Roldán Peniche Barrera
Yucatán Insólito
En enero de 1976, nuestro valioso coterráneo el escultor Humberto Peraza, autor del monumento ecuestre a Pedro Infante, ubicado en la llamada confluencia de las Cinco Calles hacia el Sur de Mérida, escribió una carta al entonces gobernador electo Dr. Francisco Luna Kan, pidiéndole que la estatua fuera instalada al Norte de la ciudad, “bien sea a la salida de Progreso o en Itzimná”. Yo, entonces Jefe del Departamento de Promoción Cultural de dicha administración, tuve en mis manos la carta del maestro Peraza y me fue encargada la tarea de responder a ella, haciéndole ver al remitente las razones por las que había sido instalado el monumento al Sur de la urbe.
Y es que el notable escultor decía en su carta, entre otras cosas, que la estatua había sido arrinconada en una calle donde jamás luciría. Pero entonces habría que pensar que mudar la estatua al Norte de la ciudad hubiese sido como instalar el busto de Carlos Marx en el corazón del Campestre.
De modo que, con suavidad y muchas razones de peso, tuvimos que convencer al autor de la obra de que el lugar de don Pedro Infante estaba entre los pobres, entre el mero pueblo yucateco, entre los que lo idolatraron en vida, o sea (con la dispensa del maestro Vallejo) en la llamada “Glorieta de la Canción Mexicana”, no lejos de donde se había estrellado su avión cerca de veinte años antes. El maestro Peraza entendió la situación y el inolvidable charro cantor sinaloense permanece simplemente en el lugar que le corresponde.