderles la mano y levantarlas para que sigan su camino.

¿Por qué? Porque si algún día tenemos un problema, una necesidad, nos gustaría que otros nos ayudaran, que levantaran la voz a nuestro favor, que dieran la cara por o junto a nosotros y nos abrieran puertas que para la mayoría están cerradas.

Todos los seres humanos necesitamos de otras personas, no importa el estatus social que tangamos, la religión que practiquemos, nuestro color de piel y creencias. El mundo sería mejor si nos ayudáramos los unos a los otros, dejando nuestra zona de confort que nos aísla de todo lo que pasa a nuestro derredor. Y muchas veces nos preguntamos: ¿Por qué estamos tan solos?

“Hoy por ti…mañana por mí” es una frase que encontramos por primera vez en el siglo XVI, en la segunda parte del libro del ingenioso caballero

Don Quijote de la Mancha. Es una acción generosa o solidaria, sin la intención de obtener rédito alguno. No te van a devolver el favor de manera inmediata, pero no faltará la oportunidad que el día de mañana, ese favor que hiciste te sea devuelto por la persona a la que se lo ofrendaste o por un desconocido. No sabemos ni en qué momento y por cuál medio, pero llegará cuando menos nos lo imaginemos. Nos plantea que la vida nos dará el tiempo para la devolución de ayuda, apoyo, gentilezas, que lo importante no es la retribución inmediata sino la predisposición constante. Esto quiere decir que no admitimos el pago de lo que hacemos por otros, pero sí la solidaridad mutua y el intercambio de valores espirituales, invocando a la capacidad de corresponder al bien recibido por medio de otro bien. No sólo es hacer un favor, es bien común. Es vivir con sentido común, uno a uno como sociedad, como humanidad.

Estemos siempre en la mejor disposición de ayudar, servir, solidarizarnos con los demás porque: “Hoy por ti…mañana por mí.”

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