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Yucatán

Uno de los pensadores más influyentes del cristianismo

Pilar Faller Menéndez

La filosofía y teología de San Agustín de Hipona

“El que se pasa al lado de Cristo, pasa del temor al amor y comienza a poder cumplir con el amor lo que con el temor no podía”.

San Agustín

Una de las máximas figuras del pensamiento cristiano fue San Agustín de Hipona, nacido en lo que hoy es Argelia en el año 354, cuya principal característica fue su insaciable curiosidad y la constante búsqueda de la verdad.

Su personalidad de hierro le valió duras pruebas para forjarla, porque en su esfuerzo por encontrar la salvación a través de la racionalidad, numerosas veces se extravió, ya que para acomodar las verdades que le fueron reveladas a las certezas científicas y alcanzar la divinidad a través de la ciencia le fue casi imposible, además vivió los deleites del cuerpo, alejándose muchas veces de su camino.

Vivió con muchos excesos y una desmesurada afición por espectáculos públicos así como acciones ilegales que le hicieron renegar de la religión de su madre, ya que su primera lectura de las escrituras lo decepcionaron y llenaron de desconfianza hacia una fe que sentía como imposición y que no estaba fundamentada en la razón. Sus interés hacia la filosofía del escepticismo moderado no lograron convencerlo para encontrar la verdad.

Su preocupación por el mal lo acompañaría toda su vida, y fue lo que lo hizo unirse al maniqueísmo, que era la religión de moda de la época, la cual sostenía que existían dos sustancias opuestas: la luz que representaba el bien, y las tinieblas que eran la representación del mal, por lo que para alcanzar la salvación era necesario conocer ese aspecto luminoso.

Durante diez años vivió dentro de esta religión y realizó proselitismo, complementando estas prácticas sus estudios de astrología. Su pasión por el conocimiento fue la razón que lo alejó del maniqueísmo, como se había separado del escepticismo estéril.

En Milán fue profesor de oratoria, en donde se dedicó a leer a los clásicos y profundizar en los antiguos pensadores, convirtiendo la nueva orientación de su pensamiento en los sermones del arzobispo de Milán, San Ambrosio, y fue cuando comprendió que todo está necesariamente subordinado a Dios y que todo deriva de su ser, por lo que el mal solamente puede ser comprendido como la ausencia o el no ser, pero en ningún caso como sustancia.

En 387 lo bautizó San Ambrosio y decidió consagrarse al servicio de Dios. Un año después regresa a Africa y en 391 se ordena como sacerdote en Hipona por el obispo Valerio quien le encomienda la misión de predicar la palabra de Dios, lo cual cumplió cabalmente, combatiendo herejías.

Al morir Valerio, San Agustín fue nombrado obispo de Hipona y desde ese pequeño lugar que era un pueblo de pescadores, se difundiría su pensamiento al mundo, gracias a los cuales muchas religiones comprendieron los errores de sus doctrinas.

Muchos de sus sermones fueron dedicados a la instrucción de su pueblo, en donde ejerció de pastor, administrador, orador y juez, al mismo tiempo que elaboraba su obra filosófica, moral y dogmática. Entre sus libros destacan los Soliloquios, Confesiones y La ciudad de Dios en los que da testimonio de su fe y sabiduría teológica. Durante los últimos años de su vida participó en las invasiones bárbaras del Norte de Africa, de la que Hipona no escapó. Al tercer mes de la ocupación, cayó enfermo y murió.

Su filosofía es vasta, pero el tema central de su pensamiento es la relación que tiene el alma perdida por el pecado y salvada por la gracia divina, con Dios, quien en el mundo exterior tiene la función de mediador entre ambas partes.

El encuentro de Dios con el hombre se produce con el amor. En la línea del idealismo platónico Dios es concebido como bien y verdad. Una de las controversias de su filosofía fue el sobreponer la gracia divina por encima de la libertad humana, en la salvación del alma.

También pensaba que el hombre no podía ser feliz en la Tierra y que debía practicar la virtud para alcanzar la salvación durante su existencia terrenal, para poder gozar en la otra vida la verdadera felicidad.

Según San Agustín, las malas acciones eran actos privados de moralidad, y Dios permitía que los cometan ya que de lo contrario estaría retirando del alma humana su libre albedrío.

Agustín de Hipona fue, sin duda alguna, uno de los pensadores más influentes de la tradición occidental, después de él, Santo Tomás de Aquino del siglo XIII puede considerarse un filósofo de su misma talla.

Es preciso subrayar la importancia que tuvo la filosofía de San Agustín, ya que toda la filosofía y teología medieval hasta el siglo XII fue básicamente proveniente de San Agustín como los temas sobre el conocimiento, el amor, la memoria y presencia, la sabiduría, hasta que surge la filosofía de Santo Tomás de Aquino. Cabe mencionar que el mismo Lutero recuperó algunas de las teorías de San Agustín, las cuales transformó, como lo hicieron otros seguidores como Jansenio, padre del movimiento religioso Jansenismo.

Las palabras de muchos trascienden y transforman a muchos, este es el caso de San Agustín de Hipona, cuyas doctrinas fueron una guía para muchos durante doce siglos.

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