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Conrado Roche Reyes

Uno de los sitios más emblemáticos y de alegre nostalgia en nuestra querida Mérida lo constituye, por supuesto, el antiguo Circulo Deportivo de Empleados Bancarios. Estaba donde hoy se encuentra el hotel Fiesta Americana. Intentaremos hacer un bosquejo del mismo, en el contexto arquitectónico, funcional y en su innegable influencia que tuvo en Mérida hasta los años de la decena de los ochentas del siglo XX.

Como estudiante de la Escuela Modelo, podría decir que pasé muchas horas de mi vida en dicho centro de recreación y encuentro.

Explicaré paso a paso el espacio físico del lugar y algunas consideraciones más. Tenía dos grandes entradas por el Paseo Montejo para adentrarse al estacionamiento. Se subía una escalinata hasta llegar a una especie de terraza recibidor, donde había varios sillones con asientos y respaldos de cuero trenzado. Más adelante, un pasillo que daba a su derecha con un amplio salón amueblado con cojines y un televisor, obviamente blanco y negro, ya que el color aún no llegaba al país. Allí, en el pasillo, estaban colocadas en bandera los periódicos locales y nacionales. El más solicitado era el periódico deportivo “Esto”. Del lado izquierdo de aquel pasillo estaban las oficinas del administrador, Don Renán, hombre silencioso y que en ocasiones se paseaba por las instalaciones. Siguiendo del pasillo, en línea recta, había dos mesas de ping pong (tenis de mesa).

Ahí jugué y me entrené en dicha disciplina, se puede decir que todos los días, hasta quedar en segundo lugar estatal, sólo superado por Patricio “Pato” Millet, quien vivía frente a Bancarios, en la glorieta. Del lado izquierdo, dos mesas de billar, una de carambola y otra de pull sempiternamente ocupadas. Al centro, una especie de terraza, al lado de las mesas de ping pong, sin techo, estaba la cancha de badmington.

Hay que aclarar, antes de seguir avanzando en el edificio que tantas memorias y nostalgia traerá a medio Mérida, que las bolas de billar eran de marfil puro, y estaban los tacos para practicarlo. Las redes, raquetas y pelotas de ping pong. La gran red, las raquetas y el “gallito” para el badmington, había que pedírsela a don Renán, que tenía todo aquello bajo su custodia. Siempre del lado derecho, las mesas de la cafetería del lugar, atendidas por “Chavo” Escalante, una institución en la gastronomía de Mérida, ya que en la cafetería de Bancarios se degustaban los más sabrosos sándwiches y papas a la francesa de toda la urbe y galaxias que la rodean. Cabe decir también que, al cambiar de sede Bancarios, “Chavo” inauguró el restaurante “Impala” al inicio del Paseo de Montejo, e introdujo por primera ocasión una novedad gastronómica: los “platillos (no de Homún y queso) en la época del auge de estas naves en dicha población, como la graciosa tanda de “Cholo”, y que hoy sigue teniendo el mismo éxito y es atendida por su hijo “Chavi” Escalante, buen amigo mío.

De la terraza se pasaba a la piscina (antes de llegar a ésta a la derecha, el baño de mujeres), que arrancaba suspiros. Detrás de la piscina se bajaba ya por una escalera enclavada en una especie de túnel, o por otra más grande que daba exactamente a la cancha de básquet (ahí, todas las tardes, ya estando fuera de la Modelo, a partir de las cinco, jugábamos verdaderos duelazos entre varios amigos. Recuerdo a Jalil, Jorge, Herbert y Javier Xacur. El “Güero” Vallado, Rolando “Pixa” Germón, el hoy Pastor Mandujano, “Pepino” y “Nano” Campos, el “Tom” Roger Peniche, “Sandy” Isaac, el “Cheche” Escalante, un señor ya de edad pero con la misma condición física de nosotros, etc).

Después del partido, a los baños que atendía “Lalo”, con sus lockers y demás. La peluquería de don “Pris” y su hijo que era bolero, es decir, limpiabotas. En la piscina se retozaba de lo lindo, con clavados en los trampolines. Pero por lo que más se recuerda a ese Bancarios, es por sus campeonatos de sóftbol, con sus gradas siempre llenas todas las noches, el eterno ampayita Fernando López Abad –“¡Nando nando, cómo va a ser straic, estuvo altísima!”–. El anotador eterno, Jorge “Primo” Abraham. Equipos como “Pericos”, “Médicos” (En éste jugaba mi tío “Chel” (Augusto Reyes) a quien apodaban Mikey Mantle por su gran parecido con el slugger de los Yanquis, “Pingüinos”, Philco, aquí jugaban todos mis tíos, parientes y demás, pues esta era la empresa familiar. Recuerdo a dos pitcheres famosos de aquella época: el doctor Matías Aguiar Narváez, y “La bala” Méndez. Por entonces se pitcheaba muy suavemente. Sin embargo, cada año venía a jugar contra una selección local el equipo capitalino “Gigantes” con su pitcher “Tito” Florencia, que fue el primero al que vimos lanzar a la velocidad que hoy se acostumbra. Los juegos contra este equipo constituían un fenómeno social. Todo Mérida acudía y tenían que colocar sillas al lado de las líneas de fer hasta los jardines.

Y otra atracción del Círculo era el boliche, situado debajo, a ras del piso, con dos canales, y creo fue el premio de la ciudad. Se manejaba manualmente. Los pinos eran colocados por un chamaco que estaba trepado a un lado del foso. No se inventaba aún la máquina eléctrica recogedora.

En el próximo texto sobre Bancarios, hablaré acerca de sucesos ocurridos en tan fantástico y siempre añorado lugar.

(Continuará)

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