José Enrique Puga Bolio
Tengo dos hermanas, menores, a quienes quiero mucho y que se jubilaron hoy. Ellas son Nerita y Gabrielita.
Nena heredó de mi mamá, que ahora duerme en aposentos del Señor, el nombre y la fe con la que hoy honra su memoria; y a Gabi, mi madre le dejó la fe, la esperanza y la caridad, virtudes teologales con las que ahora continúa su legado.
Ambas son dulcísimas hermanas. Todos los domingos, cuando en la mañana llegan a las domínicas reuniones familiares a la casa solariega de linaje antiguo y noble en Izamal, corren resplandecientes a abrazarnos y a ofrecernos, con enormes muestras de amor, de afección y de cariño, todo su cariño, su afección y su enorme amor de hermanos.
Y encima de todo esto, gozan Nena y Gabi, de un hermoso don caritativo que las hace vivir en plenitud, el virtuosismo de sus vidas.
Una vez a la semana, Nena visita a los ancianos en sus camas de hospital; y cada jueves, en la tarde, Gabi les lleva hasta sus casas la Santa Comunión.
Con esta patente gracia que ellas disponen, quiero mostrar que tienen además, mis hermanitas Nena y Gabi, un profundo amor al prójimo; lo que las hace aún más generosas en su piedad y en su altruismo.
Por todo esto y por el formidable sentimiento de benignidad que Dios y la Virgencita de Izamal, desde hace tiempo, les proporcionó para prodigar con gran generosidad, yo felicito, con amor, a mis hermanas Nena y Gabi. Y hago fervientes votos para que en sus nuevos caminos, en el periplo de esta nueva etapa de sus vidas, sigan por el sendero de luz, brillante de amor y de bondad que se han trazado y que no escatiman en compartir a manos llenas con quienes conformamos parte de sus mundos.
Entrañablemente:
Su hermano José Enrique, con toda la familia Puga-Bolio y anexas, quienes les queremos mucho