Con la llegada del mes de diciembre, grupos de infantes recorren las calles de la comunidad para dar cumplimiento a las singulares ramadas, una tradición muy arraigada en la villa tekiteña, en Yucatán.
Una vez que el astro rey se oculta por el horizonte, comienza la peregrinación de los niños, e incluso adolescentes, que visitan los hogares, negocios y demás comercios de las familias para pedir su “aguinaldo” en medio de alegres rondas, a esto se le llama "ramada".
Con el peculiar canto “Me paro en la puerta me quito el sombrero…”, los infantes dan rienda a la interpretación de varias melodías a viva voz para deleite de los lugareños, todas ellas muy conocidas y representativas de estas fechas.
La pandemia por el COVID-19 no es un impedimento para los diferentes grupos que, portando el cubrebocas como medida de higiene y prevención, avivan las calles alegrando la noche y llevando esperanza.
En su recorrido, los niños portan la imagen de la Virgen de Guadalupe en cajas y demás indumentarias, adornadas de forma colorida con ramas de limonaria y globos. Asimismo, otros grupos hacen uso de instrumentos musicales para complementar su intervención.
La peculiar tradición de las “ramadas” tiene su origen en la religión, particularmente en el pasaje bíblico que narra el recorrido de María y José en vísperas del Nacimiento de Jesús.
Las tradicionales “ramadas” inician el 1 de diciembre y culminan el día 11 de diciembre, un día antes de la conmemoración del aniversario de la aparición de la Virgen de Guadalupe en el Cerro del Tepeyac al indígena Juan Diego.
En la villa tekiteña, lejos de desaparecer, cada año se mantiene viva y más grupos de niños se suman al recorrido anual, haciendo a un lado la tecnología para recorrer la comunidad visitando las casas en medio de alegría.
Por Carlos Ek Uc