Ariel Avilés Marín
“Flor se llamaba, Flor era ella,
Flor de los bosques en una palma,
Flor de los cielos en una estrella,
Flor de mi vida, Flor de mi alma”.-
Antonio Pérez Bonalde
y Diego de Córdoba.
Un lunes cualquiera en la Casa de España en Mérida, en el populoso barrio de Itzimná: “Arielito, estás atrasado en tus cuotas. ¿Cuándo te vas a poner al día? La Liga no tiene fondos”. Impecable, certera, con un orden excepcional, la tesorería de la benemérita Liga de Acción Social no podía estar en mejores manos que los de la maestra Flor. Con una honradez acrisolada, manejó con certeza y orden impecables las finanzas de la centenaria agrupación, la más antigua de la sociedad civil en nuestro país. Más de treinta años de incansable y exacta forma de llevar las cuentas y las finanzas de la Liga de Acción Social, hicieron de la participación de la maestra Floridelia González Rosado, una presencia insustituible en el seno de esta destacada agrupación, cuya fecunda labor está presente en la vida diaria de nuestra ciudad y, en algunos aspectos, en la vida de nuestro país.
La maestra Flor era una presencia discreta, silenciosa, sin ruidos innecesarios, sin aspavientos ampulosos, con eficacia precisa, con el consejo exacto, con la conclusión definitoria; así era su participación y su presencia en los lunes de sesiones de la Liga de Acción Social. Llegaba puntual, siempre entre los primeros en llegar a las juntas, a las sesiones solemnes, a los eventos públicos. Un silencioso, pero apabullante ejemplo de vida, para todos los que tuvimos el privilegio de convivir con ella por más de cincuenta años. No concibo llegar a la próxima junta de la Liga, en la Casa de España, y enfrentar su ausencia física; porque ella, estará presente siempre entre nosotros, su callada labor, sus enseñanzas, son cosas que se quedan para siempre entre nosotros, que nos marcarán el camino y la forma, lo correcto, lo ineludible, el camino de bien que ella siempre siguió en la vida.
A Floridelia González la conocí hace más de cincuenta años en el seno del Colegio Consuelo Zavala, en su antiguo local, frente a la iglesia de La Candelaria, en la calle 64, muy cerca del Parque de San Juan. La vi entrar por el antiguo y amplio zaguán del antiguo edificio del colegio, como una auténtica alegoría de la maternidad, como la estatua de Lenoir que engalana el Parque de la Madre, multiplicándose en atenciones para sus cinco hijos, cuatro niñas y un varón, con una paciencia proverbial, una sonrisa inagotable, una palabra de aliento para cada quien, un consejo para todo el que se acerara a ella. Desde su llegada al colegio, se incorporó activamente a la vida de la institución, fue una activa colaboradora de la dirección de la escuela. Ocupó la presidencia de la Asociación de Padres de Familia, donde dejó fructífera labor en pro de la institución.
Flordelia era maestra de alma y vocación; cuando sus hijos fueron creciendo, se incorporó al personal docente de su amado colegio, y con el tiempo, llegó a ser la directora de la escuela primaria, donde desarrolló una certera y eficaz labor al frente de esta toral sección del centenario colegio. Alma gemela de Eloísa García Ancona, directora general del colegio, y heredera y preservadora de los valores que nos inculcaron tía Consuelo y tía Fina (Consuelo Zavala Castillo y Delfina Ancona Cámara), Floridelia y Eloisita integraron una mancuerna inseparable e indisoluble que ha llevado al colegio a recuperar su destacado lugar, por cierto histórico en la educación de México, y aún a superar estos niveles de excelencia. El laicismo en la educación es el respeto irrestricto a todas las formas del pensamiento humano, y en el colegio de tía Consuelo, ha sido un paradigma educativo y firme por ciento quince años, y Floridelia y Eloisita fueron las columnas de hierro que sostuvieron esta tendencia en la institución y entre sus alumnos.
Como maestra y directora, siempre tuvo a la mano el consejo preciso, la palabra de consuelo, el apoyo necesario, a cada alumno, a cada padre de familia, a cada compañera de trabajo que se acercaba a ella en busca de consejo o apoyo, de orientación, de alivio al dolor del alma. Una voz sabia, discreta, de esas que dejan caer su consejo como sin querer hacerlo, con delicadeza, sin ruido alguno, con una mable suavidad que se agradece profundamente.
Su ausencia en el seno de la Liga de Acción Social deja un vacío, que será muy difícil de llenar. En el año 2016, con motivo de los cuatrocientos años de la muerte de Miguel de Cervantes, la Liga de Acción Social llevó a cabo unas jornadas culturales muy memorables. La primera noche de actividades, se llevó a cabo la Sesión Solemne “Día del Lenguaje”, como hace más de cien años, luego, la noche siguiente, el maestro José Ramón Enríquez ofreció una muy interesante plática sobre la vida y obra del autor de El Quijote; la siguiente, los alumnos de la secundaria de la Escuela Modelo escenificaron unos entremeses cervantinos; las jornadas cerraron con un almuerzo bufete con guisos presentes en El Quijote. Esta singular actividad fue el producto de una amplia y profunda investigación de la maestra Flor, que revisó de cabo a rabo la inmortal obra de Cervantes, anotó e investigó sobre cada uno de los guisos mencionados, y organizó el sabroso bufete con el que remataron las jornadas cervantinas del cuatrocientos aniversario.
En los últimos años, su movilidad se vio seriamente afectada, le era doloroso y difícil desplazarse, sin embargo, su presencia no disminuyó nunca, puntualmente llegaba a las juntas y requería las cuotas de los socios, presentaba sus informes periódicos y precisos de los ingresos y gastos de la agrupación. Su fortaleza de alma, siempre se sobrepuso a toda adversidad.
Su vida terrenal se apagó silenciosamente, como era ella, una tranquila tarde, en una siesta después del almuerzo, “a la orilla de la fuente, un caballero pasó, y a la rosa, dulcemente, de su tallo separó”. Así, sin aspavientos, sin ruidos innecesarios, la maestra Flor se marchó al lado de las demás damas, y caballeros, cuyo blasón es una sonora y dorada abeja que, a través del tiempo y el espacio, nos zumba: “Laboriosidad y Perseverancia”.
Querida maestra Flor, ya estás con Don Gonzalo Cámara, con Don Francisco Rosado, con Don Julio Laviada, con Gloria María Vargas y Vargas. Seguramente nos encontraremos en ese lugar en el que el horizonte se junta con el cielo. Mientras tanto, escuchamos a Guty Cárdenas cantar: “Murió de pronto mi Flor querida, / erré el sendero, perdí la calma, / y para siempre quedó mi vida / sin una estrella, sin una palma”.