El diácono transitorio Felipe Canul Cervantes fue ordenado ayer presbítero por el Arzobispo Gustavo Rodríguez Vega, quien presidió la misa solemne en Catedral en la que participaron como concelebrantes el Arzobispo Emérito Emilio Carlos Berlie Belaunzarán y el Arzobispo Jorge Carlos Patrón Wong, Secretario de la Congregación del Clero para los Seminarios, ante numerosos sacerdotes, seminaristas, fieles y familiares.
En la homilía, que estuvo a cargo de Patrón Wong, el prelado agradeció al Arzobispo de Yucatán la oportunidad de participar en la ordenación y agregó:
–El día de la ordenación es siempre un día muy especial para todos nosotros: de gratitud, de alabanza a Dios, pero también de una memoria muy activa, porque cada uno de los sacerdotes recordamos nuestra consagración, nuestra unción para ser pastores que vivimos aquí en la Santa Iglesia Catedral.
Nos renovamos en ello, como se renuevan los seminaristas en su respuesta generosa a seguir al Señor en su camino-proceso de respuesta vocacional. Al mismo tiempo se nutren todas aquellas semillas vocacionales que de manera abundante el Padre ha colocado ya en tantos jóvenes de nuestras familias, de nuestras comunidades cristianas en Yucatán. Hay tantas cosas qué compartir. Tres realidades, Felipe, que hoy vamos a vivir litúrgicamente, sacramentalmente, y que te acompañarán toda tu vida y ministerio sacerdotal: Y que son principio de la santidad y de la espiritualidad diocesana.
La primera es, Felipe, vive, disfruta y crece como hijo. Isaías nos recuerda que fuiste elegido desde el seno de tu madre. Tu experiencia vocacional está basada en la experiencia de amor del Padre, que te creó y eligió para asemejarte y vivir como hijo en el hijo primogénito que es Cristo, pero en el Hijo Jesucristo pastor, sacerdote, guiado por el Espíritu Santo. Y esto lo construyó allí en Sisal desde tu bautismo, tu vida parroquial, y después en el seminario. Eres hijo, siempre hijo, amado, en ti se complace Dios. Eres muy amado. Tu elección fue por amor. Por amor, simplemente por amor. Siguiendo a Jesús sacerdote, y dejándote guiar por él, y esta realidad teológica y espiritual, hoy aparece sacramentalmente porque vas a ser engendrado como hijo presbítero en la Arquidiócesis de Yucatán, por el padre obispo, por el obispo sucesor de los apóstoles. Cuando hoy dispongas tu vida en total disponibilidad y obediencia al Arzobispo Gustavo y a sus sucesores, dices: He sido hijo, soy hijo, y viviré como hijo toda mi vida, en relación con el obispo.
Eres hermano
La otra realidad que vendrá inmediatamente después de la imposición de las manos del arzobispo, después de la oración consagratoria, todos los hermanos sacerdotes, te van a colocar sus manos sobre ti. Aquí se significa y se simboliza que eres hermano, vive, disfruta, crece como hermano. Tus hermanos sacerdotes, tu presbiterio. Perteneces a un colegio presbiteral. Nadie es sacerdote individual, todos somos parte del presbiterio. Y esto lo aprendemos en el seminario. De ahí por qué la vida comunitaria del seminario diocesano no es porque por una tradición o reglas de vida comunitaria religiosa. No, no, no es eso. La vida comunitaria del seminario es porque ahí experimentamos que venimos de todas las parroquias, de todas partes de la diócesis, con historias familiares y vocacionales diferentes, pero ahí aprendemos a ser amigos, hermanos; qué hermoso es recordar nuestra vida en el seminario cuando compartíamos todo. Ahí se forma la amistad, la fraternidad en el seminario, que después te acompañará en el presbiterio. Hoy no estás solo. Siempre has estado acompañado. De sacerdotes mayores, de compañeros en el seminario, y después con sacerdotes y seminaristas más jóvenes que tú.
Sé siempre hermano. Como nos recuerda el evangelio, Felipe, las redes, el llamado de Jesús, siempre se hace en equipo. Se tiran las redes desde la barca, donde estamos todos los presbíteros, donde está tu presbiterio. Ser hermano.
Disfruta como padre
Y la tercera realidad es disfruta, vive, crece, como padre. Este es tu pueblo, Yucatán, cualquier parroquia de Yucatán. Cualquier realidad del pueblo de Yucatán. Tú eres y debes ser un pastor padre. Es hermoso porque podemos recordar a tantos hermanos sacerdotes diocesanos que por su vida, y la manera como murieron, toda su vida fue para el pueblo de Yucatán.
Fueron padres, y así se les recuerda. Sé padre espiritual cada vez que bautizas, cada vez que confiesas, cada vez que celebras la eucaristía, que acompañas en la consagración matrimonial, cuando acompañas en el paso a la vida eterna, cuando evangelizas, cuando compartes, cuando vives con el pueblo, en el pueblo. Eres padre, todos te llamarán padre Felipe. Es la bellísima identidad, disfruta ser padre. Estas realidades cuando uno las vive disfrutándolas y tratando de crecer todos los días, ahí encontramos nuestra santidad. Dice el Papa Francisco que nunca tenemos hermanos perfectos, nunca tenemos un pueblo perfecto, pero la santidad de un sacerdote diocesano es vivir el llamado de la santidad con tu obispo, con tus hermanos sacerdotes, y con el pueblo de Dios. Todos consagrados. Todos discípulos misioneros.
Lo aprendido en la familia
Y dos realidades que tú has aprendido en tu casa: porque siempre cuando uno es sacerdote nunca olvida lo que aprende ni en la familia ni en el seminario, porque lo lleva para la formación permanente. En tu familia, Felipe, lo que aprendiste de tu mamá, que desde muy pequeño te llevaba al catecismo, para que amaras a la iglesia; las enseñanzas de la iglesia ámalas, como aprendiste a amar de pequeño, participa al pueblo de Dios de este amor, a la iglesia, y a la doctrina de la iglesia. Lo que aprendiste de tu abuelita, aquel monaguillo que fue a una convivencia en el seminario menor, que se vio capturado por el seminario menor, vive ese amor a la eucaristía que viviste con tu abuelita.
Haz lo que el Papa Francisco dice: Que el sacerdote debe ser un experto, especialmente el sacerdote diocesano. En el Seminario aprendemos a vivir nuestra vida como un continuo discernimiento para descubrir la voluntad de Dios y seguirla. Tú la aprendiste, recuerdo con el padre Gilberto que está aquí, cuando te recibimos, él era prefecto. Cuando llegaste lo primero que preguntaste fue: qué debo hacer para entrar al seminario. Aquí estoy para descubrir la voluntad de Dios. Después aprendiste qué era el discernimiento vocacional. Pero así llegaste, abierto a la voluntad de Dios.
(Roberto López Méndez)