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Yucatán

El Pueblo-como-Uno

Tuuskeep Kasperchack

El Gobierno de la Cuarta Transformación enfrenta, desde su arranque, una fuerte oposición por parte de quienes fueron desalojados del poder, tanto formal como informalmente, es decir, de los que ejercían cargos de gobierno y también de las minorías que se beneficiaban de sus políticas marcadamente neoliberales.

Esa embestida ha alcanzado características brutales en las últimas semanas a raíz de la contingencia sanitaria ya que, desde las perspectivas de esa oposición de centro-derecha, el gobierno federal no ha tomado medidas radicales como las que se aplican hoy día en Italia y España, por ejemplo, y en consecuencia, creen ellos, la epidemia de coronavirus nos va a traer perjuicios catastróficos. Nada dicen, porque no les conviene, de la corresponsabilidad ciudadana en esta situación crítica.

Como ya sabemos por experiencia, a las élites mexicanas les encanta compararse con el primer mundo, sobre todo cuando se trata de consumir bienes suntuarios; no lo hacen, sin embargo, cuando se trata, por ejemplo, de exigir a las empresas trasnacionales que se instalan en México que paguen a los trabajadores los mismos salarios que erogan en sus fábricas de Europa o EE.UU. Muy al contrario, ofrecen numerosos “incentivos” y “facilidades” que ni siquiera los procuran para los inversionistas nacionales y locales.

Las élites mexicanas tampoco tienen en cuenta los grandes rezagos que los tercermundistas tenemos en materia de desarrollo productivo, infraestructura y equipo hospitalarios, personal de salud, nivel de educación e ingreso, transporte y otros indicadores de la pavorosa desigualdad social. Entre otras razones porque tampoco cumplen con su responsabilidad de pagar religiosamente sus impuestos, que es una forma de redistribución de la riqueza, sino más bien, intentan por todos los medios de evadirla o lograr exensiones o perdones fiscales. (Esto último, por fortuna, ya no será posible)

A diferencia del Presidente Andrés Manuel López Obrador, que ha enfrentado esa andanada de críticas con una entereza y una ecuanimidad ejemplares, el gobernador de Yucatán Mauricio Vila Dosal ha reaccionado a las primeras de cambio a las observaciones comedidas tanto del PRI como de MORENA. El primer partido ha presentado una serie de propuestas para proteger el empleo y, a través de sus diputados, ha indicado su propósito de revisar con detenimiento el plan de emergencia que el mandatario ha enviado al Congreso, el cual implica otro fuerte endeudamiento bancario.

MORENA, en cambio, ha sido más enfático: le preocupa, no solo a su dirigencia, sino a muchos ciudadanos, las repercusiones que ese fuerte financiamiento tendrá para las finanzas de varias administraciones futuras. También ha indicado que mejor que endeudarse más, el Ejecutivo debería aplicar medidas efectivas de austeridad y, asimismo, redireccionar parte de su presupuesto para enfrentar las consecuencias de la pandemia.

Vila Dosal ha dicho reiteradamente que en estos momentos no es admisible la política, sino la unidad de todos los yucatecos, pues es la única manera de superar esta contingencia.

Pero en la práctica, el señor gobernador bien que hace política pues utiliza a los presidentes de las cámaras empresariales, con los que lleva una excelente relación, para que presionen a los diputados del Congreso del Estado a fin de que aprueben su plan vía fast track y, suponemos, sin ningún cambio o modificación. Asimismo los utiliza como punta de lanza para hacer lo mismo con el Gobierno Federal, pues hasta ahora sus gestiones personales han resultado infructuosas.

También echa manos de organizaciones que en teoría se dicen independientes pero que en la práctica no lo son tanto, con el mismo fin.

Como muchos políticos, Vila Dosal y, para ser justos, también López Obrador, aluden en sus discursos, sobre todo ahora, a un macrosujeto unitario, el Pueblo-Como Uno, esa peligrosa ficción sobre la que alertaba en su tiempo Hannah Arendt.

El mandatario yucateco no quiere críticas ni disenso alguno de la oposicion sino que todos se alineen a sus propósitos; su ideal utópico es un Yucatán antiplural, mudo e inmovilizado.

A diferencia de Vila Dosal, opino que hoy más que nunca la oposición política tiene que estar más vigilante y crítica que de costumbre pues alguien tiene que supervisar y garantizar que los más de 3,200 millones que el gobierno pretende gastar en esta coyuntura se apliquen con la mayor transparencia posible, pues no sería excepcional que en un momento de crisis como la que vivimos, salte en unos meses una nueva parvada de millonarios.

E insisto en que la administración estatal debe rescatar a los grupos más vulnerables y no a los empresarios, que seguro tienen su gardadote para enfrentar contingencias, como difícilmente lo tendrán los primeros. Y, en cuanto a la obra pública, la urgencia no debe traducirse en concesiones directas, como es costumbre en esta administración, pues se prestan justificadamente a suspicacias de todo tipo.

Finalmente apunto que el gobernador de Yucatán no debe permitir que los alcaldes se extralimiten en sus funciones, como el hecho de impedir el tránsito de personas que no residen en los municipios que gobiernan. Su silencio o aquiescencia sobre el particular puede llevar a otros abusos peores en materia legal.

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