Reconocido en el municipio, don Esteban Polanco Quintal, de 64 años de edad, es carpintero desde hace muchos años, pero su especialidad son los ataúdes.
Don Esteban platica que el trabajo con la madera viene desde su abuelo don Germán Polanco, quien tenía su taller, después su papá Adalberto Polanco Días, quien heredó el taller y fue él quien le enseñó el oficio y fue hasta 1980 cuando comenzó a trabajar con su padre, “ya tengo 40 años trabajando la madera”.
Platicó que, en un principio, como todo joven, no le gustaba mucho este oficio, ya que le daba miedo forrar las cajas, “además que el trabajo se extendía hasta la madrugada, hasta que se terminara el trabajo, pues ya la estaba esperando el difunto, y eso no me gustaba”.
“Hasta la fecha eso es lo que no me gusta, que me apresuren, me gusta tomarme mi tiempo para sacar a detalle todo lo que se necesita".
Recuerda que cuando falleció su padre, heredó sus herramientas y en un principio hacia la carpintería común, “sin embargo, como la gente sabía que me podía hacer las cajas de difuntos me pedían cada vez que había un difunto en el pueblo”.
“Con el tiempo se me quitó el miedo, porque de algo tenía que vivir y me gusta mucho hacer los detalles de las cajas, ya sea para los adultos o para los niños, por ejemplo, para doblar la tabla y darle forma de ataúd, primero, se tiene que remojar la tabla en agua caliente”, dijo.
También mencionó que, en su casa, suele a veces escuchar ruidos extraños, “como que chillara la caja, eso es verídico, eso indica, que el ataúd está terminando, ya que alguien, lo va a comprar”.
Añadió que los precios para un ataúd grande son de 2000 pesos, un chico de 1000 pesos, “ahorita, casi no tengo ventas, por la gente prefieren, comprar la caja a una funeraria, por qué le dan todos los servicios, hasta llevarlos en el cementerio. En cambio, yo solo vendo el ataúd, directo a los familiares que lo necesitan.
Por José Daniel Quintal Arjona