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Yucatán

Rezadoras de Mérida se quedan sin trabajo por las restricciones sanitarias

Las restricciones por la pandemia limitan la asistencia a los velorios, situación que afecta a las rezadoras.
Debido a la contingencia sanitaria, Karla tuvo que cambiar de giro y ahora vende flores. Foto: Cuauhtémoc Moreno.
Debido a la contingencia sanitaria, Karla tuvo que cambiar de giro y ahora vende flores. Foto: Cuauhtémoc Moreno.

“Vivimos de la muerte”, reconoce una mujer que se dedica a rezar en los velorios, quien han visto su labor prácticamente imposibilitada debido a las restricciones impuestas por el gobierno para evitar las aglomeraciones en esta temporada. Es la señora Karla Barbosa, quien recuerda “de ahí sale para mantenernos, de ahí comen mis hijas, nos ayudamos”, pero estos últimos ocho meses ha tenido que vender flores para salir adelante en un negocio familiar con su hija y su yerno. El cementerio, dice, es su segunda casa, diario acude a prestar sus servicios, apoya en la economía familiar y salen adelante.

“Me gusta este trabajo”, comenta que trabaja con sus mamá, “nos sentamos en las bóvedas y vemos a las personas pasar, cuando nos preguntan por el rezo, yo lo hago y ella lo canta.

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En años anteriores, comenta que acudía en estos días al cementerio Xoclán, donde ofrecía sus servicios, “yo vengo aquí y decía buenos días, me llamo Karla soy rezadora, si gusta le puedo hacer la despedida, de hecho iba a la funeraria, ahorita con eso de la pandemia, pues la verdad no me arriesgué.”

Su retribución económica la deja abierta a la cooperación voluntaria, “yo paso y lo que me gusten regalar”, explica que no cobra como tal una cifra. Recuerda que ha logrado juntar hasta 1 mil 200 presos por un rezo de media hora, cuando enterraron a un vaquero. Ella es habitante de la colonia Plantel México, y cuando sus vecinos requieren de sus servicios tampoco cobra una tarifa fija, le han pagado desde 70 hasta 200 pesos, “lo que yo siempre he dicho es lo que les nazca regalarme”.

Considera que este es un trabajo importante para dar el último adiós a los seres queridos, inició un día estando en el cementerio, buscaban a los señores que antes rezaban, pero ya habían fallecido, así que una conocida suya con la que estaba en ese momento la alentó a hacer el rezo, porque su familia se dedica a esta labor, así que no perdió la oportunidad.

“Hay personas que les gusta el rezo con cantos, otras solo el puro rosario, sin embargo, también hay quienes me piden que llore mucho, para esto me concentro y es conforme me va saliendo, cuando empiezo es como la cuerda y empiezo, me da sentimiento. Tengo un vecino que siempre dice que yo le voy a rezar cuando se muera, pero yo no quiero ir porque en verdad voy a llorar”.

“A mi mamá, como es una persona de la tercera edad, no le permitieron que venga, además es diabética, sólo está yendo a rezar si hay menos de cinco personas. Ella como es de las antiguas su rezo tarda como hora y media, pero no sé cuánto cobre. Yo cuando rezo sólo hago media hora. La diferencia depende de los cantos como el de Salgan, salgan, salgan, ánimas benditas…” 

Karla está decidida, no tiene miedo del coronavirus, sí cree que la enfermedad existe, pero no se arriesga, cometa que ahora se puede hacer rezos con un aforo máximo de cinco personas, pero por el momento ella no regresará a esa actividad.

“Esta vez por lo de San Judas, varias personas me dijeron, pero yo la verdad no lo hice, se los pasé a mi mamá. Ahí viene lo de la virgen de Guadalupe, pero no lo voy a aceptar si no cambia el semáforo.”

Por Karla Regina Aguilar

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