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Yucatán

En nuestras manos está la decisión

Cristóbal León Campos

“…Y los días pasaron”, dice el relato de una vida no vivida, ¿adónde va el tiempo que dejamos transcurrir sin cumplir nuestros sueños?, ¿en dónde se alberga el instante perdido que nos hubiera conducido al otro lado de donde estamos?, ¿cuántas veces no hemos repasado el tiempo y notado que lo hemos dejado marchar sin lograr lo pretendido? Las cosas únicamente suceden cuando nos atrevemos a que sucedan, no hay en la vida lo que no hicimos, no hay tiempo perdido porque no existe como tal, lo que dejamos sin hacer se convierte en esa pesada carga que arrastramos, la sonrisa se opaca y la mirada se entristece, y entonces, aquel relato que comienza diciendo “…y los días pasaron”, se convierte en la descripción de nuestras vidas, vidas que pasan sin acontecer, noches de espera de algo que jamás llegará ya que no nos hemos atrevido a dar el paso inicial, se marchita la flor interior, y así, el tiempo pasa para nunca volver.

Sin paso atrás el tiempo se marcha, no hay forma de hacerlo volver, aquello que dejamos ir sin habernos atrevido a vivirlo un día golpeará a nuestra puerta y nos dirá con detalle lo que nos perdimos, por indecisos o temerosos, las formas en que se revelan las oportunidades desperdiciadas tiene un misterio especial, a veces una imagen nos llega cuando escuchamos el relato de alguien más, otras veces cuando leemos algún pasaje en un libro, lo cierto es que la sensación de desánimo que nos invade por reconocer de golpe aquello que dejamos ir puede provocarnos la nostalgia más profunda, la vida se marcha junto al tiempo, se van para no volver, y cuando a nosotros nos alcance el tiempo de marcharnos qué cuentas podremos darnos a nosotros mismos, ¿habremos cumplido nuestros sueños?, ¿podremos sonreír por haber luchado por cada una de las cosas que nos apasionaron?, un viaje sin realizar, un deporte sin practicar, un amor que no permitimos nos calcine, una comida sin probar, lo sorprendente de la vida es su simpleza, como una estrella permanece iluminando sabiendo que su destello en algún momento habrá de apagarse, lejos de cualquier interpretación mística o religiosa la verdad es que la vida se nos va sin retorno y en nuestras manos está la posibilidad de que al final podamos sonreír al recodar todo lo que hicimos, sabiendo que por lo menos luchamos sin reparo por cada una de las cosas que nos llenaron el corazón de fuego y de luz.

La mañana llega al igual que la noche frente al balcón, ante nuestros ojos acontecen nuestros actos que concatenados suman el conjunto de nuestra vida; ¿estamos haciendo lo que realmente deseamos?, ¿con cada paso que damos nos acercamos adonde queremos llegar?, ¿cumpliremos nuestros sueños?, ¿estamos realizándonos como seres humanos?, en lo individual de las respuestas radica la particularidad de la existencia, somos lo que realmente deseamos cuando en su búsqueda ponemos el empeño, arriesgarse vale la pena, cambiar las cosas que han dejado de gustarnos, ir detrás de aquello que durante tanto tiempo hemos anhelado, caminar las avenidas sin miedo, adentrarnos en los bosques oscuros, romper las ataduras de la sociedad, mirar cómo nuestro interior recupera ese brillo, cómo el corazón palpita desbocado cuando hablamos de lo que amamos, vivir solamente acontece una vez, dejar que la vida se vaya sin vivirla es la agonía que marchita los jardines de los espíritus, no esperemos a que el tiempo “adecuado” llegue, porque ese tiempo que esperamos es el ahora, es el presente, el único momento adecuado para vivir es el presente, no hay otro, el futuro sólo existe en cuando lo construimos y el pasado es la huella que dejamos; ¿cómo queremos ser recordados?, ¿qué huella deseamos dejar para ser al marcharnos? No se trata de vanidad, se trata de ser ejemplo demostrando que la vida es para vivirse y eso sólo se hace en el ahora.

“…Y los días pasaron”, dice el relato que evoca la nostalgia, ¿pero qué pasaría si cambiamos el relato?, y si en vez de que se mencione a la tristeza al narrarse la cuenta de los días comenzáramos a hablar de alegría, ¿será tan difícil cambiar el sentido de nuestras vidas para perseguir los sueños?, comenzando a pensar estamos iniciando a cambiar, cuando vamos dando lugar en la mente a esas ideas y proyectos, a esos lugares y emociones, cuando el alma vuelve a desplegar las alas y las alista para volar, en ese instante ya hemos comenzado e revertir el viejo y triste relato por uno que promete pasiones y aventuras, la vida se va ineludiblemente, la única forma de hacer que su paso sea diferente es tomando las riendas y encauzándola adonde siempre hemos querido dirigirnos, los sueños son para vivirse, el corazón palpita cuando por ellos vamos, el tiempo pasa para nunca volver, en nosotros está la posibilidad de hacer que su transcurrir sea un relato alegre y feliz, una historia de amor y una aventura, porque lejos que cualquier idealismo, la vida es una y únicamente existimos para vivir, el tiempo pasa para nunca volver y nosotros con él debemos irnos dejando profundas huellas que ejemplifiquen la belleza de una vida realmente realizada, el tiempo pasa y nosotros perduraremos en él porque a los sueños perseguimos y conquistamos, sabiendo que esa es la vida que debemos vivir. El tiempo pasa y en nuestras manos está la decisión de la forma en que pasará; vivamos porque para eso existimos.

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