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Sepultureros, los últimos asistentes de la muerte en Tixkokob

“En esta vida hay que temerles más a los vivos que a los muertos, ellos ya no te hacen nada": comparten.
No tenemos horario para el trabajo, ya que, sí tenemos que madrugar lo hacemos. Foto: José Alfredo Islas Chuc
No tenemos horario para el trabajo, ya que, sí tenemos que madrugar lo hacemos. Foto: José Alfredo Islas Chuc

"Todos los días desde que nos levantamos vamos a nuestro lugar de trabajo, el cementerio municipal, una de las tumbas será la mesa para desayunar y almorzamos sobre alguna cripta, o incluso en ocasiones descansamos sobre ellas para tomar un poco de fresco, sin temor a los inquilinos que nos acompañan todos los días": dijo Juan Gómez Pasos, sepulturero del lugar.

Juan tiene 32 años de laborar en el cementerio municipal y recibió el cargo de manos de su papá, Reinaldo Gómez Canto, quien trabajó 40 años en el panteón, “así que en conjunto tenemos 72 años de laborar en este lugar donde ya nos hemos acostumbrados a vivir todos los días y donde algún día sabemos que seremos parte de este lugar”, comentó.

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También los ayuda Juan Gabriel Ojeda Cervantes, quien tiene 20 años laborando en este lugar y se ha vuelto una costumbre verlos juntos en la puerta del panteón, ya sea comiendo o sepultando a un fallecido.

“En estos 32 años que tengo aquí nunca he escuchado ruidos extraños mientras trabajo, pero sí he escuchado lo que dicen otras personas que fueron asustados estando en el cementerio al venir a prender una veladora. En este primer cementerio han venido a filmar documentales paranormales sobre lo que pasa en las noches en este lugar y los alumnos del Cobay también han venido a hacer sus investigaciones escolares”, explicó.

“Yo sí he visto a un niño, como de unos dos años, un día estaba en la capilla del cementerio, no me acuerdo qué estaba haciendo, cuando de pronto vi que se apareció y empezó a jugar, y después se escondía creo que quería que jugaran con él, pero no es malo ya que corre dentro de la capilla, pero no hace maldad, si fuera un ser malo ya hubieran pasados muchas cosas, me dicen que es suerte que uno los vea y a mí ya me ha tocado verlo”, dijo.

Asimismo, comentó que, con otros empleados del panteón, hubo en cierta ocasión un suceso extraño, “desde la entrada hasta la capilla se formaba un banco de neblina de un poco más de un metro de altura, pero de repente dejó de formarse”, relató.

“No tenemos horario para el trabajo, ya que, si tenemos que madrugar lo hacemos, y no nos da miedo agarrar los restos humanos que sacamos, en una ocasión se enterró a una persona viva, ya que padecía de ataques epilépticos, de repente le dio un ataque y no reaccionaba, se fue a buscar a los médicos y le hicieron el certificado de defunción, lo sepultamos y cuatro años después, al sacarlo, vimos que no estaba como se sepultó, la caja estaba forzada, el cristal de la tapa estaba roto y estaba hecho como un número cuatro, donde se dobló para buscar salir y lo más sorprendente es que estaba entero no se deshizo el cuerpo, estaba completo. Son anécdotas que hemos vivido en nuestro centro de trabajo”, comentó el veterano sepulturero.

“En esta vida hay que temerles más a los vivos que a los muertos, ellos ya no te hacen nada, ya que no te asustan, son tus mismos miedos que te dominan para que los nervios se exalten y no te dejen tranquilo. Yo incluso hasta mi hamaca he traído y duermo acá en el cementerio. Ya que este será nuestro hogar al fallecer”, finalizó.

Por José Alfredo Islas Chuc

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