Víctor Salas
Por definición la paz es equilibrio y estabilidad, armonía y felicidad. Significa, en tiempos modernos, la ausencia de guerra, y para ello, en 1918, se constituyó un organismo para mantener la paz, la tranquilidad y la seguridad.
Los mecanismos de paz, de muchos modos, contribuyen a que en la actualidad sea frenado un ataque internacional con armas atómicas y, con ello, asegurar la pervivencia humana.
Una remota firma de paz para la convivencia tranquila sucedió cuando Jaime II, rey de Aragón, en 1291 y 1327, logró finalizar el conflicto de Sicilia, en el tratado de Anagni y la paz de Caltabellota en 1302.
Iniciándose, el siglo XX, en 1901, se entregó el primer Premio Nobel de la Paz. Fueron recipiendarios Frederich Passy y Jean Henry Dunat.
Según los requisitos, se hace acreedor a este premio, la persona que haya hecho el mejor trabajo o la mayor cantidad de contribuciones para la fraternidad entre naciones, la supresión o reducción de ejércitos, así como la participación y promoción de Congresos de Paz y Derechos Humanos…”
El Premio Nobel de la Paz es el considerado más controvertido de todos ellos, porque muchos de sus ganadores han sido severamente criticados. Además hay serias contradicciones en la selección de premiados por la paz. Por ejemplo, a Mahatma Gandhi jamás le dieron el premio a pesar de haber sido candidato en cinco ocasiones.
En 1973 Le Duc Tho declinó el premio, según dijo, “porque él no estaba en una posición para aceptar el galardón y mencionó la situación de Vietnam”, como razón primordial.
En el 2014 se le concedió a Malala Yousafzai, activista paquistaní de 17 años.
Hasta la actualidad el Nobel de la Paz ha sido entregado a 104 personas y 23 organizaciones. En sentido opuesto, en un total de 19 años no se le ha otorgado nadie.
20 mujeres lo han recibido, siendo la primera Bertha Von Suttner, en 1905; y la última, Nadia Murad, de Irak (2017).
En el firmamento de las estrellas solitarias, nuestro México ingresó a la pléyade de los Nobel con el diplomático de origen michoacano, Alfonso García Robles, quien lo recibió en 1982.
Decía Octavio Paz que desde días antes al que se informaba de los nombres de los ganadores de ese premio, a él le ganaba la zozobra. Y ello porque el prestigio de ese premio es recio y su organización es de una seriedad reconocible.
En este siglo que va a su veintena de años, quizá Mérida, la nuestra, nunca imaginó una reunión de grandes premiados de la paz, precisamente por tener ella como cualidad intrínseca y esencial la paz espiritual y orgánica de sus habitantes. La Cumbre de los Nobel de la Paz se ha de apuntar entre los grandes acontecimientos de todos los que resten por venir en esta centuria, a nuestra ciudad.
Nuestra fama de tranquilidad y pacifismo cundió después de los sismos que azotaron a la capital del país, cuando cientos de defeños se vinieron para acá y descubrieron algo más que seguro. Luego se incrementó con la emigración cubana. Entonces, se hizo efectivo un viejo adagio: si se acaba el mundo me voy a Mérida, ahí no pasa nada.