Yucatán

En su devenir, la Sedeculta (antes ICY y posteriormente ICEY), ha tenido emblemáticos personajes como directores y/o secretarios de Cultura. El primero de estos personajes fue Janitzio Durán, quien llegó al cargo preocupado de la pésima condición en que se encontraba la música, pues habían desaparecido del panorama local fagotistas, cornistas y casi la totalidad de los ejecutantes de instrumentos clásicos.

Otro grande en el cargo fue el historiador Adonay Cetina, quien duró en el cargo el mismo tiempo que el gobernador Graciliano Alpuche Pinzón. Esto significa que no pudo ahondar en actividades debido a lo escaso del tiempo que estuvo en dicha responsabilidad.

Igual relación con el cargo tuvo el periodista Juan Duch Collel, intelectual de primera línea, muy relacionado con el periodismo nacional y que ostentó algún cargo diplomático. Pero el más vinculado a la institución fue Jorge Esma Bazán, quien le dio a la cultura yucateca una sensación de vanguardia y la puso en la mecánica de los proyectos y las actividades programáticas. Las ideas de descentralización cultural y la atención a los municipios fueron su verbo e intención no valorada hasta el día de hoy, por ningún investigador de las ciencias sociales.

En sus muchos años en el cargo, el maestro Esma tuvo oportunidad de hablar de todo lo que hacía falta en Yucatán, para una explosión cultural de nuevos horizontes. De sus labios escuché lo de la Universidad de las Artes, que él quería que fuera manejada por puro yucateco. Expuso en alguna reunión la forma de hacer nivelación profesional, para que aquellos maestros que no tenían perfil académico para un puesto de tal naturaleza, lo pudieran adquirir.

Se le fue el tiempo en palabras que bordaban ideas.

Por fin llegó el funcionario que más amor ha despertado entre la extensa comunidad artística y cultural yucatanense, Renán Guillermo González, quien de la nada, pudo hacer trabajos espectaculares, de enorme repercusión entre los trabajadores del arte y la sociedad en su conjunto.

Recuerdo a un Sergio Esquivel que emocionado decía: “es la primera vez que no pido hablar con un funcionario, sino que éste me invita a platicar con él y me pregunta cómo hacer las cosas”. Guillermo González, me encargó realizar el Atlas de la Danza en Yucatán, lo que me brindó la oportunidad de recorrer la entidad y conocer la hondura de la danza en nuestra entidad.

Cada uno de ellos, al llegar al puesto, tenía muy claro qué recursos humanos artísticos había en Dzidzantún, Valladolid, Dzilam de Bravo, Río Lagartos, Umán, Tahdziú u Oxkutzcab. La extensa cultura de todos ellos, daba certeza al desarrollo o continuidad del arte y la cultura en la entidad. (Otoño Cultural, Abril, Mes de la Fotografía, Primavera Cultural y un enorme etcétera).

Por eso resultó exquisitamente extraño que Ana Ceballos, nada más llegar a la Dirección de Desarrollo Cultural (y Gestoría), dijera que le era necesario un diagnóstico para conocer la situación del arte y la cultura en la entidad.

Incesante en la búsqueda de asuntos culturales, me topé hace unos días con la publicación del sábado 24 de julio de 2004, del Diario Oficial de Yucatán, en el que se publica un extenso Plan de Desarrollo Estatal de Cultura.

Era Secretario de Cultura en ese tiempo, el arquitecto Domingo Rodríguez Semerena. Son 109 páginas del Programa Estatal de Cultura 2001-2007, en el que se incluye todo lo existente culturalmente en cada municipio de la entidad.

Es una visión y revisión minuciosa de cada renglón artístico existente en la entidad y sus correspondientes aspectos de atención para lograr el mantenimiento y su posterior desarrollo. Cuando lo leí (lo hice con mucha alegría), el primer nombre que vino a mi mente fue el de la Gestora Cultural, Ana Ceballos, quien de haber tenido entre sus informes ese documento, tal vez no hubiera tenido el desaguisado de paralizar seis meses las actividades culturales, para dedicarse al estudio de ellas y proponer cosas nuevas.

Después de más de un año en el puesto, todo aquello de “cosas nuevas”, pasaron al camposanto de las muertas y hoy nuestra institución de cultura navega con las banderas de lo tradicional, lo existente, lo hecho y siempre hecho.

En realidad, esa era la ruta que se debió haber seguido, porque la Sedeculta tenía parque vehicular, choferes, departamentos de difusión cultural, de prensa y propaganda, coros, compañía de ballet, de danza contemporánea, folclórica y actores y directores teatrales asalariados. Nada más era prender motores y echar a andar la máquina cultural, utilizar sus teatros, galerías, foros e instancias de desarrollo artístico y hubieran logrado un verdadero boom.

Aún están a tiempo de iniciarlo, es quizá cosa de bajarle un poquitín a la soberbia. Ojalá lo hagan por el bien de los artistas nuestros.

Por Víctor Salas