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Yucatán

'Las preciosas ridículas”

Fernando Muñoz Castillo

Como parte del Festival de la Ciudad de Mérida 2020, la Compañía Nacional de Teatro presentó en el Teatro Peón Contreras, la famosa comedia de Moliére (1622-1673): Las preciosas ridículas (1659), primera obra que estrena para Luis XIV, en una adaptación y dirección de Octavio Michel.

La adaptación resulta un poco desconcertante, ya que para ir a tono con los tiempos políticamente que corren y sonar correcto, el “mensaje” final se transforma “muy feminista”, destrozando todo el planteamiento del autor francés.

Además, el “discursito de género” está fuera de lugar, ya que el vestuario de las preciosas, parece de burdel de la época, ahí están los dibujos y grabados eróticos y pornográficos del siglo XVII, donde vemos a las vendedoras de caricias y sexo…

Otro de lo que le brincó a mucho público, fue la mala dicción y falta de volumen de los actores y actrices.

Ya sabemos que el Teatro Peón Contreras es un teatro sordo, eso lo supe en segundo año de primaria, cuando Lucrecita Vadillo Rivas nos lo contó y nos explicó cuál fue la solución que se usó en ese momento: los telones de terciopelo, en todos lados del teatro, hasta en la gayola, para que el sonido rebotara.

Este problema de sordera, aunque hayan remodelado mil veces este teatro, no se ha podido solucionar nunca.

Así que qué voces tan educadas para teatro tenían las actrices y actores de principios de siglo XX, cuando no había ningún tipo de micrófonos, y que el público los oía y entendía, no cabe duda de estas personas poseían excelente voz y dicción en comparación con estos actores que presumen haber estudiado con lo mejor de lo mejor en este país y algunos en extranjía, ya que los críticos de la época eran implacables con quienes se paraban en este teatro y gritaban para ser oídos por el monstruo de mil cabezas como se denominaba entonces al público.

El clarinetista muy acertado al recordarnos las piecesitas que se tocaban en Versalles para la danza de los cortesanos y la música que imaginamos de Lully, quien como sabemos compuso para musicalizar las obras de Moliére. Y no podemos olvidar la maravillosa zarabanda del final.

El movimiento corporal bien manejado por Ruby Tagle, y eso se nota no en los grotescos movimientos de los personajes, sino en la crida y su caminar, como si todavía tuviera puestos los suecos que usaba en el campo donde vivían antes de llegar a la ciudad.

Bien el juego de utilizar todo el espacio del teatro y en el escenario un minimalismo mobiliario, y solucionarlo todo con luz…muy setentas la puesta, indudablemente.

Los zapatos de los varones y las botitas de las damas de gran belleza y delicadeza, se deben a la realización de Francisco Piña.

Indudablemente la gente presente en la segunda función se divirtió mucho, o como se dice por allí: gozó enormemente el espectáculo.

Para la trivia podemos agregar que la rivalidad entre nuestro autor y Racine fue un pleito que ha dado pauta a novelas, películas y ensayos de teatro y sobre el juego del poder dentro del palacio de Versalles.

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