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Un adefesio en el trono

Eliseo Martín Burgos

El emperador del Sacro Imperio Germánico Leopoldo I, impactó con su físico a un escritor turco durante su visita a Viena:

–Uno, al verlo, llega a dudar que el Todopoderoso lo haya creado a su imagen y semejanza: tiene la cabeza puntiaguda, como una botella, cejas gruesas y negras, ojos café claro, redondos, bordeados por negras pestañas; brillan como los de un búho real; su cara, larga como la de un zorro con orejas grandes como zapatillas de niño, nariz roja y grande como berenjena, en las ventanas de la nariz pueden caber tres dedos a la vez y de ellas brotan pelos como bigotes de espadachín y de su boca emana saliva en forma constante. Por voluntad de Dios todos los emprendedores de esta dinastía, son iguales de repulsivos.

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