Yucatán

La forma de repartir periódicos en Yucatán ha cambiado poco en doscientos años

Por Roldán Peniche Barrera

Yucatán Insólito

A partir de “El Misceláneo”, el periódico inaugural en la historia periodística de Yucatán, muy poco ha cambiado la manera de repartir los ejemplares.

Desde entonces (año de 1813) grupos de muchachos y no tan muchachos se encargaban de la distribución hogar por hogar, tienda por tienda, cada vez que salía a la luz el impreso. Sencillamente, el repartidor ocurría a las oficinas del periódico a recoger los que les correspondían, hacer las liquidaciones correspondientes e iniciar la repartición a la caminata, paso por paso en los hogares.

Recordemos que hablamos del 800 cuando no había bicicletas y menos el automóvil transitando por nuestras calles.

Con el paso de los años se introdujeron las bicicletas y fue menos dura la faena. Nosotros recordamos, cuando fuimos niños, a los repartidores en esos vehículos con una ventaja: sólo tenían que lanzar el ejemplar, que, de atinarle, entraba por la ventana si el postigo estaba abierto, o directamente por la puerta, ésta sí, como casi todas las puertas de la entonces pequeña ciudad.

Llegan las motos, pero no los autos

Esto es, ya en el pasado siglo comenzaron a llegar las motocicletas de las que se aprovecharon los repartidores para arrojar su mercancía de manera eficaz y rápida. En los EE. UU. pretendieron hacer esa tareas por avión, y lo lograron, y dicen que el “New York Times” dejaba caer en paquetes enteros su periódico, el que los empleados distribuían rápidamente. No sabemos si persisten los gringos en proseguir esta manera de repartición.

En Yucatán se intentó una vez

Finalmente, allá por los años treinta o cuarenta, el Diario del Sureste empleó un avión para la distribución de sus ejemplares, pero al fin lo abandonó por costoso.

Bécal, cuna del sombrero de jipi y palma

Por Jorge Parra Zapata

Recibimos, por conducto del poeta Jaime Celis Trejo, un ejemplar de la interesante obra “Bécal, un Tejido de Cantos y Remembranzas”, de la autoría de Alvaro Villanueva Martín y Teresa Durán.

Cuando la inspiración poética de dos grandes escritores se une para rendir homenaje a la tierra que los vio nacer, surge en ellos, verdaderamente, esa muestra de gratitud imperecedera, que queda plasmada para la posteridad a través de sus escritos, que convertidos en poesía y prosa poética, ofrecen a su tierra natal Teresa Durán y Alvaro Villanueva, al dedicarle este último a Bécal lo mejor de su inspiración y talento mediante unas muy bien rimadas décimas que conforman la primera parte de esa magnífica obra.

En la segunda parte de esa obra es la escritora Teresa Durán, quien, a través de su prosa poética, nos permite enterarnos de una serie de remembranzas, en las que manifiestan los principales acontecimientos que tanto honran y prestigian a la incomparable Villa de Bécal.

Esta obra es un verdadero tejido de cantos y remembranzas que nos envuelven con la magia de las letras del poemario de Alvaro Villanueva y la incomparable prosa poética de Teresa Durán, quien a través de sus escritos, nos narra una serie de acontecimientos que han marcado para siempre a su terruño, como es el momento en que esa región deja de ser un poblado para convertirse en la flamante Villa de Bécal, la cual es ampliamente conocida a nivel local, nacional e internacional, por ser Bécal la región donde se elaboran artesanalmente los finísimos sombreros de jipi, razón por la cual esa villa es conocida como la cuna del sombrero de jipi y palma.

En esta interesante obra, se describe todo el proceso que se emplea en la fabricación de los sombreros de jipi, desde el momento en que los artesanos penetran a las sórdidas cuevas y permanecen en ellas prácticamente todo el día, por ser esas cuevas el sitio indispensable para la elaboración de ese tipo de sombreros.

(Prosigue mañana)