Laura Elena Rosado Rosado
El 9 de noviembre de 1965 ocurrió un gran apagón eléctrico en la Costa Este norteamericana, dejando en la oscuridad durante más de 12 horas, a partir de las 5.28 de la tarde, a casi 35 millones de personas.
Aun cuando se conoce y se le recuerda como el gran apagón de New York, también afectó a los estados de Massachusetts, New Hampshire, Rhode Island, Connecticut, Vermont, New Jersey, Pensilvania, entre otros, calculándose que la 5ª parte de la población de Estados Unidos, junto algunas zonas de Québec y Ontario en Canadá vivieron la “noche más larga de sus vidas”.
Las causas del apagón se le imputan a la estación generadora de electricidad Sir Adam Beck en Queenstone, Ontario, que tuvo una sobrecarga en su sistema. Algo similar sucedió 12 años después en 1977, cuando un nuevo apagón afecto las mismas áreas, sin embargo lo ocurrido en 1965 se considera fue mucho más impactante para la población, aun cuando en el caso posterior hubo incluso actos de pillaje y robo.
Se calcula que más de 1 millón de personas quedaron atrapadas en elevadores, trenes eléctricos y metros, o en embotellamientos ya que al apagarse los semáforos varios optaron por abandonar sus vehículos, lo que agravó la situación.
Tres años después en el año de 1968 se estrenó una película, protagonizada por la siempre agradable, bella y cómica Doris Day llamada “Anoche cuando se apagó la luz” y que llegó a nuestro país como “Qué hacías cuando se fue la luz”, la cual vi en el antiguo cine Cantarell de la ciudad de Mérida siendo una adolescente.
Siendo una comedia, los hechos “chuscos” y graciosos de la película hicieron que no se me olvidara y uno de los motivos es que en la película se enredaban y desenredaban muchas acciones y comportamientos, como el engaño, la viveza, el robo, etc., y se observa el desempeño del ser humano en casos de crisis.
Hoy el mundo vive una crisis mayor que un apagón. Con la pandemia del Coronavirus, países enteros se encuentran en cuarentena total o parcialmente, tratando de proteger a sus paisanos, los dirigentes de las naciones han tomado medidas que en situaciones normales podríamos considerarlas extremosas.
Teniendo unos buenos amigos italianos residentes de Roma, me he enterado que se sienten muy maltratados por sus vecinos y por las medidas que se han tomado “en su contra”, como restricciones a su entrada y libre movilización, desprecio a sus productos, etc. Al mismo tiempo reconocen que ellos tampoco se portaron muy amables ante los cientos o miles de chinos que viven desde hace años en Italia, ya que apenas se hizo mundialmente conocido el brote en Wuhan, China, los italianos dejaron de visitar los negocios de los asiáticos, haciendo que muchos quebraran.
Un escritor belga, tratando de apoyar y levantar el ánimo de los italianos que se encuentran tristes, preocupados y enclaustrados desde hace muchos días, escribió:
“Italia es como la chica que tiene más talento de todas, porque nació hermosa, más hermosa que todas las demás, se la arrolla a todas. Italia es como la chica más ingeniosa, que tiene las manos de un hada, que inventa mil cosas, porque está llena de recursos. Sabe discutir sobre historia, de mar, de montañas, de comida, de buen vino, de dialectos, de pintores, de escultores, de escritores, de la excelencia en la ciencia, no hay nada que no sepa.
Y cuando esta hermosa y talentosa chica tropieza y cae, el público de las perdedoras se regocija. Es la ira de las pobres chicas celosas, las que están en la oscuridad, porque sigue siendo hermosa incluso cuando cae al suelo. Pero Italia es una chica que lleva una bota con un tacón de 12, obviamente hecha en Italia, que nadie puede usar mejor que ella… necesita sólo el momento de levantarse”.
En los momentos de crisis el ser humano tiene dos opciones: sacar lo peor y actuar con egoísmos, rechazos, temores, acumulaciones y racismos con la firme intención de aplastar a quien sea con tal de sobrevivir, o acciones más hermosas y solidarias, como la de una ciudadana habitante de Frankfurt llamada Martina Blank, quien colgó en el pasillo de su edificio en la que ella y su hija viven, un cartel en donde se ofrecen hacer las compras de la gente mayor, consideradas las más frágiles en esta pandemia.
Esperemos para observar y vivir qué enseñanzas nos deja nuestra experiencia con el coronavirus ya que la pandemia apenas comienza en nuestro país. Estoy segura que optaremos por sacar lo mejor de nosotros: la solidaridad, la caridad y la ayuda mutua que ya hemos demostrado en otras crisis.
Por cierto, uno de los hechos más significativos en el gran apagón de New York de 1965 fue que 9 meses después se registró el índice de natalidad más alto de la historia de la ciudad. ¡Ya sabemos qué hacían cuando se fue la luz!
Lalis55@hotmail.com