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Laura Elena Rosado Rosado

Las recientes declaraciones del presidente brasileño Jair Bolsonaro, así como de su jefe de gabinete Onyx Lorenzoni sobre la soberanía de Brasil respecto a las selvas y bosques del llamado amazonas brasileño (por ubicarse principalmente en el estado llamado Amazonas), las cuales representan el 60% del total de la Amazonia, en donde poco les faltó decir que si quieren, las queman o destruyen porque son de ellos y no le deben nada al mundo en cuanto protección ambiental, me hicieron suspirar y como canción ranchera mexicana emitir un quejido lastimero: ¡Ay, cómo me dueles querido Brasil!

Corrían los primeros años de los 70s cuando siendo una joven adolescente acompañé a mi hermana en un viaje de estudios a Brasil y Argentina y recuerdo que lo que más gratamente me impresionó fue el carácter y la amabilidad de los brasileños, su alegría, su incansable baile de la samba, su amor al fútbol y sobre todo su sencillez muy notoria si la comparaba con la altivez de sus vecinos. Todo lo anterior influyó en mí y al regresar a Mérida juré amor eterno a todo lo brasileño, los he apoyado fanáticamente en todos los partidos de fútbol en los que intervienen y defendido ante cualquier crítica. He contado mil veces la forma en que bailan, hablan y cuentan su historia, así como la sorpresa que me causó su comida llamada feijoada que es casi idéntica a nuestro frijol con puerco.

Lo primero que vino a mi mente ante tan soberbias declaraciones fue la división del mundo legitimadas en las bulas papales Inter Caetera, Eximice Devotionis y Dudum Siquidem del año 1439 por Alejandro VI (Rodrigo Borgia), las cuales estipulaban que las tierras descubiertas en esos años eran propiedad exclusiva de los monarcas portugueses y españoles, por supuesto sin considerar a los antiguos dueños de esas tierra, decretando inclusive la excomunión a quienes osadamente viajaran a las llamadas Indias sin la autorización de los reyes de Castilla. Tal decisión causó enojo a los otros reyes de la época, como Elizabeth I de Inglaterra y Francisco I de Francia quien llegó a declarar: “El sol alumbra para mí tanto como para los demás. Me gustaría ver la cláusula en el testamento de Adán que me excluye en el reparto del mundo”.

Más de 500 años después, parece ser que el hombre (y mujer) que habitan el planeta Tierra aún no entienden que todos los seres humanos somos, primero que nada, ciudadanos del mundo y por lo tanto responsables del uso socialmente justo y ambientalmente sustentable de la casa que habitamos. ¡No señor Bolsonaro!, no sólo Brasil es responsable de la Amazonía, sino todos los seres del mundo.

La Amazonía comprende nueve países, pero la mayor parte, como se ha comentado, está dentro del territorio brasileño. Aun cuando se entiende y acepta que cada país es libre de regir su destino de acuerdo a sus principios y lo menos deseable es que exista una intervención extranjera que se imponga y oponga a los designios de un grupo o nación, hay prioridades en las que se debe priorizar el bien mayor en beneficio de todos los seres humanos. Son en estos casos en los que es necesario empezar a pensar en la des-fronterización mental del planeta.

Hace algunos meses no salíamos de nuestro asombro al observar cómo los brasileños habían elegido como presidente a un hombre quien abiertamente se ha declarado homofóbico llegando al grado de decir en una declaración televisiva que si tuviera un hijo homosexual se lo quitaría a latigazos; misógino, con tan sólo observar su toma de posesión en donde se paseó en un auto descapotable junto con su esposa, quien por el movimiento de vehículo se pasó a caer varias veces y él fue incapaz de ayudarla, se percibe esto y ni qué decir de sus recientes burlas a la esposa del presidente francés Macron; armamentista pronunciándose a favor de que todos los ciudadanos brasileños porten armas, por lo que se le conoce como el Trump del trópico; violento asesinando sin juicios a muchos habitantes de las favelas por considerarlos delincuentes y por sus reiteradas declaraciones a favor de la tortura; y profundamente racista, ya que desde la época en que hacía campaña declaró, y no hay semana en la que no lo repita, que no protegerá a ningún indígena o grupo indígena de su país además de que no les otorgará ni un centímetro (aclarando en una entrevista posterior que se equivocó y que no eran centímetros, sino milímetros) de tierra en reserva ni resguardará la ya concedida en años pasados, mostrándose abiertamente hostil hacia ellos.

La anterior “realidad” de nuestros amigos sudamericanos con un presidente con esos atributos, será algo con lo que tendrán que lidiar ellos solos, pero confío que muy pronto saldrán de esa etapa como el gran país que son, sin embargo, en cuanto a los intereses generales de la humanidad debemos organizarnos y pedir a las instituciones creadas para proteger el medio ambiente del planeta, que se tomen las medidas necesarias para revertir los dañinos efectos causados por las políticas del señor Bolsonaro y por cualquier dirigente mundial que actúe sin ética y respeto a los derechos de todos los seres.

La Amazonía contiene el 10% de todas las especies de la Tierra, absorbe el 25% de las emisiones de carbono y produce el oxígeno y vapor de agua necesario para el sistema de enfriamiento de la Tierra, es por eso que a esa zona se le llama el “pulmón de la Tierra”.

Esto poco le ha importado al señor Bolsonaro, quien por su codicia ha decidido favorecer la apertura de minas para su explotación, perdonar multas por deforestación, apoyar a la agroindustria y sobretodo ayudar a la ganadería, la cual es la responsable del 80% de la desforestación de las amazonas brasileñas. Esto último beneficiando al grupo JBS, una de las empresas más grandes e importantes de Brasil, considerada como el mayor frigorífico de Latinoamérica, dedicada al comercio de carnes y dirigida por los hermanos Joesley y Wesley Batista.

La empresa JBS fue denunciada y enfrentó acusaciones en el año 2017, derivadas del resultado de una investigación de la policía federal brasileña que comprobó que vendía carne adulterada o en mal estado, cambiaba fechas de vencimiento y usaba ácidos y otros productos químicos para disimular las características físicas de productos podridos. Asimismo, entregaba sobornos a diversos políticos y partidos, llegando el escándalo hasta el mismo presidente de esos años Michel Temer. El caso que se conoció mundialmente con el nombre de “Operación Carne Débil” fue tan escandaloso que muchos países impusieron restricciones a la carne brasileña, entre ellos Estados Unidos, la Unión Europea, China, Suiza, México, etc. Unos de los muchos involucrados fue el mencionado actual jefe de gabinete Lorenzoni y el presidente, Jair Bolsonaro, quien recibió de la empresa JBS 200 mil reales (unos $50,000 dólares) para su campaña, asimismo, al tomar posesión de la presidencia, su Ministra de Agricultura, Teresa Cristina Díaz, los eximió de pagar impuestos.

El incendio de las amazonas no es uno como muchos piensan, son muchos y la mayoría de ellos provocados y son también muchos los años que se requerirán para que se recuperen las selvas y bosques destruidos, así como las especies que han muerto o huido por el fuego, de ahí la importancia de apoyar por todos los medios posibles a las instituciones y a las valientes personas como Sonia Guajajara, activista indígena de Maranhao, Brasil, que luchan al igual que otros por poner un alto a las políticas del nuevo gobierno brasileño.

Hace unos días el presidente Bolsonaro pidió a los brasileños que se vistieran con los colores representativos del país, de verde-amarillo durante una conmemoración nacional y grande fue su sorpresa al observar que muchos se presentaron con atuendos color negro y pancartas que clamaban: “Amazonía en llamas”, clamor al que nos sumamos.

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