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Al hacer la proclamación de apertura del Congreso Eucarístico Nacional en el Polifórum Zamná, ante 4 mil fieles de 53 Diócesis del país que asistieron a ese magno evento, Monseñor Piero Marini, Arzobispo titular Presidente del Pontificio Comité para los Congresos Eucarísticos Internacionales, pidió ayer a las comunidades cristianas comprometerse a humanizar al mundo.

Asimismo manifestó su deseo de que no se separe la palabra de Cristo de sus acciones, es decir, que no se acoja el Evangelio y, al mismo tiempo, se niegue el ejemplo de amor al prójimo de Cristo, y se niegue su ejemplo de caridad, sino que nuestras vidas sean testimonio de que seguimos de verdad, en forma completa, sus enseñanzas.

Lo dijo así:

–¿Qué significa celebrar un Congreso Eucarístico en la ciudad moderna y multicultural en la que el Evangelio y las formas de pertenencia religiosa deben confrontarse con los caminos de esta época?

Y dio la respuesta:

–Significa generar procesos históricos de crecimiento que, a partir de la eucaristía, comprometan a las comunidades cristianas a humanizar el mundo, a generar una cultura eucarística, es decir: un modo de pensar y de actuar fundado en el Sacramento de la eucaristía, pero perceptible por todos.

Nuestras comunidades cristianas ejercen su vocación profética celebrando la eucaristía. Y saben que de ahí nace no sólo la fuerza interior, sino también su proyecto de vida para que el modo de pensar de Jesús “pase al cristiano y se irradie en la sociedad y en la cultura” (Juan Pablo II). De este modo, el camino eclesial puede ser reprogramado en vistas a una evangelización orientada al don, a la acogida misericordiosa, al servicio de la ciudad a los hombres.

En este banquete se han nutrido los mártires del siglo XIX, partidos como pan para la vida del mundo. En torno a esta mesa, en una nación deseosa de paz y futuro, los cristianos se reúnen juntos, domingo tras domingo, para reconocerse como hermanos y, en torno a la mesa de la palabra y del pan partido, se transforman en el cuerpo de Cristo, afirman su esperanza en la resurrección. Y esto es muy importante.

La eucaristía, anti-Babel

Los demás hombres se reúnen allí donde hay algo que sirve a sus propios intereses, bienestar o diversión, pero no hacen comunidad. Sin embargo, cada asamblea dominical de creyentes, incluso la más humilde en un pueblecito perdido o en las periferias lejanas, se transforma en un “anti-Babel”, en un signo de comunión que se siembra en la historia de los cristianos, aunque ellos no se den cuenta. Esto es lo propio de los cristianos: anunciar que el misterio pascual de Cristo se ha hecho historia y que ahí está la esperanza de la humanidad.

Dijo asimismo:

–Si las palabras de Cristo se han convertido en nuestro Evangelio, sus gestos se han convertido en nuestros sacramentos. Que todos nosotros podamos acoger el reto de la pastoral eucarística que no consiste sólo en empujar a los fieles a comulgar a Cristo en la eucaristía, sino en la necesidad de comulgar el “Cristo total”, en el sacramento, en la caridad y en la misión. Porque no debemos separar a Cristo Cabeza de su Cuerpo, es decir, la comunión sacramental con Cristo de la comunión con sus miembros, esta es la coherencia eucarística que deseamos.

Saludo

Al inicio de la proclamación, había dicho:

–Con gran alegría saludo a esta asamblea que reúne a los representantes de todas las comunidades eclesiales de México, los obispos de este gran país, y de modo particular a S.E. Monseñor Gustavo Rodríguez Vega, el pastor de esta Diócesis que nos acoge.

Os saludo a vosotros, sacerdotes, religiosos y religiosas, que desempeñáis con dedicación el trabajo de llevar el evangelio a todos los ambientes de la vida. Os saludo a vosotros, queridos fieles de Mérida, de Yucatán y de todo México, que con gozo y alegría habéis esperado y preparado este encuentro de fe y de amor. Vosotros sois el rostro de esta gran nación que San Juan Pablo II, en su primer viaje a esta tierra, precisamente hace cuarenta años ahora, definió como “México, siempre fiel”.

Nos encontramos en esta noble ciudad de Mérida, sede episcopal de la Arquidiócesis de Yucatán, para celebrar el Séptimo Congreso Eucarístico Nacional, que tiene como lema unas palabras inspiradas en el mandato que el Ángel del Señor dirige al Profeta Elías, huido y desanimado, en el primer libro de los Reyes: “Pueblo de Dios, levántate y come, el camino es largo”.

El sentido de este acontecimiento eclesial ha sido dignamente presentado por el Señor Arzobispo, en su Carta pastoral del 15 de septiembre del 2018, donde indicó el sentido y los objetivos que se han propuesto.

(Roberto López Méndez)

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