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Yucatán

6 de Enero en Mérida: Día de panes empatados, dzules disfrazados, niños mayas y juguetes chinos

Jorge A. Franco Cáceres

¡Estoy de acuerdo! Ahora más que nunca, el Día de Reyes Magos en Mérida merece atención crítica especial desde el enfoque antropológico.

¡Sí!, merece esa revisión a fondo, pero no porque sea un caso de culturación tradicional en la capital yucateca u otro de inculturación religiosa de la Iglesia Católica, sino porque es un teatro fantástico de utilidad comercial, montado intencionalmente con ambos pretextos.

Hablo de un presunto día de Epifanía que casi no tiene nada de cultura tradicional, porque no emana de ninguna comunidad originaria que responda a sus propias expectativas para la expresión de su identidad. Y tampoco puede decirse que sea una inculturación evangélica porque no es ninguna armonización del cristianismo con las culturas maya o yucateca.

A decir verdad, como aspecto central del montaje escénico del Día de los Reyes Magos, lo que destaca es la conjunción de ocurrencias advenedizas en torno a los intereses hoteleros y las miserias populares. No puede haber nada más conservador, por calculador y envolvente en el plano mercantil, que realizar el festejo de la realeza mítica de este modo.

Hablo ahora de panes empatados presentados como roscas colosales de presuntos cheffs para los registros Guiness, dzules disfrazados como prodigiosos reyes magos para las fotos en Facebook y Twitter, niños mayas escogidos para las fotos publicitarias en las páginas de sociales y juguetes chinos provenientes siempre del contrabando de contenedores.

Cada que ocurre la presunta Epifanía, desde los medios impresos y electrónicos se repite que los buenos emeritenses deben disponerse a convivir sanamente en los eventos municipales y privados de este día. Se insiste también que no hay mejor modo de ayudar a quienes más lo necesitan que los donativos hoteleros y los regalos particulares de Melchor, Gaspar y Baltasar.

A pesar de reconocer la estrecha relación de los yucatecos con los emisarios reales de Oriente, nadie puede decir hoy día que el 6 de enero en Mérida, sea un verdadero resultado festivo de la organización sustentada en la historia tradicional y la cultura religiosa de Yucatán.

Son tan arbitrarias las convivencias montadas en los espacios municipales y los recintos elitistas, que no se ve que ocurra nada epifánico que sea realmente tradicional o que tenga algún parecido con las celebraciones tradicionales o populares de inspiración religiosa.

Y no hace falta más que ver la relación de franquicias comerciales y de agrupaciones voluntariosas que están detrás de los Reyes Magos, para entender que su día festivo no es más que teatro fantástico de motivación conservadora en la capital yucateca.

Se trata de un teatro que muy poco tiene de benefactor y sí tiene mucho de vividor a costa de las necesidades ajenas.

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