Roldán Peniche BarreraYucatán Insólito
Todavía existen un número de diversiones populares en Mérida, y en general en los pueblos de Yucatán, que ya se estilaban durante la primera mitad y aún parte de la segunda del siglo pasado. Lo que es más, parte de esas diversiones mecánicas o no, todavía las disfrutan nuestros hijos y nuestros nietos en las diversas ferias organizadas en nuestra ciudad y en los pueblos mayores del Estado.
Lo que nosotros recordamos
En los años 40 del XX las compañías de los Sres. Cáceres y Ordóñez se presentaban en los parques de Santiago, San Juan, San Sebastián y otros juegos mecánicos como las sillas voladoras (que un día, al zafarse una, mandó hasta el mar a una pareja durante la temporada veraniega de 1940 ó 41 sin que, colegimos, se registrara, ningún accidente grave.
Pero fue más el escándalo que se hizo en el puerto ante la situación. Por un tiempo, las autoridades clausuraron las dichosas sillas, pero pronto regresaron a su lugar para divertir a los enamorados y a los chiquitines.
Los aviones
Pero antes eran la atracción unos avioncillos plateados disfrutados mayormente por los niños, el “whip”, látigo, al que todos se peleaban por subir y desde luego, el más antiguo de todos, el carrousel, que ya era famoso en el siglo XIX, originalmente fabricado para la chiquillería, pero pronto invadido por los adultos y aún los señores de la tercera edad. En el de Ordóñez, un señor “entacuchado” y con sombrero (todo de blanco) se encargaba de corretear y soltarle alguna bofetada a todo hijo de vecino que pretendiera colarse al aparato. Nosotros fuimos testigos de la furia del cancerbero cuando una noche tratamos de subirnos a la máquina sin nuestro respectivo boleto. El hombre evidenciaba su pésimo humor persiguiéndonos por todo lo redondo del carrousel y algunos sufrimos su ferocidad.
(Proseguirá mañana)
¡Ay! Mi estado de ánimo
Por Jorge Parra Zapata
Empiezo muy mal el año, como suele sucederle prácticamente a todos, por la cuesta de enero, la cual en forma implacable se manifiesta al subir los impuestos y al incrementarse los precios de los artículos y los comestibles en forma general, lo que lógicamente hace que caigamos en un estado de depresión, al no encontrar cómo solucionar los problemas económicos que se nos avecinan, sobre todo en las personas de la tercera edad, como es el caso de este servidor, quizá por eso, el poeta festivo Jaime Celis Trejo (mi ex condiscípulo), queriendo elevar mi estado de ánimo con lo más moderno de la ciencia, me escribió a través de mi ex privado teléfono celular lo siguiente:
JORGE: por medio de tu teléfono celular te estoy enviando 21 fotografías de jovencitas muy guapas y pizpiretas. ¡Guau! Luciendo en toda su morbidez.
Espero las disfrutes. Tu amigo del alma Jaime.
NOTA: las 21 fotografías de jovencitas luciendo en toda su morbidez que le acaban de enviar, han sido bloqueadas por el WhatsApp de su teléfono privado debido a que la nueva inteligencia artificial desarrollada por WhatsApp nos indica que usted es un anciano, decrépito y muy viejo, que ha sobrepasado la edad para disfrutar este tipo de fotografías. ¡Sí señor!
Lo sentimos.
Gracias, poeta, Celis por sus buenas intenciones de elevar mi estado de ánimo, pero a mi edad, al ver esas fotografías, lo único que se me podría elevar es mi estado emocional, lo que lógicamente dispararía mi presión arterial a niveles prácticamente incontrolables, lo cual podría ser de consecuencias impredecibles. ¡Dios del alma!
De todas maneras muchísimas gracias, ya que aunque no pueda ver esas fotografías por culpa de la inteligencia artificial, al menos, me las imagino. ¡Ujule!
Un abrazo
Jorge Parra Zapata