Roldán Peniche Barrera
Bastante común esta expresión por estos rumbos.
Cuando le decimos a alguien con quien hacemos negocios que “ya le entró agua al asunto…” estamos asegurando a nuestro interlocutor que el negocio que teníamos entre manos ha fracasado y que estamos quebrados.
Veamos un ejemplo:
-¡Hey, Gasolina…! ¡Gasolina!
-¡Ay Barrigas, no grites tanto que ya me dejaste sordo!
-Es que no me haces caso y la cosa nos hará millonarios.
-¿Millonarios? Nunca he oído esa palabra…
-Pero pronto la oirás, Gasoducto…
-No me cambies el nombre, Barriguilla…
-Ni tú tampoco me cambies el mío. Su sudor les costó a mis padres… Oye, pero qué es eso de convertirnos en millonarios…
-¡Tienes memoria e’gallo!…
-¿Por qué dices esa blasfemia?
-¿Te acuerdas de aquel billete de lotería que compramos entre los dos la semana pasada?
-Claro Barrigas ¿Masi salió premiado?
-Premiadísimo… No sé cuántos millones de pesos…
-Sí, fue el viernes pasado.
-Si hombe… lástima que no fue el del viernes, sino del jueves… y el mismo número…
-¡Ay, ni lo digas! ¡Ya le entró agua al asunto…!
-¡Y que lo digas…!